Si bien la joven Booker había llegado con la intención de hablar con tranquilidad con Silas, al ver a su madre en el vestíbulo de aquella casa sólo significaba que habría sí o sí una discusión. Ya que su madre no era la más deseosa de hablar con su progenitor, y para Dahlia, si su madre no se sentía cómoda, ella tampoco.
—¿Qué haces aquí, mamá?
—La verdad ni idea, tú padre me llamó. —ella intentaba mantenerse serena, pero se notaba a leguas que estaba incómoda. —La verdad, no quiero ni verlo.
—Ni yo, pero esto lo solucionaremos juntas, si él intenta hacer algo...
—No te preocupes, cariño. —Camila miró a su hija y pasó una mano por su cabello, tratando de tranquilizarla. — De todos modos, era cuestión de tiempo para que lo vuelva a ver.
Dahlia quería decirle que no era necesario que ella lo vea, pero un guardia se acercó a ellas y les pidió que pasaran a la oficina. La joven sostuvo la mano de su madre, transmitiendo su apoyo en esa situación. Juntas avanzaron hacia la entrada, la cual fue abierta por el guardia, dando pase a madre e hija.
Lo primero que vio al entrar, fue a su padre sentado en aquel sillón detrás de su escritorio con un semblante de puro enojo, y por un lado se veía a un moreno con el ceño fruncido, mirando fijamente a su Alfa. Sin embargo, esas miradas fueron cambiadas cuando ambas ingresaron. Dahlia pudo sentir a su madre tensarse, miró su rostro y pudo ver que ella se encontraba terriblemente incómoda en aquel ambiente, pero a la vez mostraba un semblante neutral.
Por otro lado, cuando Silas pudo oler el aroma de su compañera de vida, sintió mucha alegría tanto así que el enojo que sentía, disminuyó. No obstante, al no ver la marca en el cuello de su ex pareja y al ver a su hija, le recordó que él había marcado su destino con otra mujer, madre de su segunda hija. Esto conllevó a que se recriminara así mismo por sus decisiones tomadas.
—¿Para qué nos llamaste? —preguntó Dahlia de manera que todos se desconectaron de sus pensamientos y se centraran el por qué de aquella reunión. — Espero que sea importante, estaba almorzando.
—Son casi las cinco de la tarde... —ella se encogió de hombros sin importarle su comentario. Silas nuevamente frunció el ceño, recordando el por qué de su enojo. —Myles me dijo sobre la marca en tu brazo.
—¿Por eso me llamaste? —la incredulidad estaba plasmada en su rostro.
—¿Acaso no entiendes lo grave de esta situación? ¡Portas la marca del cazador!
—¡¿Y eso qué?! Hace unos días no creía en la existencia de los licántropos, por lo tanto tampoco tenía idea sobre el significado de ese tatuaje. —respondió enojada porque él le alzara la voz. La única persona que podía recriminarle era su madre, pero no iba a dejar que Silas tuviera autoridad en su vida. — Creo que Myles te habrá contado que Alejandro, mi padre, portó esa marca. —ante la mención del otro hombre que le había criado, Silas hizo una mueca de disgusto y miró fijamente a Camila.
—¿Te casaste con otro hombre?
—Bueno, si tú podías seguir tu vida, ¿Por qué yo no? —habló esta vez Camila con tranquilidad, no iba dejar que él la humillara otra vez.
—¡Pero no con cualquier hombre, sino un cazador! — ante tal aclaración espero que Camila se sorprendiera ante eso, pero ella seguía igual de neutral. Tanto él como Myles y Dahlia se dieron cuenta. — Lo sabías... —aunque eso quisiera sonar como una pregunta sonó más bien a una afirmación. —¡Lo sabías!
—Claro que lo sabía, ¿Acaso no merezco saber con quién me he casado? —preguntó en doble sentido, sabiendo que no solo hablaba de Alejandro, sino también de Silas. Dahlia murmuró algo que no escuchó su padre puesto que estaba concentrado mirando a Camila, pero Myles escuchó: "Denso".
