NIÑOS SIN SONRISAS

1423 Words
La casa hogar "Niños y Sonrisas" no merecía ese nombre desde mi punto de vista, y, a decir verdad, cualquiera que conociera a fondo y realmente el lugar lo podía notar. Un alto edificio de color blanco con un gran portón n***o se alzaba delante de mi al bajar del auto del oficial. En un cartel algo gastado se leía el nombre del lugar, acompañado de el dibujo de un niño sonriente pero que, tal vez por el tiempo que lleva sin retoque, se ve algo tétrico y causaba un poco de miedo al mirarlo más de tres segundos seguidos. Atravesamos ese gran portón y seguimos viendo el color blanco por todos lados. No se escuchaba la risa de niños. Ni uno. -¿Está seguro que los niños de aquí están vivos?- le dije al oficial mostrándole abiertamente el desprecio que causó el lugar en mi pero antes de que este pudiera responder palabra se abrió una puerta de lado derecho del muro que ninguno de los dos había notado. Una alta señora de cabello n***o y con un peinado alto y apretado, con una larga falda negra y zapatos a juego nos dio una bienvenida que se sentía de cualquier forma, excepto cálida. -Buenos días oficial Gutierrez, lo estábamos esperando- Dijo la mujer mecánicamente y de inmediato dirigió su atención con una mueca en el rostro hacia mí que la miraba con la mejor cara de póker pero que realmente estaba paralizada por el miedo- Y tú debes ser la niña Laurosse. -¿Y usted quién es? ¿Cruella de Vil?- Se me notaba que sentía repulsión por la mujer que me miraba con odio y no tenía muy buen control de impulso al decir las cosas. -Oh, una bromista- Se acercó lo suficiente para quedar frente a frente conmigo y bajó la voz hasta tener un tono amenazante- No me gustan las bromistas.- Enderezandose y dirigiéndose al oficial que estaba estático viendo el enfrentamiento entre nosotras- Soy la sra Ana Dinamite, directora de esta casa hogar. Tuve que ahogar una risa ante las posibilidades de hacer explotar a la mujer, como su propio nombre lo indica: como dinamita. -Bien- El oficial carraspeó incómodo bajo la mirada de aquella ruda mujer, pero la ignoró y se dirigió únicamente a mi que me aferraba a su mano, se colocó a mi altura y bajo el tono- Taína, ya verás que tendrás muchos amigos. Pronto vendré a verte, te lo prometo. . . . La tristeza y decepción con la que lo miro ella no se le borraría nunca de la cabeza, eso es lo que pensaba al dirigirse a su coche, tampoco las duras palabras de aquella mujer Aquí las visitas las asigno yo, si desea venir tiene que avisar un mes antes y esperar una cita Algo malo había en esa mujer, de ahí la respuesta de él antes de irse Le recuerdo que soy policía y la policía no necesita citas ni mucho menos previo aviso. Hasta pronto. La amenaza estaba impresa en sus palabras y de camino a la comisaría solo pensaba en si había hecho lo correcto dejando a esa niña ahí, ella que ha sufrido tanto en su corta vida… . . . Subía  los escalones sin quitar la mirada de la espalda de aquella horrible mujer, temía que en cualquier momento de descuido me empezara a azotar. Llegamos a un segundo piso y en este solo habían salones de clases. Tristes. Vacíos. Sin pegatinas ni dibujos felices. En el tercer piso estaban las habitaciones, en el ala derecho la zona de niñas y en el izquierdo la de niños. Había un piso más, Cruella (como yo misma bauticé a la sra. Dinamite) me dijo que si era castigada sería enviada ahí. En este estaba una sola habitación de la que no quiso hablar, solo dijo que nunca subiera al 4to piso si no iba ella o algún otro profesor a buscarme para llevarme a éste. Caminé hasta el ala derecha del tercer piso y en este encontró una gran puerta blanca con una simple palabra escrita de mala gana. NIÑAS. Así, sin más. No mariposas, no color rosa, no nada. Al entrar habían unas 40 camas en una amplia habitación, 20 de cada lado, y varios pares de ojos que  miraban con curiosidad. Que empiece el cuestionario pensé algo fastidiada. Caminó sin voltear a ver a ninguno de esos ojos que nos miraban detalladamente y escogí intencionalmente la cama más alejada del lado donde habían más camas vacías. Dejé la maleta y a Matilde encima de la cama y me senté en ella, dándole la espalda a las demás, cerrando los ojos y deseando desaparecer. -Si quieres conservar tu muñeca lo mejor es que la escondas.