Lograr una esposa para él

1609 Words
Cuatro años atrás: —George —la puerta de la oficina se abrió de golpe para dar paso a la elegante Anne Gautier, su madre. Chloe se vio sacudida, le sorprendió la aparición de la mujer. La noticia que George acababa de darle la dejó aturdida. Chloe no se incorporó de la silla como bien hubiera hecho en otra ocasión, al ver que la Ministra ingresó a la oficina, solo se quedó mirando a la elegante mujer que atravesó el espacio entre la puerta y el escritorio de George. —Felicidades, hijo, yo sabía que ibas a lograrlo, estás destinado a convertirte en el líder de este país —le dijo demostrando el júbilo inmenso que la estaba embargando con semejante noticia. Chloe sabía que no era de esperar menos, George se lo merecía, había trabajado tanto que el simple hecho que le dieran la candidatura era el reconocimiento a tanta dedicación, es lo mínimo que podían darle, y su madre lo estaba reconociendo, y lo celebraba sin ningún disimulo. No tenía nada que esconder, merecía mostrarle a George cuanto le complacía el paso que estaba dando en su trayectoria profesional y política. Chloe debía hacer lo mismo, solo que su citación personal, el pequeño infierno que ella se creó al insistir en sumirse en un silencio que no le estaba haciendo bien, en ese momento comenzó a desplegar sus efectos. Se sintió mareada y con muchas náuseas. Le costó disimular. —Si me disculpan un momento —dijo y se incorporó de la silla, miró discretamente a George y con un ademán de cabeza se excusó una vez más y abandonó la oficina. Como pudo llegó a su oficina, cerró la puerta y corrió hacia el pequeño baño que tiene allí, cerró la puerta asegurando el pestillo para evitar ser perturbada. Se sentía muy mal. Tuvo que inclinarse sobre el wáter para volcar su estómago. Al finalizar quedó mucho más débil, friolenta y temblorosa. Tuvo que recostarse sobre el lavado para buscar reponerse y lavar su boca y sus manos. No imaginó ponerse así, era la primera vez que le sucedía. Tomó asiento sobre la tapa del wáter por unos segundos y desde el otro lado de la puerta escuchó la voz de Mell, su asistente. —Licenciada, disculpe —escuchó que la llamó—. El senador salió a una reunión con la Ministra, me mandó a decirle que no han terminado de conversar y que al regresar retoman la reunión que estaba sosteniendo con usted. «Reunión», dijo Chloe en su mente. «¿En qué momento estuvo programada?» inquirió el subconsciente. No recordaba haber apuntado una reunión para esa hora, al contrario, dejó algunos espacios libres dentro de su agenda para adelantar todo el trabajo que tenían atrasado. —Gracias —le dijo Chloe a Mell en voz alta. Esperó a escuchar el cierre de la puerta de su oficina para esperar el momento oportuno para decidir salir del baño, antes de hacerlo se detuvo a verse al espejo del lavado y comprobó cuán desmejorada estaba. Salió a su oficina a buscar su bolso y tomó su bolso de maquillaje. Le urgía disimular las ojeras y el semblante decaído que estaba presentando. Siempre ha cuidado su imagen, por muy agotada o triste que pudiera estar siempre se ha presentado como una mujer incapaz de quebrarse ni siquiera por el exceso de trabajo, y es que le ha tocado duro, su vida no ha sido fácil, pero en el proceso ha aprendido a separar las situaciones y a clasificar las emociones. En ese preciso momento aunque involucraba a George, aquí él era su jefe, lo que estaba por encima de la relación que habían estado sosteniendo, para el mundo ellos son solo jefe y empleada y así debía mantenerse hasta que llegara el momento oportuno. Para Chloe ese momento había llegado, no podía seguir ocultando más un secreto que los une a ambos, un hijo. Tomó asiento en su sillón detrás de su escritorio, luego de ver satisfecho su deseo de verse impecable, se tomó un sorbo de agua de un vaso que tiene en una esquina de su escritorio sobre una bandeja. Lo devolvió a su lugar y suspiró. Decidió esperar a George a que regresara y así le propondría que se hiciera de un tiempo en cualquier momento de esa noche para verse. Había llegado el momento de hablar. Chloe lo vio como el momento ideal, esperaba que para George este fuera su mejor momento. Se dio ánimo para dejar de sentir la noticia de su embarazo como el fin de su vida y su relación. Con esa idea, retomó el trabajo que estaba haciendo antes de la llegada de George, el malestar