Cuando la puerta metálica fue abierta, Nail alzó su cabeza, alerta. Murphy sonrió al verle. —Te ves un poco mejor después de tres días aquí encerrado —anunció con una sonrisa. Tomó la misma silla de la otra vez y le dio vuelta para sentarse a horcajadas en ella. La puerta fue abierta nuevamente y un hombre entró con una bandeja. A Nail se le hizo agua la boca al contemplar que contenía jugoso bistec y puré de patatas. El olor invadió sus fosas nasales hasta hacer rugir su estómago por el hambre. Murphy sonrió y recibió la bandeja dejándola sobre la mesa que estaba a su lado, la misma que estaba al lado de Nail. Sólo le separaba unos míseros cinco pasos de la comida y el hombre. —Lo siento, no he comido desde esta mañana —se disculpó tomando los servicios para cortar un trozo de carne
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books