“Los dejaremos luchar en paz”, Bradan luchó contra el escalofrío que le dio este hombre. “Y cuando mi mujer mate a tu hombre, veremos quién eres”.
El hombre gris no reconoció la presencia de Bradan por palabra o movimiento.
Melcorka esperó mientras Erik caminaba hacia ella, sonriendo, con la espada suelta en la mano derecha. Le había puesto una púa larga al botón central de su escudo, mientras que los dos cuervos parecían girar la cabeza para mirar a Melcorka.
“Fue un placer matar a Owen”, dijo Erik. “Será un placer mayor matarte, mujer espadachín”. Todavía sonriendo, echó a correr, sosteniendo el escudo frente a él.
Melcorka esperó y se hizo a un lado un instante antes de que Erik la alcanzara. Giró a Defender, apuntando al escudo, y jadeó cuando Erik paró su golpe con su espada de ho
