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Inefable

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Blurb

Miranda acaba de cumplir dieciocho años y su futuro se ve en juego cuando el amor, la amistad y el odio se hacen presentes en su vida. Como insegura que es la vida, esta chica tendrá que ayudar a su mejor amigo a salir a delante de una depresión intensa al mismo tiempo que ella intentara alimentar una relación amorosa con un chico mayor por varios años. ¿Que dificultades podría experimentar una chica que aparentemente quiere cuidar de sus seres queridos? La dificultad mayor se hace presente cuando un hombre del pasado amenaza con arrebatarle la felicidad a esta chica aparentemente indefensa.

Inefable es el desenlace final de una petición que abarca amor, deseo, anhelo, sexo y dolor.

Libro 3 de la serie ¡Pídeme que te olvide! Basada en algunos hechos reales.

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1
PRIMERA PARTE "OLVIDAME" UNA SEMANA DESPUES DEL JUEGO Los ojos de Emilio estaban cerrados, su pecho subía y bajaba suavemente al ritmo de su respiración. Parecía que el dormir lo tranquilizaba de su ansiedad. ¿Ansiedad? Resulto ser que la lesión fue mas que un simple roce entre jugadores. El movimiento se había aplicado con intención propia de causar daño y el daño fue lo que arraso con el corazón de mi amigo. ¿Volvería al campo de futbol? ¿Podría siquiera tener la oportunidad de cumplir con su mayor sueño? Ahora mismo el único sueño que tenia era el que su imaginación inconsciente le proyectaba. Sus labios entreabiertos, yeso en la pierna derecha y su cuerpo cubierto con una bata de paciente de hospital color crema. Sus pestañas estaban perfectamente bien dibujadas, eran las once de la noche cuando decidí acariciar su mejilla. Mi tacto fue suave, repentino y lleno de mucha inocencia. Mi pulgar trazo un camino de círculos muy cerca de sus labios rojizos y el corazón se me acelero justo en el momento en el que sus ojos se abrieron ¡Había estado durmiendo toda la tarde! —¿Aun no te has ido a casa? —su pregunta me hizo sonreír. Se incorporo tratando de enderezar la cama de forma automática con el control remoto, quedo sentado sobre el colchón y sus ojos recién despiertos lucían muy bonitos con la tenue luz del foco. —No, es que me gusta cuidar de ti. Tu madre se la paso toda la mañana aquí y realmente se veía cansada. Así que me ofrecí para ocupar su lugar. Enarco una ceja y con la mano derecha se tallo el ojo izquierdo. —¿Y no te aburre estar cuidando de mi? —¿Aburrirme? ¿Por que debería aburrirme? Si te pones a pensar antes solíamos pasar mucho tiempo en mi habitación acostados sin hacer nada o simplemente viendo alguna serie de Netflix. Tú dime, ¿por que razón debería sentirme aburrida? Lo pensó por unos segundos antes de responderme, en su muñeca derecha había una pulsera de color blanco con su nombre escrito; era su ficha de paciente. —Creo que ahora deberías estar cuidando de Édgar y no de mi. Su respuesta me sorprendió muchísimo, de verdad no esperaba que él me fuera a decir algo así. Deje escapar un suspiro. —Édgar no necesita de mi cuidado. Èl se encuentra en perfecto estado, aquí el que me preocupa eres tú y por eso estoy desvelándome contigo. —Pero y ¿él no se pone celoso de que su novia ande cuidando de su mejor amigo? ¡Impactada! Era verdad que las cosas entre Édgar y yo no estaban del todo referidas a mi querido Emilio. —Aun no somos novios. —¿Entonces que son? Hice una mueca