Su canción favorita salía por los parlantes de su computadora, mientras dibujaba en su escritorio. Llevaba hace ya una hora en aquel trabajo, pero no era que le disguste. Uno de sus hobbies era dibujar, por lo menos con aquello lograba entretenerse cuando estaba en casa.
Alguien tocó tres veces la puerta de su habitación, ocasionando que se detuviera y bajara un poco el volumen.
―¿Mamá? ―una mujer de cabello castaño abrió la puerta y se asomó para ver a su hija. ― ¿Pasa algo?
―Isabella está esperando abajo.
Dejó todo a un lado y se acercó hacia su madre para darle un beso en su mejilla, agradeciendo de esa manera por avisar. Bajó hasta el primer piso encontrándose con su mejor amiga en el corredor mientras escribía en su celular. Ella al notar su presencia, guardó su móvil y se acercó para saludarle.
―¿Estás lista? ― Al escuchar su pregunta hizo una mueca y maldijo entre dientes. ―Te olvidaste...
―Si... espera, ―buscó a su mamá en la cocina, quien estaba haciendo un postre para la cena. ― ¿Mamá?
―¿A dónde irás? —preguntó directamente al saber que quería algo su hija.
―¿Puedo ir al parque de diversiones? Han traído nuevas atracciones.
―¿Hasta que hora?
―Hasta las ocho, no creo que me quede mucho tiempo...
―De acuerdo, pero cuidado al volver. ¿Tienes dinero?
―Sí, la que me diste ayer. ―su madre asintió un poco más tranquila.
Su hija fue hasta el segundo piso para sacar su celular, y su bolso. Al bajar vio que su amiga volvía a estar con el celular. Su madre salió un rato de la cocina para cerciorarse de que ella salía.
―Cualquier cosa te estoy mandando mensajes. ―Dahlia se acercó para darle otro beso en la mejilla de su madre.
―No te preocupes, mamá. No me pasará nada.
Ambas amigas salieron de la casa para ir hacia el parque de diversión, puesto que era lo que habían acordado hace varios días. Sin embargo, al haber acabado las clases, había perdido la noción del tiempo.
―No puedo creer que tu mamá te deje salir tan fácilmente, yo tuve que pedirle permiso hace tres días y la decisión la tomó apenas hace media hora.
―De las dos, ¿Quién por los menos no sale mucho a la calle? ―Ante su pregunta, su mejor amiga hizo una mueca, sabiendo que de las dos, ella era la que salía mucho con sus amigos.
―Bueno... tiene sentido.
Luego de quince minutos de viaje en el bus, llegaron a su destino. Se asombraron por las luces de colores que desprendían las atracciones y del olor de los puestos de comida. A diferencias de otros parques de atracciones, este estaba cerca al bosque, pues en la ciudad en la que habitaban el único lugar para armar toda la feria era en aquel sitio.
Durante un largo tiempo, estuvieron subiéndose a varios juegos y compitiendo, hasta que ganaron dos muñecos de felpa.
―Gracias, Dahlia.
―No es nada, agradece más bien a mi padre. ―Había jugado un juego de disparos, para Dahlia fue fácil puesto que su padre le metió a clases de tiro con armas.― ¿Qué tal si vamos por algodón dulce y...?
Antes que pudiera terminar su oración, chocó con alguien que estaba de espalda, ocasionando que a este se le cayera un poco de popcorn que tenía en su mano. Ella retrocedió un poco por la impresión mientras que Isabella se acercó para comprobar si estaba bien.
―Lo siento.
―La próxima ten cuidado. ―El chico se dio la vuelta y miró con rudeza a Dahlia.
―Ella ya pidió disculpas, ¿Entendiste? ―Ante las palabras de Isabella, el joven le miró con el ceño fruncido. ―Ahora, con permiso.
Las amigas se alejaron de aquel desconocido, ya que a ninguna le transmitía confianza, especialmente a Dahlia, quien miraba al sujeto como si tuviera algo raro en él. No obstante, no le dio mucha vuelta al asunto y siguió disfrutando la tarde con su amiga. Al final, decidieron subir a la última atracción del día, la rueda. Mientras que comían algodón de azúcar, con dos bebidas.
―Y dime, ¿Alexander te volvió a hablar? ―preguntó Dahlia a su mejor amiga, quien ante la mención del chico, se limitó a rodar los ojos.
―Ni me hables de él, al parecer está saliendo con la perra de Martha.― Dahlia quedó pasmada ante tal comentario, por un lado estaba impresionada que ella llegara tan lejos con Alexander, por otro quería reírse porque se acordó de un programa de niños: "Martha, la perra que habla".
―Sabía que ella era una arrastrada, pero no pensé que llegaría tan bajo.― Isabella asintió estando de acuerdo con ella― Pero Alexander no se queda atrás.
―Es un idiota por pensar sólo con la segunda cabeza.
