La chispa que sentí con Enzo, la que creí que nos uniría, se desvaneció en cuestión de segundos. Todo pasó tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de asimilarlo. Cuando él se levantó de la mesa, su gesto fue tan brusco que me dejó con un nudo en el pecho. Su mirada ni siquiera me alcanzó mientras le pedía la cuenta al mesero. Apenas unos minutos antes, habíamos compartido una cena que parecía maravillosa. Pero ahora... solo había silencio. "¿Qué hice mal?", me pregunté una y otra vez, tratando de descifrar el porqué de su comportamiento. Tal vez fui yo la que interpretó todo de forma equivocada. Tal vez él jamás había sentido lo mismo. Las dudas me carcomían mientras caminábamos en silencio de regreso al hotel. Al llegar a la habitación, el portazo detrás de nosotros resonó con la fuerza