CAPÍTULO IILos pájaros cantaban y Virginia trató de diferenciarlos entre ellos sí escuchando sus trinos. Con lentitud, haciendo un gran esfuerzo, abrió los ojos. Una nube de mariposas rojas, blancas y amarillas se movía a través de un cielo intensamente azul. Se sintió envuelta en una atmósfera de paz y felicidad y, de pronto, un rostro apareció entre ella y el firmamento y una voz, muy suave, pero al mismo tiempo muy excitada, dijo: —¡Estás despierta, Virginia! ¡Estás despierta! Virginia trató de hablar y pensó, por un momento, que tenía la garganta paralizada. Luego, casi en un murmullo, preguntó: —¿Quién… es usted? —Soy tu tía, Virginia. ¡Tu tía Ella May! ¿Me recuerdas? —Ahora… sí… te… recuerdo— apenas si podían escucharse sus palabras. Virginia cerró los ojos y se quedó dormida.