pasó, quedó en el olvido y Mell al entrar y salir varias veces la hizo olvidarse de todo, incluso de percibir que las horas habían transcurrido y George no llegó para el almuerzo, le tocó ir a un edificio contiguo a resolver un inconveniente más de todos los que se le presentaban día a día, y por eso no volvió a pensar en su problema. Para cuando regresó a su oficina había anochecido. —Licenciada, buenas noches —advirtió Mell su llegada. —Hola Mell, ¿Alguna novedad en mi ausencia? —le preguntó y dejó las carpetas que tenía en sus manos sobre el escritorio de su asistente—. ¿El senador llegó? —Sí, él vino y se fue hace una hora, le dejó dicho que estuviera al pendiente de su teléfono, se fue a un cóctel que se celebra en la casa del partido en honor a su postulación —le informó—. Le dejó en su escritorio una carpeta con algunos requerimientos, dijo que no los iniciara hoy, mañana a primera puede comenzar. —¡Qué bueno! Estoy agotada, ni pude terminar de almorzar —manifestó sintiéndose fatigada—. Me iré, estaré temprano aquí el día de mañana. No tardó en su oficina, ni se molestó en revisar la carpeta que George le dejó. Estaba cerrando la puerta cuando Mell volvió a llamar su atención. —Ah, Licenciada, olvidé decirle, la Ministra le dejó dicho que no es necesaria su asistencia al cóctel —expresó su asistente haciendo gestos de estar apenada por el olvido. A Chloe esta notificación no le afectó, se sentía bastante baja de energías como para insistir en ir a un lugar donde sabía que no tendría descanso, porque aunque no es parte la organización de ese cóctel, al ser la asistente de George, a su lado siempre trabaja, el único momento que no lo hace es cuando se dan sus escapadas en la soledad de la cabaña que les ha servido como ese mundo paralelo donde solo son ellos dos. —¡Perfecto! —contestó Chloe—. Para mí no hay problema. Nos vemos mañana. Cuida cerrar bien todo. Manejó hasta su departamento, y estando allí, se dedicó a descansar y ser la mujer que era en ese momento, la madre del bebé del candidato a la presidencia. Comió un poco más de lo normal y eso la dejó más agotada, se durmió sin darse cuenta, y eso no le permitió darse cuenta de las tres llamadas de George. —George, ¿Qué haces? Están esperando para que te tomes las fotos para el titular del anuncio —escuchó detrás de él la voz de su madre. Estaba preocupado porque le había dejado dicho a Chloe que la esperaba allí, y habían transcurrido tres horas y no daba señal. —Dame unos minutos, ya estaré con ustedes —le dijo y le dio la espalda para insistir en hablar con Chloe. No lo logró y al final tuvo que disimular su preocupación y accedió a tomarse todas las fotografías que a su madre se le ocurrió eran necesarias para escoger la mejor para el titular de los periódicos y el portal de los principales noticieros del país. Para empeorar más su preocupación, a su madre se le ocurrió que todos, los más allegados debían dirigirse a la casa familiar a celebrar. Su hermano que era encargado de negocios estaba llegando de un viaje y no alcanzó a ir al cóctel, lo que justificó el deseo de su madre de seguir celebrando. George no pudo negarse, y con preocupación, en el trayecto a la casa de sus padres, marcó varias veces al número de Chloe sin ningún éxito. —Felicidades hermano —le dijo Álvaro, su hermano—. Hasta que al fin volvimos al lugar que nos corresponde. —No seas exagerado, aún no gano la presidencia —le respondió George con una sonrisa en los labios. —Lo evidente no se puede negar, deja ser recatado en tu apreciación, las cifras de las encuestas que tímidamente se han ido haciendo nada más que para sondear la situación de los posibles candidatos, te daban como ganador. —Lo único que está faltando aquí es cumplir con el otro requisito, el más complicado —intervino Anne de pronto llevando en sus manos dos copas de champagne—. Tengan —se las entregó a ambos. —¿Cuál? —le inquirió Álvaro. —Lograr una esposa para él, George debe estar casado porque sí para el día de la inscripción de su candidatura —adujo Anne en un tono de voz autoritario. A George eso no lo tomaba por sorpresa, lo sabía, así como también tenía definido quién sería esa mujer que haría con él el equipo sólido que todo mandatario presidencial necesita a su lado, Chloe. Él desde mucho antes había elegido a su copiloto en ese largo camino.
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