Paranoia

1389 Words
Me detengo frente a mi entrada en el aeropuerto, ya están llamando para abordar y por poco llego tarde. Giro mi rostro hacia atrás y veo a Alex con su fuerte expresión gruñona mientras que arrastra mi maleta. Me rio entre dientes cuando los desconocidos apartan la mirada al hacer contacto visual con ella. —Te van a salir arrugas —le advierto cuando llega hasta mí. —Me va a salir es una puta hernia, Amber, por dios, ¿qué mierda cargas en esa maleta? —Estás fuera de forma, eso es todo —le arrebato mi maleta con un suspiro. Nos quedamos en silencio unos segundos, escuchando los llamados a los pasajeros para abordar, yo debería estar corriendo para registrar mi maleta y revisar mis papeles, pero en lugar de eso estoy parada frente a mi hermana con un sabor agridulce en la boca. —Siempre que tengas problemas puedes llamarme, lo sabes, ¿no? Asiento ante su mirada feroz. Alexa siempre ha resuelto los problemas, de una u otra forma. No dejaría que alguien me hiciera daño, ella me enseñó a defenderme y también una de las leyes más importante en nuestra vida: “Si no lastimas, saldrás lastimada”. —Los voy a extrañar —susurro lanzándome a sus brazos. —Cuídate, Amber —besa mi mejilla. Sin mirar atrás tomo mi camino hacia Brooklyn. ******* Al fin estoy en casa. Suspiro. Cierro la puerta de mi apartamento, paso el seguro y me giro. Observo las escaleras que están a un lado de la puerta, llevan a las habitaciones y al baño, del otro lado, el pasillo estrecho y alfombrado que lleva a la sala-comedor y a la cocina. Tengo hambre, pero quiero darme un baño y deshacer la maleta primero. La sujeto otra vez y comienzo a subir las escaleras que también están cubiertas por una alfombra color crema. Las dos puertas de las habitaciones se muestran a un lado del corto pasillo y al fondo el baño. Mi habitación tiene paredes blancas, con una pequeña terraza que está separada por puertas de cristal. No me gustaba al principio, pero me he acostumbrado, me gusta cómo se siente el sol de las mañanas cuando entra por allí. Me recuesto cansada en mi cama y busco en mi pequeña cartera mi teléfono. Le envío mensajes a Alexa, mis amigos y a Jesse. Sonrío al ver mi fondo de pantalla, somos él y yo. Lo he extrañado y quiero verlo, pero todavía tengo mucho que hacer. ******* Recojo mi cabello y tomo todo lo necesario para salir. Mi estómago gruñe. Jodida memoria, cuando iba a prepararme el almuerzo no había absolutamente nada en mi nevera, entonces recordé que cuando me iba no había hecho las compras. Salgo de mi casa, cerrando con llave ambas puertas rojas. Camino por la calle despejada en la tarde del domingo. Respiro el aire fresco y disfruto del ruido urbano. Las cuadras van disminuyendo hasta que llego por fin a mi destino. Entro a la agradable tienda de comida, tomo una canasta y comienzo a buscar lo que necesito de manera rápida. Muero de hambre y lo que menos quiero es tomarme más tiempo del que necesito. Entre los pasillos veo a un hombre, tiene una gorra de beisbol que oculta su rostro, pero es grande y tiene brazos fuertes. Por lo general no me distraigo viendo hombres en los mercados, pero este hombre tiene algo que me pone los vellos de punta. Está en cada pasillo que piso y eso comienza a ponerme nerviosa, intento con disimulo mirarlo bien, vislumbrar algo de sus facciones, pero todo lo que obtengo es una vista de su mandíbula cuadrada. Bien, suficiente del análisis al sujeto. Me largo de aquí. ¿Y si se trata de un pervertido? Mierda, no gracias. Me escabullo hacia las cajeras y espero a que me cobren para poder marcharme. Por suerte un taxi pasa y se detiene cuando extiendo mi mano para hacerle señas. En el auto suelto