¡Sabrina se enfrenta a Nathan el monstruo!

2601 Words
Al día siguiente… Ya eran las seis de la mañana y Sabrina, quien estaba sumamente agotada por toda esta situación, se encontraba durmiendo en una silla en el pasillo del hospital que daba hacia la habitación donde estaba internado su padre. Con ella también estaba otro agente policial que había venido de relevo de la estación de policías en horas de la madrugada, para custodiar al señor Morgan que estaba privado de libertad, pero este era un tanto despreocupado y algo perezoso por lo que estaba profundamente dormido. Luego, una de las enfermeras la cual era una señora mayor, de esas con las que te encariñas rápido porque se asemejan a una dulce madre, va hacia donde está ella y al estar cerca nota que el rostro de la jovencita está algo hinchado. —Oh Dios mío pobre angelito, ese hombre se ve que le pegó bien fuerte. La verdad no sé porque el policía imbécil de ayer no lo metió preso a él también. Como se atreve a pegarle así a una mujer y de paso una chica tan frágil como se ve ella —comentó la enfermera en voz muy baja viendo a Sabrina. Rápidamente, la dulce enfermera le dio unos pequeños toquecitos en su brazo derecho para despertarla con cuidado, y hablándole en tono de susurro le decía: —Señorita Morgan, Señorita Morgan. Sabrina, al sentir los toques y el susurro de la señora, abrió sus ojos lentamente, la miró, y con voz adormitada le dijo: —¿Qué pasa, quien es usted? La señora enfermera, traía consigo una botellita de agua y muy preocupada por el estado de la chica por todo lo que sucedía, estando frente a ella con su cara un tanto melancólica le explicó: —Linda, soy la enfermera, estás en el hospital, seguro debes de tener algo de dolor de cabeza porque dormiste mal. Toma, aquí te doy este analgésico para que te sientas un poco mejor. De inmediato, Sabrina se acomodó en la silla, y aceptó el analgésico no por que tenía dolor de cabeza si no porque sentía mucho dolor en su rostro y en su cuerpo, por los golpes que Nathan le dio anoche. Así que, dándole un sorbo a la botella de agua mirando a la mujer con mucha tristeza le respondió: —Muchas gracias señora —soltó un quejido —, la verdad me siento muy adolorida espero que este analgésico me caiga bien. Disculpe que la desconocí por un rato, es que creía que todo lo que pasaba había sido una pesadilla, pero no... es la realidad ¿Y dígame como esta mi padre? La enfermera tocó una de sus manos y le respondió con un tono de voz muy dulce: —Te venía a decir que tu padre despertó y está preguntando por ti. Quería que te despertaras poco a poco y que te tomaras el analgésico para que no te diera una jaqueca o algo por el estilo ya que se que no dormiste muy bien que digamos. Ven, acompáñame a la habitación. Sabrina muy ansiosa se levanta de la silla, y caminando muy rápido va junto con la enfermera hasta la habitación del señor Morgan. Al entrar, la rubia al ver a su padre con el rostro muy golpeado y demacrado por todo lo que le sucedía, de inmediato se le salieron las lágrimas y fue corriendo hasta su cama. Asimismo, el señor Bob al ver a su hija llorando y con el rostro golpeado, comenzó a llorar porque todo lo que les sucedió de la noche a la mañana parecía una perfecta pesadilla. Así pues, llorando y tocando el rostro de Sabrina le dijo: —Mi amor, ¿Qué te pasó en la cara? ¿Quién te golpeó? Sabrina tocando las manos de su padre, no le quiso decir que Nathan fue el que la golpeó para no preocuparlo más, así que mintiéndole le dijo con la voz quebrada del llanto: —No te preocupes papá, no fue nada. Ahora aquí el que importa eres tú, dime como te sientes y explícame que fue lo que pasó. El señor Morgan con las lágrimas cayendo sobre su rostro y con voz muy triste le respondió: —Hija, soy inocente, yo no maté a Martín y sabes perfectamente que jamás mataría a una persona, cuando yo ingresé a verlo él ya estaba muerto. Luego me acerqué a él y de pronto me desmayé y cuando desperté tenía una camisa que no era mía manchada de sangre y un cuchillo en la mano. ¡Te lo juro por tu madre que está en el cielo que no maté a ese señor, te lo juro!! Sabrina besando las manos de su padre con el rostro empapado de lágrimas, muy entristecida le contestó: —Si padre, yo te creo. Se que jamás harías algo así, yo voy hacer todo lo posible para probar tu inocencia, hoy mismo hablaré con el señor Nathan para que se investigue ese caso más a fondo y que no te metan a la cárcel. El señor Bob sosteniendo las manos de su hija, con cara de angustia le respondió: —No te preocupes mi amor, tu