—¿Por qué? —preguntó Silas levantándose de su asiento y apoyándose en el escritorio.— ¡¿Por qué de todos los malditos hombres o licántropos en este mundo, tenías que casarte con un cazador?!
—¡Por ti y por ella! —gritó sorprendiendo a los presentes.— ¡¿Eso querías escuchar?! —preguntó esperando que él dijera algo, pero se mantuvo mudo. — Lo hice por ella, para que no fuera una mujer indefensa como yo, porque si mi hija se llegara encontrar con un licántropo, quería que ella supiera la forma de defenderse. —Dahlia miró a su madre, con asombro, por una parte se sentía confundida, pero la otra se sentía orgullosa por tenerla como madre. — Y lo hice por ti, porque me hiciste tanto daño que lo único que deseaba era alejarme completamente de ti, de todo lo que yo conocía y adoraba. Alejandro me enseñó su secreto y cuando yo le dije sobre la descendencia de Dahlia, él no dudó en apoyarme sabiendo quién era su verdadero padre.
Silas miró con otros ojos a su ex esposa, notó en sus ojos el sufrimiento que él le había causado y lo que ese sufrimiento conllevó hacer aquellos planes. No podía culparla, se merecía eso y mucho más pero no podía evitar enojarse al saber que su hija portaba la marca del cazador por culpa de él. Myles miró a Dahlia, ella solo movió sus labios intentando decirle que ellas debían irse antes de que todo se descontrole más.
—¿Sabes lo que pasará ahora? —su voz se tiñó de seriedad, ante lo escuchado por su ex compañera. —La manada no la aceptará en cuánto se enteren de su marca.
—Entonces que no lo sepan. —dijo esta vez ella llamando su atención. —No quiero ser Alfa, en mis planes no está liderar tu manada o si quiera vivir en ella. —El corazón de Silas bombeó más lento, ante lo dicho por su hija. Myles agachó la cabeza, no queriendo escuchar eso. — Por ahora, que nadie se entere, todos creerán que soy una simple humana y cuando hayamos solucionado el tema sobre el cargo, yo me iré y nadie volverá a saber de mí. De tal modo, que nadie y nunca se enteran que porto la marca del cazador.
Silas meditó su plan y luego miró a su Beta esperando que él dijera algo al respecto. El moreno levantó la mirada y en vez de ver a su Alfa, miró fijamente a madre e hija, esperando que esta última dijera lo contrario.
—Creo que es una buena idea. —soltó al ver a la castaña decidida ante aquella propuesta.— Si la manada no se entera, no habrá nada que preocuparse.
Gilmore pensó en el consejo de su Beta, y miró fijamente a su hija, pensando en la probabilidad de que funcionara ese plan. Luego miró a Camila y se dio cuenta que se lo debía.
—De acuerdo, pero debes ocultar la marca de quien sea, nadie de la manada debe enterarse.
—Hecho, ahora si eso es todo, tengo muchas cosas que hacer.
Sujetando la mano de su madre, ambas salieron de aquel lugar, dejando otra vez solos al Alfa y Beta en aquella oficina. El moreno quien se había quedado pensando en Camila, la cual estaba en un conflicto con ella misma al ver a Silas otra vez, fue sacado de sus pensamientos cuando Silas habló en voz alta.
—Hay cosas que me arrepiento Myles, si yo no la hubiera engañado ellas hubieran estado a mi lado... —El Beta quería decirle que se lo merecía por comportarse con su compañera, aquella que era su hermana. Pero no podía hacerlo, no por falta de valentía sino por el bien de ellas, y también de su familia.
—Lamentablemente no podemos volver el tiempo atrás, lo único que nos queda son dos opciones, resignarse con tal decisión o hacer algo al respecto. —dijo con total calma sorprendiendo a su amigo. —Mi consejo, como amigo, es que tenga paciencia, intente enmendar su error, ahora tiene la posibilidad de estar con su hija y si es posible, pedirle perdón a Camila,
Myles sabía que eso último lo tenía complicado, Camila sólo estaba en ese lugar por su hija, se había alejado por él. La única manera para que Dahlia permaneciera cerca de su padre, era que Camila misma lo perdonara. El Alfa asintió y aceptó el consejo de su Beta, sabiendo que él más que nadie podía conocerlas.