chistosa y le di una palmadita suave en la mejilla. —Solo somos dos corazones que aun no andan de románticos. Nos estamos conociendo un poco más. Le pareció muy curiosa mi respuesta, sus labios hicieron una mueca lo mas parecida a una sonrisa. —¿Y él te gusta? —Un poco. —¿Y quieres ir a verlo esta noche? Le lance una mirada seria. ¡Canijo Emilio estaba tratando de deshacerse de mi! —Tonto. ¿Quieres que te deje ahora mismo? Porque si eso quieres no tengo problema en irme a mi casa. —¡No te enojes! Solo estaba bromeando. —Esas bromitas tuyas, casi haces que me largue de aquí. —¿Te piensas desvelar conmigo? —¿Tú no piensas dormir? —Estuve durmiendo toda la tarde, ahora mismo lo que me sobra es energía. Si no fuera por este estúpido yeso ya andaría lejos de este lugar. ¡Justamente hoy viernes era la fiesta de la facultad de Arte! Asentí, estaba totalmente de acuerdo con él. Emilio había desarrollado perfectamente bien su lado fiestero ahora que había pasado un año en la universidad. —Pero como estas enyesado, creo que no hay otra opción mas que desvelarme contigo. ¿Quieres ver algo en Netflix? Traje mi laptop. Sus ojos se posaron sobre mis ojos por varios segundos silenciosos y pude notar como sus pupilas se excitaban al ver mi sonrisa. —Mmmmm. ¿Al menos cenaste algo? —Unas galletas de chocolate. ¿Tu tienes hambre? Me lanzo una mirada curiosa. —Tengo antojo de algo dulce. —¿Dulces a las once de la noche? —¡Si! ¿Esta mal que tenga ese antojo? Tu dijiste que nos íbamos a desvelar. Ahora él estaba jugando a querer chantajearme. Le regale una mirada pensativa. —No, para nada esta mal. Déjame ir a traerte algo de la maquina que esta en la recepción de abajo. Si vamos a desvelarnos, hay que hacerlo bien. ¡Tendremos una pijamada en un hospital! —Vale, esta bien. Hace años que no hacíamos algo así. Asentí. Y no es que hubieran pasado realmente muchos años; fue solo un año el que había transcurrido y quizá para ambos se sentía como milenios estar lejos el uno del otro. Vivir en San Francisco si me obligó a extrañar demasiado a mi amigo. —Aparte de tus dulces ¿quieres otra cosa? Su gesto me hizo enarcar las cejas, de pronto parecía un poco angustiado. —¡Quiero hacer pipi! El rubor pinto sus mejillas. ¿Hacer pipi? Eso no estaba en lo planes de la noche y aun en toda mi amistad con Emilio nunca imagine que algún día yo tendría que ayudarlo para que pudiera orinar. Sentí una sensación muy curiosa, algo así como un cosquilleo fuerte. —¿Puedes levantarte o prefieres que te traiga el pato? —Mmmmm. Podrías traer el pato, pero no es muy cómodo realmente. —¿Entonces quieres que te acompañe hasta el sanitario? —Si, si no te incomoda. ¿Incomodarme? Pues ni que yo fuera una desconocida para él. —Tú tranquilo, hemos dormido juntos y estoy acostumbrada a ver parte de tu cuerpo. ¡Mentí! Nunca había visto de más refiriéndome a su entrepierna o el área de su pelvis, esa zona si era desconocida para mi. Era común que Emilio estuviera en mi habitación sin playera, en short o incluso hasta en ropa interior. ¡Pero nunca había visto mas allá de sus boxers! —¡Bueno! Pues vamos, ayúdame que ya no aguanto. Emilio se giro moviendo sus pierna de forma lenta, tuve que ayudarlo a sentarse en la cama. Me posicione justo a su costado derecho, pase su brazo por detrás de mi cuello porque resultaba ser que mi querido enfermo no sabia usar las muletas y no quería aprender a manejarlas. ¡Que flojo! Pase mi brazo por su cadera y ambos nos pusimos de pie; aproximadamente