quédate tranquila que yo hablaré con él personalmente y le diré que todo esto se trata de un mal entendido. Cuando de repente, Nathan entró a la habitación del señor Morgan, dándole un gran punta pie a la puerta de manera muy violenta. El hombre no pudo dormir en toda la noche pensando en ir en horas de la mañana al hospital para ver si Bob Morgan había despertado y así confrontarlo cara a cara. Sabrina y el señor al ver aquel hombre entrar así tan de repente se espantaron de inmediato y la chica, con el rostro atemorizado por como iba a reaccionar Nathan, se levantó de la silla para impedir que golpeara a su padre de nuevo. Así pues, ella estando enfrente de él con los brazos extendidos tratando de defender a su padre exclamó: —¡Señor Nathan, por favor, no le haga más daño a mi padre. Ya suficiente hizo con golpearlo anoche así que le imploro que por favor no haga una locura más! Nathan bajó su mirada hacia ella, y con uno de sus brazos la empujó fuertemente haciendo que cayera estrepitosamente hacia el suelo. El señor Bob al ver como su hija cayó al suelo se sorprendió en gran manera y muy fuerte exclamó: —¡Sabrina! Nathan, quien aún estaba cegado de la rabia y del rencor por la muerte de su adorado padre, caminó muy despacio hacia la cama del señor Bob y estando muy cerca de él frente a frente le dijo: —Quería enfrentarte maldito, quería enfrentar cara a cara al asesino de mi padre. ¿Cómo pudiste matarlo de esa manera tan brutal? ¿Cómo pudiste matar a un hombre que te ofreció su amistad? Eres una basura y te haré pagar por todo lo que hiciste. El señor Bob, se quedó pasmado al ver a Nathan con ese rostro tan transformado lleno de ira, ya que sus ojos parecían como el de una bestia endemoniada a punto de matar a su presa. Entonces, el señor muy asustado al tener a ese hombre actuando así de frente, trató de calmarlo diciéndole: —Nathan, cálmate, yo no le hice nada a tu padre. Te lo juro. Te lo juro por lo más sagrado que fue la madre de Sabrina. El rubio, tomó al señor de la bata, y envolviendo la tela de la parte del cuello fuertemente con una de sus manos, acercó su rostro hacia él y con la mandíbula apretada le dijo: —Deja de mentir maldito, tu mataste a mi padre y todas las pruebas dan que tu fuiste el asesino. Digas lo que digas nadie te va a creer, ya estás hundido —envolvió más la tela en su mano al punto de casi ahorcarlo —, quisiera matarte, pero no lo haré porque no quiero ensuciar mis manos de sangre con semejante basura como tú. Sabrina al ver que el hombre estaba casi ahorcando al señor Morgan, va hacia él para detenerlo, pero él con su brazo vuelve a empujarla hacia el suelo. Nathan suelta al señor Bob, suspira profundo, libera el aire contenido y acomoda su traje para tratar de calmar su ira un poco. Luego, el rubio mira a Sabrina quien estaba muy atemorizada viéndolo desde el suelo y él con una sonrisa malévola mira al señor Bob y le dice: —Vez el rostro de tu hija, ese golpe se lo hice yo anoche. El señor Bob con lágrimas en sus ojos exclama: —¡Estás loco Nathan, se que todo lo que vez da a que yo fui el culpable, pero no, no lo soy. Y por favor Sabrina no tiene nada que ver en esto, no le hagas daño por favor! Nathan soltó una risilla sarcástica y acercándose nuevamente a él le contestó: —Pues… se que estás enfermo y que recibes tratamiento de diálisis renal, por lo tanto, si vas a la cárcel morirás rápido y eso no quiero. Lo único que aspiro es que sufras por lo que le hiciste a mi padre. Tu hija anoche me dijo que ella iría a la cárcel por ti cosa que me pareció muy fuera de lugar porque tú eres el que debes recibir el castigo… así que vine personalmente hoy al hospital para ver si habías despertado, y pedirte… la mano de tu hija. Me casaré con ella. Sabrina al escuchar las palabras del rubio, se levantó del suelo y colocándose enfrente de él le refutó: —¡Yo no me quiero casar con usted señor Nathan, prefiero ir a la cárcel! Prefiero estar encerrada en una cárcel cumpliendo la condena de mi padre que estar con un hombre violento como usted. Nathan se acercó a ella bajó su mirada, y con una de sus manos tomando el mentón de la pequeña rubia le respondió en tono sarcástico: —Si, pero ahora no quiero que vayas a la cárcel. Ahora quiero que te cases conmigo o si no tu padre morirá mmmm ¿Cómo en un mes? Además, todos los trabajadores de tu empresa se quedarán sin empleo y todo por la culpa del señor Morgan. Aprovechen mi bondad y decidan, si no la quieren los hundiré a los dos, a ti te dejaré en la calle, y el señor Morgan morirá. Aún no le he dicho a los