A la mañana siguiente, Dahlia se había levantado temprano para poder hacer un poco de ejercicio, cuando fue Myles a su habitación, quien quiso avisarle para ir a los campos de entrenamiento. La joven se vistió con algo cómodo para hacer ejercicio y salió junto al Beta de la manada.
—Los campos están divididos por tres secciones. En la primera es un campo abierto para que los jóvenes puedan comenzar su entrenamiento cuerpo a cuerpo. —Señaló a los jóvenes que peleaban en pareja, y algunos dejaban de pelear para observar al Beta y a la humana. — En el segundo, practican con diferentes armas.
—¿Usan cualquier arma? ¿De fuego o blancas? —Él asintió, haciendo sonreír a la castaña.—Definitivamente esa es mi área.
—Y por último tenemos una serie de obstáculos, este se usa para formar equipos y que peleen unos con otros hasta que derroten a sus contrincantes.
—Eso suena aún más genial, cuando estuve en un campamento militar, nos mandaban hacer lo mismo. Con la única diferencia que debíamos hallar una bandera del equipo contrario. —Myles quedó pensando en su relato y creyó que posiblemente podrían implementar eso.
De repente, pararon al escuchar el nombre de Myles. Los dos se dieron la vuelta y pudieron ver a un hombre, de la misma edad del moreno, acercarse hacia ellos. El Beta de la manada se mostró contento ante su llegada y ambos se saludaron en un abrazo amistoso. Algunos licántropos, miraron a ambos amigos para luego fijar su atención en ella.
—¿Quién es ella Myles? —preguntó el hombre sacando de sus pensamientos a Dahlia. Myles se mostró nervioso sin saber cómo presentarla, en cambio ella se mantenía serena.
—Ella es Dahlia...
—Booker, Dahlia Booker. —alzó su mano y la estrechó con el amigos del moreno. — Disculpe, ¿Y usted es...?
—Francisco Barrera, pero sólo dime Fran. —ella asintió y mostró una leve sonrisa. — Booker... juraría haber escuchado tu apellido.
—Posiblemente, debe haber miles de Booker en el mundo. —dijo con simpleza, no queriendo decir quién era su madre, posiblemente la reconocieran y todo el mundo hablarían de ello. Él asintió poco convencido, entonces Myles intervino.
—Fran está encargado de entrenar a los jóvenes, y elegir aquellos que entran a la guardia de la manada.
—¿Todos sin excepción deben entrenar? —preguntó curiosa la humana.
—Así sea mujer u varón, todos entrenan, a partir de su primera transformación.
—O sea a sus dieciséis. —Ambos asintieron. — Ya veo...
—Quise traer a Dahlia a los campos de entrenamiento, se mostró muy entusiasmada al respecto.
—No me digas que quieres entrenar. —Dahlia sonrió de lado, sorprendiendo a Barrera. Quien por un momento notó cierta familiaridad con ella. —No me lo tomes a mal, pero tú...
—¿Soy humana? Sí, lo sé. Pero no hay subestimar a la persona, ¿No?
Fran miró a Myles buscando alguna negativa por su parte, pero él se encogió de hombros. Según Camila, Dahlia no era cualquier humana, ella podía con cualquier cosa o persona que se le atravesara en el camino. Tal vez se debía por la crianza dada por su padrastro.
—Mira la pelea de mis alumnos y dime si estás segura de lo que deseas.
Ella no dijo nada y siguió a Fran por el primer campo de entramiento. Observó a todos los licántropos peleando, analizó sus movimientos de peleas e incluso las técnicas que usaban para hacerlos caer. Debía admitir que no estaban tan mal, pero su fuerza y sentidos de licántropos lo compensaban. Estuvo unos quince minutos observando hasta que escuchó la pregunta de Fran.