Su mejor amiga no dudó en estar de acuerdo con ella. Dahlia iba hacer un comentario respecto al tema, pero el aullido de un lobo se escuchó cerca del bosque dejando a las dos amigas con los nervios en punta.
―¿Esos fueron lobos? ― Preguntó con extrañeza la castaña, mirando detenidamente el bosque.
― Es imposible, no hay lobos en este condado desde hace muchos años. ― Esta vez Dahlia apartó su mirada del bosque para posarlo en su amiga. ― Lo aprendí en clase de zoología.
―A veces olvido que tomaste esa clase solo por tu carrera.
A diferencia de Isabella, quien estaba estudiando para entrar en la carrera de veterinaria, Dahlia no sabía con exactitud qué carrera elegir. Destacaba tanto en el dibujo como en letras, pero su afición iba tanto para las leyes como en el combate. Estos dos últimos lo desarrolló con su padrastro, el cual solo le decía papá por estar más presente que el biológico, ya que él era marine, y no quería que su hija quedara indefensa si es que él estaba ausente ya sea por el trabajo o por algún inconveniente.
― Creo que deberíamos irnos. ― dijo Isabella viendo el reloj de su muñeca.― Se nos hace tarde.
―Tienes razón.
Apenas bajaron de la atracción, caminaron directo a la salida para irse a su casa, pero algo surgió entre la oscuridad del bosque, el gruñido de un animal hizo que ambas retrocedieron de la impresión. Dahlia intentó enfocar su vista entre la maleza, hasta que pudo detallar dos ojos dorados, impresionada por aquello, llevó con lentitud su mano al bolso.
―Isabella... corre.
―¿Qué? Dahlia...
―¡Ahora!
Haciendo caso al grito de su amiga, las dos jóvenes salieron corriendo hacia la salida de la feria. Los gritos de varias personas se pudieron escuchar durante la persecución. Sin embargo, Isabella ya no podía seguir el paso de su amiga Dahlia, por lo que reduce su velocidad. Ella al ver que aquella cosa estaba a punto de alcanzarlas, sacó el arma de su bolso y apuntó directo al perseguidor. Este se detuvo al ver el arma en mano, no obstante, mostró un sonrisa petulante a la castaña.
―No me informaron que supieras manejar armas.
―¡Aléjate! ―gritó en advertencia apuntando con firmeza su arma.
―Tengo órdenes de llevarte. ―el hombre escuchó como la joven quitaba el seguro al arma, dispuesta a dispararle. ― No me hagas hacerlo por las malas.
―Creo que ni siquiera comenzaste por las buenas.
Para asombro de Dahlia, el hombre sacó unas garras y estaba dispuesto a herir a la joven, pero ella fue más rápida y disparó en los hombro y rodillas para que no la pudiera seguir. Agarró la mano de Isabella y volvió a correr hacia la salida, una vez afuera pidió rápidamente un taxi, pudiendo escapar de aquel lugar.
―¡¿Qué mierda acaba de pasar ahí?!― gritó asustada su mejor amiga después de haber salido de su shock.
―No-No lo sé... ¿Acaso viste...? ―alzó su mano e hizo una representación de las garras, Isabella asintió asustada por tal hecho. ― Esto es una locura...
―Totalmente.
El taxista dejó primero a Isabella en su casa, para luego dejar a Dahlia. Apenas pagó por el servicio, entró rápidamente a su casa, cerrando de un portazo la entrada principal. Su madre quien estaba viendo la televisión en la sala, se levantó de su sofá y se dirigió a ella para ver qué sucedía.
―¿Por qué lanzaste la puerta? ―preguntó a modo de regaño.
―Mamá, no vas a creer que pasó en la feria. ―dijo con una expresión de susto la cual su madre pensó que iba a decir alguna excusa por su acción.
―Si te le peleaste con Isabella, no es motivo para que entres de esa manera.― La castaña negó ante la suposición de su madre
―¡No mamá! ¡Un monstruo nos siguió! ―Camila, quién iba a dirigirse a la cocina, paró en seco y volteó a ver a su hija. ― No sé cómo, pero de sus manos salieron garras e iba atacarnos a nosotras. ―el rostro de su madre quedó neutral al escuchar su declaración de lo que le había pasado.
―¿Garras?
―Se que pensarás que estaré loca, pero te juro que lo vi, mamá.
―Dime exactamente que pasó. ―demandó con seriedad, sorprendiendo más a su hija.
Dahlia comenzó a explicar desde que vio los ojos dorados por el bosque, hasta la parte en donde tuvo que disparar al hombre para poder escapar. Su madre se puso pálida cuando mencionó al hombre sacando sus garras; una vez terminada su historia, soltó un suspiro intentando calmar la tensión que se había formado en entre ellas.
―Dahlia, alista las cosas de emergencias. ―Dahlia observaba como su madre caminó a la cocina con toda prisa, y de unas gavetas sacó una mochila de emergencia, por si ocurría alguna catástrofe.