tardamos mas de tres minutos en llegar al sanitario. Abrí la puerta, sus ojos se cruzaron con los míos y era el momento de hacerlo. —Bien ya estábamos aquí, ahora todo depende de ti. Prácticamente cuando estas en el hospital te hacen quitarte toda la ropa y solo dejan que tu ropa interior cubra lo mas intimo de ti; en el caso de mi amigo sus boxers eran de color gris, con mucha fuerza me agarre de la tela de la espalda y así lo ayude a mantener el equilibrio. Pierna izquierda desnuda, pierna derecha flotando a causa del yeso y yo detrás escuchando como el chorro de pipi caía en la porcelana con agua. Un segundo. Cinco segundos. Diez segundos. Quince segundos. Veinte segundos. ¡Treinta segundos! Literalmente vacío todo el deposito de agua potable de su cuerpo. —¡Listo! Ya termine. —Enjuágate las manos. —Por supuesto, no creas que soy un cochino. — Yo no dije que lo fueras, pero no descartes la posibilidad. Hueles a mucho sudor. Deberías tomar un baño. —¿Tu me bañarías? Lo fulmine con la mirada. —¡Obvio! No seas zoquete, soy tu mejor amiga, es normal que yo hiciera algo así por ti. Mi respuesta le hizo sonreír. —Dale pues, entonces pospongamos nuestra cena de dulces y báñame. ¡Soy todo tuyo! —¡Calmado canijo! Eres de tu mamá. Reímos los dos. —Bueno pues ya, a ver siéntate. En la ducha había un banco de plástico color blanco, con mucha suavidad le ayude a sentarse. —¿Podrías poner un poco de música? Me hizo una mirada tierna. —Déjame ir por mi celular. —Aquí te espero. Pon a Imagine Dragons. Thunder era su canción favorita. Sali del sanitario y camine hasta la mesita que quedaba justo al lado de la cama. Tome mi celular y encendí la pantalla. Dos llamadas perdidas de Édgar. Ya eran las once treinta y pensé que lo mejor seria escribirle un mensaje. Miranda: . No pude contestarte. ¡Estoy bien! Envié el mensaje y no pasaron ni cinco segundos cuando me leyó. Édgar escribiendo... Édgar: Me alegra saber que estas bien. ¿Cómo esta Emilio? Miranda: Él esta bien. Ahora mismo le daré un baño. Édgar: ¡Un baño! Pero tu eres una chica. No seria apropiado que vieras a tu amigo desnudo. Deje escapar una risita tonta. —Hasta aquí se escucha tu risa. —Chismoso. ¡Déjame ser! —¿Me quito el calzón? —A menos que quieras bañarte con ropa interior, haz lo que mejor te parezca. Entre al sanitario. Miranda: ¡Tranquilo! Emilio cuenta conmigo en un momento como este, además no puede valerse del todo por si mismo. ¡Y tú sabes que nos conocemos de toda la vida! Te dejo, que ya lo empezare a bañar. Descansa bien esta noche. —¿Hablas con Édgar? —Si. Me estaba preguntando por ti. —¡Es un buen tipo! —Eso lo se. Abrí Spotify y busque Imagine Dragons. —¿Ya te desvestiste? —Si, pero me da un poco de pena. —Pues te la aguantas. Intentare no ver nada aunque la neta es imposible. Deje escapar una risa con sonrisa amplia. Escuche que él suspiraba —¿Ya vas a poner la música? —¿Thunder? —¡Thunder! La melodía empezó a sonar, me arremangue el pantalón y entre a la ducha. Mi querido Emilio estaba sentado y su pierna se recargaba sobre una pequeña plataforma de azulejo y concreto. En realidad mi trabajo en la ducha solo fue pasarle el jabón, el champú, abrirle la llave a la regadera y ayudarle a sostener su pierna enyesada. ¡Sin querer vi a Emilio cómo Dios lo había traído al mundo! Y eso hizo que él se sonrojara. Me empece a reír sin querer y él solo intentaba cantar la canción para intentar esconder su vergüenza.

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