CAPÍTULO OCHO La noche continuó tremendamente fría, el viento en una tremenda tormenta, pero esto no evitó que Ceres obligara al caballo a avanzar a una velocidad frenética, decidida a llegar hasta Rexo si había tiempo suficiente. Durante horas, la lluvia la golpeó como si se tratara de fragmentos de hielo, dejándole la ropa empapada y los dedos rígidos por la congelación, la furia contra su madre y Lord Blaku la llevaba. Finalmente, vio el muro exterior de la capital y, al cesar la lluvia, bajó la velocidad del caballo hasta el trote. El sol estaba en lo alto de las Montañas Alva, brillando a través de las nubes que se iban disipando y besaba los edificios blancos de la capital dorada y, con cerca de una hora libre antes de tener que presentarse en palacio, Ceres saltó del caballo y lle