—¿Y? ¿Qué dices?
Detalló un poco más a los jóvenes y mostró una sonrisa de lado, dándole un mal presentimiento a Myles puesto que aquella sonrisa reflejaba, no orgullo ni alegría, sino solo pura perversión y maldad.
—Sí.
Fran llevó dos dedos a sus labios y soltó un fuerte silbido llamando a todos sus alumnos. Los licántropos dejaron de pelear para acercarse hacia su entrenador, él escogió dos de ellos y los puso delante de ella.
—Escoge contra quien pelearás.
Ella frunció el ceño y analizó a ambos jóvenes. Los había visto pelear hace un momento, y no eran los mejores, por lo que supuso que Fran los escogió para que no la lastimara. Sonrió, al parecer subestima sus habilidades, entonces tendría que probar que no era tan débil por ser humana. Su vista se quedó en un pequeño grupo de cuatro murmurando entre ellos.
—Quiero pelear con él. —señaló al chico que murmuraba a lo lejos, hasta que calló de repente al ver todas sus miradas en él.
—¿Estás segura? — preguntó Fran un poco incómodo, Dahlia no era tonta y había escogido al mejor peleador del grupo en general. Ella asintió sin vacilar. Myles se acercó a su oído y susurró tan bajito como fuera posible.
—Si llegas a tener problemas, no dudes en decirlo.
Dahlia quiso decir que no habría problema, pero decidió callar y solamente atinó asentir ante su propuesta. Por otro lado, Fran no tuvo de otra que aceptar, si ella y Myles no se oponían debía dejar que la humana peleara. El joven que había señalado, se acercó al medio esperando que ella también se acercara. Los demás aprendices murmuraban entre ellos sobre la posible derrota de la humana.
—Escucha no debes demostrar esto por fuerza. —dijo el joven poniéndose en posición de pelea. Dahlia suprimió una carcajada por sus palabras.
—Esto no se trata de fuerza, se trata de estrategia.
Al ver la tranquilidad de Dahlia, él no dudó en atacar primero lanzando un golpe a su rostro. Ella con sus dos manos agarró su brazo para guiarlo a un lado, aprovechó ese momento para alzar su rodilla y golpearlo en el estómago dejándolo sin aire por un breve tiempo. Luego con su codo alzado golpeó su cabeza, al estar él encogido por el golpe en el estómago.
El licántropo empujó a Dahlia liberándose de su agarre, pero se sentía aturdido por los golpes en la cabeza y en el estómago que intentó controlar la furia por aquella humana. La castaña sonrió al ver los ojos dorados del lobo, como si se contuviera por no transformarse. Los demás murmuraban otra vez, pero esta vez confundidos por el contra ataque de Dahlia. Myles se llevó una mano a su barbilla curioso por ver aquella demostración, sabía que había sido entrenada por un cazador pero aún así le preocupaba su bienestar.
—Myles, ¿De dónde le has traído? —preguntó Fran sorprendido por Dahlia y su manera de combatir. —No es cualquier humana.
—¿Qué opinas? —esquivó su pregunta con otra, no queriendo dar detalles sobre ella.— ¿Crees que podría unirse a los entrenamientos?
—Ya veremos.
Nuevamente el joven estaba dispuesto atacar con una patada pero Dahlia se agachó y aprovechó que solo se sostenía de un pie para enganchar con su pie, y lograr que cayera al suelo. Antes de que él pudiera levantarse, agarró su pie y lo giró aplicando más fuerza de lo debido y logrando hacerle una fractura. Todos hicieron una mueca de dolor, algunos no habían llegado a ese extremo.
—Según vi y aprendí, los licántropos cuentan con un excelente factor curativo. —Todos prestaron atención a sus palabras, pero ella solo se dirigía hacia su contrincante. — No lucho si no es necesario, entonces dejo que mi oponente ataque primero.
