Un matrimonio forzado.

1626 Words
Las semanas pasaron y todos los preparativos para mí supuesta boda estaban listos, tuve que mantener una dieta estricta de frutas y verduras... De vez en cuando a escondidas comía una que otra fritura, pero me delataba cuando iba al baño a vomitar porque mi organismo se estaba desintoxicando mi entrenador personal estaba detrás de mí como si fuera una niñera. Sin hablar del tratamiento que le dieron a mi piel, vivía en el spa para cuando llegó el gran día estaba lista para que mi padre me entregara a ese hombre. Mi vestido era corte de sirena muy sensual, mi peinado era un chongo recogido con una diadema de diamantes mi maquillaje fue realizado por una estilista profesional paso 3 horas haciendo mi peinado y maquillaje. La ceremonia iba a ser en una capilla que André tenía disponible exactamente para esa fecha, yo estaba sentada esperando que pasaran a recogerme para llevarme a la iglesia todos los que me miraban decían cosas como que ¡hermosa! O ¡Eres toda una princesa! Pero realmente yo estaba destrozada por dentro mi mundo se desmoronó como es que el día más maravilloso para una mujer sería el peor para mí... Yo tenía todo lo que una mujer podía desear el día de su boda lamentablemente no podía cambiar mi destino. Llegó mi padre que era quien me entregaría en el altar y aunque me negué por lo que fueron semanas, André fue quien tuvo la última palabra yo no podía refutar nada de sus palabras prácticamente mi vida me pertenecía. –Mi hermosa princesa, estás hermosa.– yo puse los ojos en blanco, que hipócrita sonaban sus palabras cuando él fue quien acabo con mi vida no toleraba verlo ni un segundo, me levanté y serví un poco de whisky de una botella que estaba en la mesa. Tomé un trago de golpe y luego me serví otro para tomar de nuevo, mi padre se levantó para quitarme la botella, pero yo la jalé bruscamente. –¡Suelta! No puedes beber es. Día de tu boda.– yo solté una carcajada irónica. –¿Esté circo? Por dios no es más que una farsa yo no amo a ese viejo y la única razón por la que estoy haciendo esto es por mamá.– él me miró con furia en sus ojos. –No dejaré que lo arruines me oíste mocosa malcriada.– yo volví a reír sarcásticamente. –Mucho cuidado como me hablas viejo idiota, desde hoy seré tu patrona y quieras o no me tendrás que respetar.– él quedó atónito por mis palabras. –Eres una engreída.– yo me acerqué para hablarle justamente en el rostro. –No, querido desde hoy vas a conocer cuan maldita puedo ser, me jodiste la vida, pero yo voy a j***r la tuya mil veces más porque si yo sufriré tú también.– él levantó su mano para darme una bofetada, pero yo la tomé en el aire evitando su golpe. –Mucho cuidado con lo que vas a hacer, que sea la última vez que me levantas la mano me oíste.– él estaba perplejo no esperaba mi reacción. –¿Quiero que digas si me entendiste?– él asintió lentamente, desde hoy sería su puta jefa y no me iba a volver a tocar en su vida. Llegó el momento de irnos y la limusina pasó para recogerme mi padre se tuvo que subir al lado del chófer, ya que yo no quería que fuera atrás conmigo. Al llegar a la iglesia me ayudaron a bajar y mi padre me tomo del brazo, yo no quería, pero era necesario al entrar todo estaba lleno de flores, margaritas que eran mis favoritas seguramente mi padre le fue con el chisme a mi futuro esposo y pensaba que sería un detalle, pero ahora odiaría esas flores para toda mi vida. Todos se levantaron y escuchaba cómo hablaban en cuchicheo de lo joven que era otros que era muy hermosa, al estar en el altar mi padre me entrego a mi futuro marido cuando eso sucedió todo se volvió en silencio no escuché las palabras del sacerdote cuando me preguntaba si aceptaba casarme con André Santini. –¿Perdón que dijo?– pregunté confundida. –Cariño que si aceptas casarte conmigo. Padre discúlpela es que debe estar nerviosa.