Inhala...
Había perdido la cuenta de cuántas veces intenté calmarme. Era inútil. Mi mente no dejaba de girar desde el momento en que Yara apareció en mi puerta con una prueba de embarazo en la mano, pero era "por si acaso", o eso me dijo.
Jamás hubiera imaginado estar en esta situación. No pensé que algo así me sucedería, pero supongo que es algo que tarde o temprano cualquiera podría enfrentar. La vida está llena de sorpresas... y esta era enorme.
Oh, Dios. El pánico comenzó a subir por mi cuerpo como un escalofrío. ¿Y si salía positiva? Intenté relajarme, pero mi cuerpo parecía negarse a cooperar. No había forma de ignorar lo que estaba a punto de suceder.
Miré la prueba, ahora sobre la mesa de la sala. La tapamos, no porque no quisiéramos saber el resultado, sino porque esa pequeña tapa significaba un respiro. Un respiro que en cinco minutos desaparecería por completo.
El reloj sonó. Se acabó el tiempo.
Inhala. Exhala. Mi pecho subía y bajaba, pero era inútil. No podía moverme, no podía darle la vuelta a esa prueba. Mis manos temblaban ligeramente y mi corazón retumbaba en los oídos. Yara, sentada a mi lado, parecía más tranquila de lo que yo me sentía, aunque seguro que ella también estaba conteniendo el aliento.
—Yara... —mi voz apenas era un susurro detrás de mis manos, que cubrían mi rostro—. ¿Puedes hacerlo tú? Yo... no puedo.
—De acuerdo. Vamos, lo haremos juntas —dijo con suavidad. Contó hasta tres. Un, dos, tres... Y entonces el silencio. Un silencio tan pesado que sentí que nos ahogaba. Sólo nuestras respiraciones entrecortadas llenaban el aire.
—¿Yara...? —insistí, con la ansiedad invadiendo mi cuerpo. Necesitaba una respuesta, cualquier cosa que rompiera esa tensión.
—Es... positivo —respondió finalmente, su voz tan suave como una caricia, pero con un peso que sentí en cada fibra de mi ser.
Positivo.
Mi mente tardó unos segundos en procesar la palabra. Positivo. Esa pequeña palabra que lo cambió todo. Abrí los ojos y la miré fijamente. Por un momento, el mundo entero pareció detenerse.
Positivo. La palabra rebotaba dentro de mi cabeza como un eco interminable. Mis labios temblaron, pero para mi sorpresa, una leve sonrisa se asomó en ellos.
—Estoy... estoy embarazada —susurré, aún incrédula, pero con una chispa de asombro en mi voz.
*
Después de un instante de shock, mi cuerpo reaccionó de la forma más inesperada. La adrenalina fluyó por mis venas y de alguna manera, toda la tensión que había acumulado se desvaneció. No estaba asustada, estaba... feliz.
Estoy embarazada.
Una sensación de euforia mezclada con confusión me invadió. ¿Cuánto tiempo tendría? ¿Cuándo llegaría el bebé? ¿Qué sería de mis estudios, de mis sueños? Pero, sobre todo, ¿qué iba a decirle a Enzo?
—¡Nathalia! Esto es increíble, piensa en el bebé. Tú y Enzo serán unos padres maravillosos —dijo Yara con una sonrisa radiante, llenándome de un calor reconfortante.
Mi mejor amiga, siempre a mi lado. Siempre incondicional. Su sonrisa lo decía todo, no importaba lo que ocurriera, ella estaría ahí para mí, para nosotros. Era como mi otra mitad, mi alma gemela.
—Sí... pero necesito hablar con Enzo —murmuré, sabiendo que esa conversación sería otro gran desafío. Sabía que el bebé era suyo, no había dudas. Después de esa noche juntos, no había estado con nadie más. Pero ¿cómo iba a reaccionar él?
—¡Es fácil! —exclamó Yara con entusiasmo—. Hoy en día, puedes encontrar a cualquier persona en internet. Busquemos su perfil, seguro tiene r************* . Escríbele, dile que necesitas hablar urgentemente.
—Buena idea... —dije, aunque por dentro me consumía la incertidumbre. Abrí el portátil que descansaba en la mesa frente a nosotras y escribí su nombre en el buscador: "Enzo Miller Chicago". Una mezcla de nervios y esperanza me envolvía. Con un poco de suerte, encontraríamos algo.
Lo que descubrí me dejó completamente atónita.
Miles de entradas. No era simplemente porque había muchas personas con su mismo nombre. No, era él. Enzo Miller, mi Enzo, estaba en todas las fotos, en todos los artículos. Pero no como lo conocía... sino como Vicenzo Miller, fundador y CEO de Miller Enterprises, una de las corporaciones más poderosas de los Estados Unidos.
Mi mente empezó a conectar las piezas. El lujoso ático, su aire de misterio aquella noche cuando le pregunté quién era... Todo tenía sentido ahora.
El primer artículo que leí lo dejaba claro:
"Vicenzo Miller, uno de los empresarios más jóvenes y exitosos de Chicago, ha cerrado su primer acuerdo multimillonario..."
Mis manos temblaban mientras leía. Un millonario. Estaba embarazada de un millonario.
Y en ese momento, una realidad aterradora me golpeó: ¿Creería Enzo que el bebé era suyo?