Había pasado las últimas horas sumergida en una minuciosa investigación en Internet, buscando toda la información posible. Ahora, Enzo y yo estábamos en la consulta del médico. Esta vez nos recibió una doctora de mayor edad; al parecer, el otro médico estaba de viaje en el hospital. —Buenas tardes, señor y señora Miller. Soy la doctora Sandra —nos saludó con una sonrisa amable. ¿Señora Miller? Me tomó por sorpresa. Al parecer, Enzo había reservado la cita usando nuestros apellidos como si fuéramos un matrimonio. No me había dado cuenta de que, según él, ya habíamos dado ese paso. Sonreí porque me dio un poco de gracia como lo dijo. Después de saludarnos, entramos en la sala de tratamiento. La doctora Sandra comenzó a explicarnos el procedimiento con calma. Su tono y forma de hablar me t