¿La Parca? Claro, y yo soy la maldita Cenicienta pensó ella bajando de la cama con ironía. ¿Por qué diablos se sentía tan bien junto a él era lo que de verdad quería conocer, y esa curiosidad la impulsó a seguirlo. Eso y el olor a café recién hecho. En frente de ella se encontró una amplia cocina estilo rústico dentro de una casa que mezclaba lo terrenal del bosque, que se observaba desde los ventanales ubicados en la pared noreste, con lo moderno, lleno de electrodomésticos, y aparatos electrónicos ubicados por todas partes de aquella pequeña cabaña. Admirando la espalda de Mikkael, pudo ver más de cerca ese pergamino en su costilla, aunque no entendía nada de lo escrito pues parecía más un idioma antiguo escrito con signos y otras cosas. Un plato lleno de frutas en trozos, miel, sirop