Ofreció su mano al ver cómo su pie volvió a su lugar. Él miró con duda su mano pero al ver su rostro neutral, no dudó en aceptarlo y dejó que lo ayudara a levantarse.
—Te he visto pelear hace rato, —comentó la castaña una vez que él estuvo de pie— no lo haces mal, pero no olvides que a veces es mejor la defensa que un ataque.
—¿Dónde aprendiste todo eso? —preguntó Fran acercándose a Dahlia.
—En un campamento militar. —respondió con naturalidad, bajo la atenta mirada de Myles.
—¿Y? ¿Qué dices? ¿Puede quedarse a entrenar? —preguntó otra vez Myles, esperando que la aceptara. Dahlia miró esperanzada al entrenador.
—Claro, ¿Por qué no? —Dahlia sonrió agradecida y miró a Myles quien tenía una sonrisa triunfante. —¿Sabes manejar alguna arma?
—De todo, hasta navajas ninja.
—¿Y cómo es que sabes todo eso?
Ante la pregunta del entrenador todos guardaron silencio para escuchar la respuesta de Dahlia, ella solo esbozó una pequeña sonrisa e intentó calmar su respiración ante los oídos de los licántropos.
—Como dije, en un campamento militar y algunas clases de defensa personal. Mi padre no quería una niña indefensa.—respondió con cierto orgullo recordando a su padrastro, a pesar de que había sido un cazador, estaba feliz por todos los años de práctica y entrenamiento por su parte.
—Entonces, estás acostumbrada a los entrenamientos duros. —ella asintió. — Creo que no habrá problema con que entrenes con los chicos.
Después de coordinar los horarios en los cuales entrenaría, Myles y Dahlia decidieron volver a casa para poder almorzar. Al llegar a la casa, la joven castaña le contó a su madre y a Gabriela todo sobre lo que había pasado en los campos de entrenamiento. Ambas sonrieron con orgullo por lo sucedido, mientras que Anthony escuchaba maravillado el relato de ella.
—Papá, ¿Yo también puedo entrenar?
—Todavía eres un cachorro, ya llegará tu turno. —se acercó a su hijo y pasó su mano por su cabello para despeinarle, el pequeño gruñó por esa acción para luego acomodarse su cabello.
—Ya chicos, coman. —ordenó Gabriela mientras miraba fijamente a ambos hombres
Los días pasaron con normalidad, Dahlia se había acostumbrado a entrenar en la mañana, después llegar a su casa darse una ducha y almorzar, luego que Myles le enseñe más sobre la manada como los territorios. Había descubierto dónde y cómo estaban ubicadas las demás manadas, asimismo, Myles le informó que era muy extraño que los Alfas tuvieran un mate humano.
—En realidad, el primer caso de que su compañero fuera humano, fue el de tus padres.
—¿En serio? —preguntó incrédula, el moreno sólo atinó asentir.
—Lamentablemente muchos dudaron por la decisión de tu padre por tener una Luna humana. —él hizo una mueca, recordando aquellos tiempos. — Se dudó mucho si sería un buen Alfa si estaba con una humana.
—¿Por eso se fue con una mujer lobo? — preguntó esta vez con seriedad, Myles se encogió de hombros sin saber la respuesta, mientras caminaban por el frondoso bosque.
—No lo sé, cuando Silas se enteró de la huida de tu madre, mandó a cada licántropo a buscarla, y aunque yo sabía el porqué había escapado, tuve que preguntar qué es lo que pasaba.
—Para no levantar sospechas. —esta vez Myles asintió, concordando con ella.
—Tu padre no que quiso decir nada, hasta que meses después llegó Regina embarazada, se hizo cargo de las dos y al ver que Camila no volvería, la nombró su Luna.
—Supongo que la manada estaba más satisfecha por tener a una licántropo como esposa del Alfa.
—Al comienzo fue así, pero ya conociste a Regina, no es muy amistosa que digamos. —esta vez Dahlia quiso soltar una carcajada ante la expresión de Myles, según ella, la mamá de Kendall era fácil de odiar. —La Luna de la manada debe mostrar comprensión y amabilidad, a la vez debe imponer respeto entre todos y aunque Silas pide tolerancia por ella, todos notan que Regina está muy lejos de ser la mejor de las Lunas.
