Tania se fue y yo me quedé a solas con mis miedos. Ni siquiera un concurso interesante en la televisión y la llamada de mi madre me calmaron. Sentí un frío desagradable en el interior, y cuando sonó el timbre de la puerta, caí en el pánico. Estaba asustada de ir a la puerta a ver en la mirilla. "Porque, negué la oferta de Tania”, - pasó por mi cabeza. El teléfono también sonó. Cogí el teléfono con las manos temblorosas. ¡Gracias a Dios no fue Timoteo! - Cariño, ¿qué está pasando? ¿Por qué no quieres abrirme la puerta? - preguntó Iván con preocupación. Corrí a la puerta, abrí y cuando vi mi cara favorita, caí en sus brazos. - ¡Iván! ¡Qué bueno que seas tú! - exclamé y solté conteniendo las lágrimas de la histeria. - ¿Qué es este circo en tu puerta? Tuve que contarle todo y ver su cara