Styx miró la camioneta alejarse, y se metió corriendo al bosque con sus hombres. Las granadas golpeaban su pecho, las botas estaban pesadas por el lodo, y su respiración se ocultaba en la oscuridad. Escuchaba los pasos de las botas de sus hombres, y el corazón brincando en su pecho cuando saltó varios árboles caídos. Styx no era el hijo perfecto, no estaba limpio, ni libre de muertes. Tenía un pasado que lo entrenó para ese momento, para defender su venganza. Su cuerpo fue forjado en el fuego y el dolor. Las heridas nunca cicatrizaron, y sus manos no soltaban hasta matar. La mirada implacable, las pisadas fuertes y la afilada determinación, lo llevaron a sentir el fuego de una explosión lamer sus mejillas. Se cubrió un poco con el brazo y miró como un hombre corría encendido en fuego. Las