—Según leí, es posible rechazar a tu compañero, ¿Por qué mi madre no lo hizo cuando le engañó por primera vez? — está vez Myles se sorprendió por su pregunta, no pensó que ella estaría tan informada respecto al tema. — Estuve en la biblioteca estos días, tenía que aprender algunas cosas.
—Eres muy inteligente. —ella agradeció y esperó.— Respondiendo a tu pregunta, tu madre portaba la marca de su compañero, cuando lo tienes, ya no puedes rechazar a tu mate.
—¿La marca sólo puede hacerlo el compañero o ambos?
—Los dos, los licántropos somos muy dominantes, no importa tu género.
De repente, Myles se detuvo y miró con cautela a su alrededor. Dahlia miró con duda al moreno hasta que escucho un gruñido cerca de ellos. Antes de que pudiera sacar una de sus armas, el moreno le había tirado al suelo, antes de que un figura se lance hacia ella.
Ambos rodaron por el suelo, para después separarse y colocarse en defensa contra el atacante. Myles sacó sus garras mientras que Dahlia sacó su pistola en caso de extrema urgencia. Ambos se llevaron una gran sorpresa al ver a una figura femenina con ojos dorados, mostrando las garras hacia los dos.
—¿Kendall? —preguntó Myles con extrañeza al ver a la hija de su Alfa.
—Ya decía yo que mucho se estaba conteniendo para matarme. —habló la joven Booker con sarcasmo, haciendo gruñir a la otra.
—¡No dejaré que lo haga! —tanto Myles y Dahlia se mostraron confundidos por sus palabras. El moreno guardó sus garras, pero Dahlia aún apuntaba su arma hacia ella. —¡No dejaré que te presentes en mi manada!
—No se si te diste cuenta hermanita, —ante tal apodo Kendall mostró sus colmillos lista para atacar, Dahlia ni se intimidó. — pero esta también es mi manada.
—No dejaré que seas Alfa, yo nací y crecí en este lugar, nadie aceptará que una bastarda como tú.
—¿Yo soy la bastarda? —preguntó incrédula ante su amenaza, esta vez ella bajó su arma dispuesta a burlarse un rato.— Tú fuiste un producto de una aventura de Silas.
—¡Basta! —gritó Myles intentando detener aquella discusión. —¡Kendall! Tu padre se enojará cuando sepa que has atacado a Dahlia.
—No hubiera sucedido si ella insiste que se le presente a la manada.
—¿Todo esto fue por la presentación? — Kendall miró con rabia a su hermana, sin gustarle para nada su tono de burla. — Veo que estás mal informada, yo nunca quise una presentación delante de la manada. —Kendall guardó sus garras al escuchar el corazón de Dahlia, ella decía la verdad. — Todo eso, fue idea de tu adorable padre.
—¿Por qué? —ante su pregunta, ella se encogió de hombros sin saber el motivo.
—Deberías hablar con Silas, a lo mejor así comparten más momentos padre e hija.
Kendall iba a replicar al respecto, cuando Dahlia alzó su arma y disparó en su pierna ocasionando que su hermana soltara un grito de dolor. Myles se quedó estático sin saber que hacer al respecto, de seguro el disparo lo habían escuchado los demás lobos y habrán pensado que ha sido un cazador.
—La próxima que intentes atacarme o amenazarme asegúrate que no lleve un arma conmigo. —Kendall soltó un gruñido más fuerte, intentando parar el dolor. — Y no olvides de usar tu cabeza antes de la fuerza.
Finalmente guardó su pistola y dejó que Myles ayude Kendall, sabía que nuevamente intentaría intimidarla, pero no dejaría que ella o algún otro licántropo se sobrepase con ella, así tuviera que usar sus habilidades de cazadora adquiridas por su padre adoptivo para imponerse entre todos.