un suspiro aliviada. Tal vez no se trataba de nada, pero me siento extraña y mi corazón está alocado. Estoy siendo paranoica. Estoy permitiendo que mis pensamientos se adueñen de mí. Tengo que parar. Tengo que… volver a acostumbrarme a estar sola. Cuando mi teléfono suena me sobresalto, el nombre de mi mejor amigo está en la pantalla y contesto sin dudar, su voz y presencia siempre me hacen sentir menos…rara. —Hola, cielo —contesto, escucho música de fondo y eso significa que debe estar en una fiesta. —¡Dulce, querida! ¿Qué tal tu viaje? Una vez escuchó a Alexa decirme así y se adueñó del apodo, desde entonces me dice “dulce”. —Estupendo —sonrío—. Buena música, por cierto. —¡Oh, sí! ¿Quieres venir? —noto su voz extraña, ha bebido—, solo estamos algunos amigos y yo, nada que no puedas manejar —soltó con voz coqueta. —Gracias, pero no, estoy algo cansada —hace un ruido de desaprobación—. Tengo mucho que organizar y mañana tengo que ir a la academia temprano. Te quiero. —Ciao, dulce —se despide. Natalie y él fueron los primeros amigos que hice cuando entre a la academia, aunque ellos no estudian allí, en cambio trabajan, Emi es estilista y Nat recepcionista. Cuando me estoy bajando del auto miro hacia la esquina de la calle, un sujeto con gorra es lo que veo, pero la siguiente vez que miro ya no está. Mi piel está erizada y fría. Sacudo mi cabeza. No puede ser, tuvo que haber sido otro, eso es todo. O a lo mejor ya estoy alucinando. ***** Mientras lavo los platos mi paranoia es sustituida por molestia. Jesse no me ha llamado en toda la tarde, pensé que él sería el primero en buscarme cuando se enterara de que estaba de regreso, pero no era así. Ni siquiera un mísero mensaje. Soy su novia, debería preocuparse por mí, debería tener la decencia de llamarme para saber cómo estoy. —Voy a volverme loca —decreto—. Muy loca. Lo llamaré yo y fin del asunto. Tomo mi celular y busco su número, en los primero dos tonos no contesta. —Vamos —susurro después del tercero. —Habla Jesse. Odio que conteste de esa forma, pero a mí nunca me habló así. —¿Es que no sabe quién soy?¿A caso no tienes el número de tu novia guardado? —respondo brusca. —¿Amber? Cierro mis ojos y froto mi frente. —No —suelto sarcástica—, ¡Tu otra novia! —No tengo otra novia —ríe tranquilo—. Tengo a una rubia sexy que no estoy interesado en enfurecer. Resoplo. —Mucho mejor —sonrío—, ¿Por qué no me respondiste? —Vi tu mensaje, nena —aclara su garganta—, pero he estado ocupado y no pude responderte, cuando leí que llegaste, no me preocupé. —¿Ocupado? —Cielo, suenas como una novia psicópata —arrugo mi frente—, sabes a qué me refiero, trabajo. Tiene razón, no suelo ser así. —Perdón, es que solo… he estado un poco sensible —me excuso. —A ti te perdono lo que sea, ¿Dónde estás? —camino hacia la ventana al lado de mi pequeño comedor. —En casa, ¿Quieres venir? —pregunto esperanzada—, es tarde podríamos… —me interrumpe. —No sabes cuánto deseo eso, pero no puedo, aun no termino el trabajo, te veo mañana, ¿Sí? Su respuesta no ayuda a mi ansiedad. —De acuerdo, Jess —suspiro—, nos vemos mañana. —Esa es mi chica, te quiero —se despide. Cuelgo decepcionada, no quería estar esta noche sola y lo extraño, físicamente. El sexo con Jesse siempre es…bueno. Me vuelvo a sentar en el sofá resignada, enciendo la televisión y pongo una película de terror, mi hermana dice que no es buena idea que las vea cuando me siento asustada, pero aunque no lo crea, me distraen, inventé un juego hace mucho que mantiene mi mente alejada del miedo. —Primer error…—digo. Enumerar los errores de los protagonistas me hace pensar en ellos y no en mí.
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