LA HERMANDAD DE LAS NIÑAS TRISTES

1188 Words
La tarde llegó y las niñas subimos a la habitación a asearnos, Alía, una niña que compartía la habitación pero algo callada, me explicó que tenía que usar un uniforme especial para los días de clases pero que, al ser sábado, no tenía por qué usarlo. Todas se sentaron en círculo y empezaron a hablar sobre ellas, para que yo me sintiera más cómoda y lo agradecí de corazón -Soy Mandy- Dijo la mayor, de 13 años, era blanca, casi tan blanca como yo, y con unos ojos verde oscuro. Esta seguía dando una breve introducción de su edad y su color favorito. Añadiendo que llevaba desde los 5 años en la casa hogar, con esto hizo que el ambiente se hiciera un poco más pesado pero continuaron hablando niñas.  -Me llamo Grace.- Era el turno de una niña morena de bonito cabello y ojos un poco más claros que los de la anterior. Grace les dijo que tenía 7. -Soy Cristal.- Era el turno de una pequeña de 4 años con el cabello casi blanco y ojos celestes brillantisimos. -Mi nombre es Vivi, tengo 10 años y 3 aquí. -Dijo una rubia de ojos grises bajando el rostro con tristeza, su tez era tan clara que daba miedo pero luego escuché que está venía de Rusia. -Lucci- Dijo cortante una pequeña de cabello n***o alborotado y ojos marrones, dijo también que tenia 8 años pero la verdad es que no hablaba mucho.  -Mi nombre es Ámbar, tengo 9 años.- Una trigueña de ojos marrones que me miraba con una sonrisa que revelaba le faltaba un diente. -Y yo soy Molly. -Una rubia de ojos marrones muy oscuros me miró haciendo una pequeña reverencia como princesa y prosiguió diciendo que tenía 12 años. No hacía falta que Kami y Lila se presentaran ya que eran las más parlanchinas del grupo y alegraban a todas. Luego de asearme y peinar mi largo cabello me coloqué un vestido celeste de pequeñas flores blancas y unos zapatos blancos que hacían juego. Las niñas bajamos en la típica fila india con el típico silencio, ya me sentía encerrada en un círculo sin poder salir de el y eso hacía que me sintiera muy mal, aunque, a decir verdad, ya no tenía que pensar en Greg ni mi madre y tenía amigas y a Julius, Matilde debía de estar orgullosa de ella, pero, al pensar en la pobre muñeca encerrada en ese agujero en la pared me sentí muy mala, ella me había cuidado de tantos peligros y ahora yo la había dejado ahí, solita. Al llegar al comedor la sra Cruella estaba sentada en su silla ornamentada y cada niño se ubicó en un asiento. La comida se veía más apetecible que la de temprano: Avena caliente y un pedazo de pan. También me di cuenta que no conocía a la cocinera ni a ningún profesor pero supuse que el lunes los conocería a todos. Luego de la cena fuimos llevados a un amplio salón dentro de la casa donde había un piano lleno de polvo pues no se podía usar y perturbar el silencio, también habían varios tableros de ajedrez y damas, una gran biblioteca que hizo que se iluminara mi rostro con emoción, podía leer y lo iba a hacer. Prácticamente corrí hasta allí y leí los nombres de aquellos viejos libros hasta encontrar uno que decía "Las verdaderas historias de las princesas de cuento". Ese llamó mi atención pero... tal vez no debí leerlo. El miedo, el terror, no sabía que sentir, nunca pensé en que las hermanastras de cenicienta se cortaban los pies para hacer que las zapatillas entrarán, ni que a la bella durmiente la violaba un príncipe malvado. Subí llorando a la habitación como la niña pequeña que era y me acosté, deseando no despertar. Mi mundo de princesas había sido dañado tanto como el real y destruido para toda la vida. . . . Era mitad de la noche, ya todas estaban dormidas, ninguna de las niñas quiso molestar a Taína ya que todas sabían que la primera noche allí no era fácil. Taína despertó agitada pero al recobrar completamente el sentido recordó donde estaba y bajó de la cama. Sabía que no debía salir de su habitación a esas horas pero la curiosidad de seguir leyendo, de tal vez encontrar una historia más alegre que alejará a los monstruos de sus sueños, fue más fuerte que ella y la hizo bajar a la biblioteca donde había estado horas antes. Encendió una pequeña vela y se sentó al lado del sillón, en el suelo. Empezó a leer sobre Peter pan, un cuento alegre, y deseaba de sobremanera irse al País de Nunca Jamás con los niños perdidos y campanita, cuando le arrebataron el libro con violencia. El miedo la hizo gritar y sintió la pesada mano de Cruella de Vil sobre su mejilla -Maldita mocosa, ¿qué es lo que haces aquí? Sabes que no puedes salir de tu habitación pero haré que no se te olvide más nunca. -La mirada de odio de esta era muy fuerte, tanto que la paralizó del miedo. Levantando a la niña por el cabello la arrastró escaleras arriba y la llevo al 4to piso. La niña gritaba y pedía ayuda pero nadie la socorrió.  El miedo vivía en esa casa, eso era definitivo. Mientras pataleaba y luchaba se dio cuenta, con asombro, de que ahí estaba, aquella figura masculina que no desamparaba a su amigo el otro día, ahora estaba dentro de la casa y la miraba, directamente a ella. Quiso decir algo, a él o a Cruella pero nada más que chillidos dolorosos salieron de su boca Al llegar, la habitación era oscura y tenía un horrible olor, a la niña le dolía la cabeza pues su cabello aún era maltratado. No se veía nada pero se notaba la presencia de ratas y cucarachas, como Kami le había dicho. Debió haberla escuchado... -Aquí te quedarás, niña del demonio. -Dijo la mujer, no sin antes propinarle otro bofetón ya que la pequeña, que sabemos no se queda callada, la amenazó: -Cuando el Oficial Gutierrez venga a verme le contaré todo lo que hace usted, vieja y mala Cruella de Vil!!!- Le gritó la niña. -Y aún crees que vendrá a verte? Ya se debe haber olvidado de ti, mocosa. No lo verás nunca más. Y nadie te salvará NUNCA. -Fue lo último pronunciado por la mujer que salió, cerrando la habitación por fuera y dejando a la niña dándole patadas y golpes a la puerta, gritando y llorando, tal vez para evitar pensar en el miedo que le daba estar encerrada con animales tan asquerosos. Taína se durmió entre lamentos y temblando del frío, pensando en Peter Pan, que, con esta oscuridad, jamás iría a buscar su sombra ni se toparía con ella en ese estado para salvarla. Y soñó toda la noche con aquel hombre que por alguna extraña razón, la miraba. Estiró su mano hacia él, y sin darse cuenta, el cálido apretón le dio la tranquilidad que necesitaba para profundizarse en las lagunas del sueño.
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