– yo pensé por unos segundos y al fin acepté, oficialmente estábamos casados llegó el momento del beso y aunque no quería André me tomo de la cintura y me jaló a su cuerpo para besarme. No podía creer que mi primer beso sería de esta forma casándome, yo quería que fuera con alguien que me gustará y luego terminar con ese chico y besar otro experimentar que era el amor tantas cosas que me perdería porque mi juventud que iba a ser para experiencias y equivocaciones se había ido junto con mis sueños. En la recepción André me presumía con todo el mundo, todos quedaban asombrados con lo deslumbrante que estaba dentro de mí pensaba. (Claro, con semanas en gimnasio, spa y dietas tendría que dar resultado.) Todos celebraban incluso mi padre quien estaba tomando copas con el que ahora era mi esposo mirar esa escena me revolvió el estómago por culpa de ese maldito yo tuve que hacer esto. Caminé y lo que hice no me arrepentiría nunca, me senté en las piernas de André y comencé a acariciar su cabello. –¿Mi amor sabes algo?.– él me miró y me besó en los labios. –¿Si? Mi bella esposa.– yo señalé a mi padre con una sonrisa él sabía lo que iba a hacer humillarlo era mi plan. –Este hombre quiso golpearme momento antes de mi boda ¿Puedes creerlo?– André hizo que me quitará de sus piernas y miró a mi padre con furia. –¿Es eso verdad, quisiste golpear a mi mujer?– yo estaba que moría de risa con ver el rostro perplejo del viejo asustado. –Es... que... yo... Yo...– mi padre tartamudeaba sin poder terminar una frase. –Quiero que te largues de la fiesta de mi esposa, estúpido bueno para nada.– yo hice una señal de despedida sonriendo satisfactoriamente. –Adiós...– dije sonriente. El viejo se fue tan humillado que no pudo voltear a mirarme y yo estaba feliz era lo menos que me debía después todo lo que me había hecho. Cuando terminó la fiesta, fuimos al muelle donde estaba el yate de André uno de los tantos que tenía fuimos a una isla privada que le pertenecía, al llegar a esa lujosa mansión me cargó como lo hacen los esposos a sus esposas yo poco a poco sentía más miedo sabía que se acercaba la hora de entregar mi virtud a este hombre, cuando estuvimos en la habitación él se acercó para besarme yo trataba de alejarlo, pero era muy intenso y no retrocedía, cuando metió su mano por detrás de mi vestido para bajar el cierre yo lo detuve. –Por favor, ¿Puedes darme un minuto?– él suspiró y yo corrí al baño estuve ahí llorando no sé por cuánto tiempo, pero André comenzó a tocar la puerta... –Hey cariño te estoy esperando, ¿no me dejarás así la noche de nuestra boda?– yo suspiré y me quité el vestido. –No, ya salgo dame un minuto.– –Está bien, pero no tardes te esperaré en la cama.– al quitar mi vestido abrí una maleta donde mi diseñador colocó todo tipo de ropa transparente yo las miré y tenía ganas de morir jamás había usado algo así y menos frente a un hombre, ¿Qué mierda era esto? Me encogí de hombros y me puse lo primero que vi total igual este idiota me lo iba a arrancar, como también me quitaría mi virginidad. Solté mi peinado y me miré al espejo puse las dos manos en la base del grifo y sacudí mi cabeza, entonces miré una botella de alcohol no sé cómo bebí tanto en tan poco tiempo, pero casi me la acabé... Salí del baño dando tumbos y me pare frente a él me miró con ojos de deseo y se levantó para besar mi cuello, yo dejé que hiciera lo que quisiera conmigo ya nada me importaba esto se terminaría rápido cuando él acabara. Así fue cuando terminó se quedó dormido y aunque me sentía dolorida era más el dolor que tenía en el alma, fui otra vez a una mesa que estaba cerca y tome una botella bueno mejor dos igual si moría no importaba, salí de la habitación y comencé a beber, llorar me puse una almohada para ahogar los gritos de ira que sentía... Odiaba mi puta vida la odiaba con toda mi alma. Salí de la mansión y camine a la playa todo era borroso y me tambaleaba, llegué a la orilla y pensé en avanzar un poco más lo hice, cuando el agua estaba en mi cintura escuché un grito de André. –¿Qué diablos haces? ¿Estás loca?– yo mire atrás y luego seguí avanzando hasta que el agua llegó a mi cuello, André corrió para sacarme, pero yo lo comencé a golpear. –Déjame, déjame... te odio, te odio arruinaste mi vida te odio.– yo hacía fuerza para soltarme, pero él era hombre así que tenía más fuerza que yo como pude corrí de nuevo a la playa, pero él me sujeto con fuerza. –Suéltame, déjame morir te lo suplico.– él no habló y luego de eso no recuerdo nada debí desmayarme porque amanecí en una cama con otra ropa y marido durmiendo a mi lado.
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