medios que pasó exactamente con mi padre así que tienen chance todavía. El hombre soltó el rostro de Sabrina con mucha rudeza, se limpió su mano y se fue hacia la puerta. Luego, antes de salir se volteó y en tono muy demandante le sugirió: —Piénsalo bien, te esperaré en la compañía todo el día. El plan de Nathan era dejar que el señor Morgan estuviera vivo, para hacerlo sufrir con lo que más amaba, su hija y la empresa. A su vez, el rubio sabía que Sabrina era una chica muy inteligente, y que aparte de querer a su padre también protegía mucho su empresa, por lo tanto, la decisión estaba más que hecha. Él en toda la noche no durmió pensando en quitarle todo a Bob Morgan por venganza: su adorada hija y su empresa textil. Varios enfermeros y personal de seguridad habían llegado a la habitación del señor Bob, ya que, una de las enfermeras cuando pasó vio que Nathan estaba hablando con la chica, y de inmediato llamó a los hombres ya que sabía que el rubio era alguien muy violento, pero ya era demasiado tarde cuando fueron porque Nathan ya estaba de salida. —Señor, le pido por favor que salga del hospital —dijo el guardia de seguridad. Nathan apartándolo con mucha brusquedad le respondió: —¡No vez que ya salí imbécil! Pronto, el señor Bob y Sabrina se tomaron de las manos y los dos se le caían las lagrimas con gotas muy gruesas del rostro. El señor Morgan preferiría morir, al ver que su hija se casara con ese hombre tan malo como se veía Nathan Dónovan. Él jamás en su vida pensó que aquel empresario que se veía tan correcto en todo, iba ser tan poco hombre en pegarle de esa forma tan brutal y desalmada a Sabrina. Si lo hacía así en público enfrente de él como seria estando en la intimidad, así pues que el agarrado de manos con su única hija que era lo que más quería le dijo: —No te preocupes mi amor. Yo ya estoy viejo, iré a la cárcel y tu se libre. A ti te queda una vida por delante, mira que apenas tienes veintidós años, no quiero que te sacrifiques por mí. Enseguida, Sabrina le respondió: —No digas eso papá. Eres lo único que me queda en esta vida, mira que Lashmi se murió hace poco y ella era como una hermana para mí. Así que si te vas tú, la verdad para que quiero vivir si no tengo a nadie. Estaría muerta en vida —soltó un suspiro — …me casaré con Nathan, probaré tu inocencia y protegeré la empresa. Para Sabrina casarse con Nathan era lo más viable, porque estaba entre la espada y la pared, así que en realidad la chica no tenía escapatoria. Ella lo que más deseaba era salvar a su padre y mantenerlo vivo porque era lo único que le quedaba en la vida. Su madre murió de Cáncer cuando ella tenía ocho años de edad y hace poco Lashmi, su mejor amiga, había fallecido en un accidente de avión después de su boda durante un viaje a Pakistán su país natal, en plena luna de miel. Así que sacrificarse para su padre y la empresa era la única opción que ella tenía por los momentos. Entonces, las enfermeras al ver que el señor Morgan estaba muy agitado, decidieron sedarlo para que descansara un poco. Sabrina aprovechó esta situación para ir hacia la empresa de los Donovan y decirle a Nathan la noticia. Al llegar, la recepcionista enseguida le dio permiso para que ella subiera hasta la oficina del CEO, fue hasta el ascensor, y estando allí cerró sus ojos, porque en realidad no quería hacer eso. —Ahhh, como mi vida cambió de un día para otro. Nathan, el hombre de quien me enamoré hace años, ahora quiere casarse conmigo pero es obvio que por venganza. Las puertas del elevador se abren, ella sale y camina de inmediato hasta la oficina de Nathan. Pronto, toca la puerta y el rubio la recibe con una sonrisa sarcástica en sus labios. —Pasa, sabía que vendrías Sabrina Morgan. Toma asiento ¿Qué quieres beber, whiskey o ginebra? Sabrina, tragó profundo y sin mirarlo a los ojos por que le temía le expuso: —No, no quiero nada, tampoco me sentaré, vine rápido porque debo cuidar de mi padre y luego iré a la empresa. Además, tú sabes para que vine, seré breve … si me casaré contigo Nathan. Enseguida, Nathan al escuchar sus palabras, la tomó del brazo de manera brusca la haló con mucha fuerza y la tiró en el sofá. Luego, el rubio colocó sus dos grandes manos sobre los pequeños hombros de Sabrina, acercó lentamente su rostro hacia ella y mirándola fijamente le respondió: —¡Te dije, que te sentaras! Sabrina muy atemorizada miró el rostro de Nathan, tragó profundo y le contestó porque en realidad no tenía escapatoria con ese hombre: —Ok, ya estoy sentada.
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