Las puertas del elevador se cerraron frente a mí y me apoyé sobre el espejo del fondo dando un largo suspiro que era en parte muestra de alivio como de nervios; me costaba creer que el beso, que aún carcomía mi mente, de verdad hubiese tenido lugar y no fuese solo una invención de mis acalorados deseos. Apreté y mordí mi labio inferior, aún podía sentir el sabor a fresa de su labial, y podía oler restos de su perfume en mi piel. Solo la certeza de que en poco tiempo podría tenerla sobre mí una vez más… Saboreándola una vez más, me mantenía cuerdo y bajo control, de otro modo estaría perdiendo la entereza. Miré a mi derecha, Bárbara miraba con impaciencia el panel luminoso, podía ver el movimiento ansioso de su pierna izquierda mientras su pie subía y bajaba casi imperceptiblemente. Enton