- Una voz de una niña de más o menos mi edad me sacó del trance en el que llevaba ya 10 minutos. Abrí los ojos, suspiré, y lentamente me dio la vuelta para quedar frente a mis compañeras y para conocer el rostro de aquella voz. Una niña de su tamaño, de tez aceitunada y un cabello azabache y liso con flequillo perfecto fue la que se dirigió a mí, dándome tal consejo. “Taína era una niña muy desconfiada y era normal que lo fuera pues su vida no ha sido fácil” eso era lo que las enfermeras murmuraban con lástima cuando creían que estaba dormida. “Nunca ha podido disfrutar su infancia” ¡pero se equivocaban, un poco al menos!, de no ser por Matilde me hubiera vuelto loca ya. Así que, debido a mi veloz racionamiento, capté que estas niñas serían algo así como mis hermanas y que no valía la pena tratarlas de mal manera ya que viviría un largo tiempo con su compañía. -Soy Lila Heck- la niña seguía delante de mí esperando porque saliera del aturdimiento. Recobré la compostura y con mi típica soltura hablé hacia ella. -Hola, es un placer soy Taína Laurosse. ¿Por qué dices que debo esconder a Matilde? -Pues por la señora Dinamite, es obvio- habló otra niña que estaba a dos camas de la de Lila, la cual estaba frente a la mía, esta era rubia y de unos 10 años, sus ojos eran tan celestes como el cielo pero se veía mucha tristeza en ellos... Como el cielo nublado pensé La niña rubia siguió: -No le gusta que tengamos muñecas ni peluches ni nada que nos recuerde que fuimos felices. Soy Kami, bienvenida al hogar "Niños sin Sonrisas"- dijo con ironía y casi se puede jurar que sus ojos tristes se nublaron aún más. Las chicas eran muy dulces, me enseñaron el escondite en la pared donde todas guardaban al menos un detalle de su vida pasada, como dice Kami, de cuando eran felices. Todas fueron muy amables y, con un sentimiento que nunca fui capaz de sentir, acepté con decepción y tristeza que sentía pena por ellas, por lo triste que se veía la mirada de todas. Ojos verdes como el bosque, azules como el cielo y el mar, unos marrones como la madera mas bonita, pero todos con una tristeza absoluta. Mis tristes amigas. Pero, ¿Saben qué? Por fin tenía amigas. A la hora de la comida todas bajamos en el más grande silencio, en una fila india salieron del cuarto y de frente, al pasar la puerta que identifica el cuarto de niñas, vieron otra fila igual de niños, menos que nosotras, tal vez 4, uno de ellos era tan pequeño que iba de la mano con otro un poco mayor que él y la tristeza se apoderó de mí.. Era extraño que ese día sintiera tantas emociones distintas, había escuchado al doctor decirle a la enfermera de turno estando en el hospital haciéndome la dormida que yo no tenía sentimientos, o por lo menos, los tenía reprimidos, pero desde que llegué a este deprimente lugar empecé a sentir realmente. No dolor físico sino emociones. Sentimientos. Tristes sentimientos pero sentimiento al fin y al cabo. Las dos filas de niños tristes bajaron al segundo piso, cruzando en un pasillo llegamos al comedor. Y nos sentamos cada uno en un asiento. Niños delante de niñas. Lila me apartó en silencio el asiento a su lado y lo agradecí en silencio también. Todos callados. Todos tristes. Nadie sonrie, solo la mueca fea de la horrible Cruella parada junto a la silla de la punta de la mesa, la mas grande y ornamentada. Realmente es la Casa de los Niños sin Sonrisas.
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