―Mamá, ¿Qué está pasando? ―preguntó sin saber porque su mamá actuaba de aquella manera.
―Te contaré en el camino, por favor, ordena rápido tus cosas, nos vamos de aquí.
―Pero, mamá... ―Camila dejó lo que estaba haciendo y fue donde su hija, sin saber que explicarle en aquel momento.
―Se que tienes muchas preguntas. pero en este momento no tengo tiempo para responderlas. Suena complicado, pero necesito que arregles tu mochila de emergencia para irnos, ¿Me entendiste?
La joven asintió comprendiendo un poco a su madre, algo malo sucedía, y no era momento para buscar las respuestas. Por lo que, fue corriendo a su habitación para alistar sus cosas. Solo pasaron como quince minutos para que madre e hija, subieran lo que tenían al auto y salieran de aquel lugar que consideraba hogar. Dahlia observaba como poco a poco salían del pueblo en donde había crecido, pensando en lo furiosa que estaría su mejor amiga al ver que se fue sin despedirse.
―Cariño. ―su madre la llamó, la castaña un poco triste le dirigió la mirada. ― ¿Recuerdas la vez que te dije por qué me separé de tu padre?
―¿Eso que tiene que ver con lo que acaba de pasar?
―Tiene que ver mucho, por eso necesito saber, ¿Lo recuerdas? ―Dahlia asintió un poco confundida por su pregunta.
―Sí, papá te fue infiel y tú no podías soportar tal comportamiento por lo que te separaste de él.
―Así es, pero hay algo que no te conté. ― esta vez, Dahlia prestó más atención a las palabras de su madre. ― Tu padre, es por así decirlo, una especie de líder de una comunidad...
―Por favor, no me digas que es mafioso o un terrorista. ―suplicó su hija ante el relato, Camila frunció el ceño ante tal comentario.
―No, Dahlia. Tu padre es más bien... como un alcalde. ―se encogió de hombros sin saber exactamente cómo explicarlo. ― El punto es este, no solo él me fue infiel con otra chica, sino que también yo era repudiada por varios de la comunidad.
―¿Por qué?
―Digamos que yo era, por así decirlo, muy corriente para ser la esposa de tu padre. Decidí que no podía quedarme un minuto más en donde era señalada o discriminada por muchos, no tuve más opción que irme.
―Sigo sin entender por qué me cuentas esta historia.
La madre de Dahlia hizo una mueca de aflicción, la historia era más complicada de lo que creía, pensó la joven castaña. Temía que su madre al final se retracte y no le pudiera contar nada, pero se quedó impactada cuando siguió hablando.
―Tu padre es Silas Gilmore y él es...
El golpe en el parabrisas distrajo a ambas, la madre tuvo que frenar de golpe para evitar algún otro accidente. Dahlia alzó la mirada y se encontró con algo sorprendente, varios lobos rodeaban el auto, listos para atacar. Miró a su madre para asegurarse que ella se encontraba bien, pero estaba recostada en el asiento del conductor, intentando aliviar su dolor de cabeza, por todo el movimiento provocado por ellos.
―¿Mamá? Mamá, por favor, no te duermas.
Los aullidos de los lobos detuvo a la joven de seguir reanimando a su madre. De entre los lobos salió un hombre con el porte de un matón, Dahlia suspiró, intentando darse ánimos a ella misma por lo que se venía encima. Le quitó el cinturón de seguridad y puso el cuerpo de su madre en los asientos traseros. Se colocó en el asiento de conductor y encendió el auto.
―¡Gracias má'! ¡Ahora entiendo lo que pasa! ―gritó con sarcasmo, esperando que su madre pudiera reaccionar.
Sin esperar a que el hombre frente a ella diera el primer paso, pisó el acelerador a fondo y condujo sin importarle atropellar a los lobos y al hombre con mirada amenazadora. Lo que no tuvo en cuenta fue que este saltara encima del carro, y se convirtiera en un lobo frente a ella, rompió el parabrisas y gruñó en la cara de la joven, quien tenía el ceño fruncido por el enojo. Sin embargo, el lobo se desconcertó al ver la pequeña sonrisa que empezaba a crecer en el rostro de la castaña.
―Idiota.
Para el asombro de los lobos, o eso pudo apreciar Dahlia cuando dejaron de gruñir, ella que había sacado un arma de la guantera, disparó al cuerpo del lobo, ocasionando que cayera a un lado de la carretera. Al ver que los lobos iban en dirección de su líder, aprovechó y salió a toda marcha de aquel lugar. No obstante no pudo avanzar mucho al ver como un auto se interponía en su camino. Del mismo auto bajaron cuatro hombres, se acercaron y arrancaron las puertas del auto, dejando destrozado el vehículo.
―¡Ni atrevas a tocarla! ―forcejeó con un hombre que la sacó del asiento del conductor, intentando ir por su madre, quien era sacada delicadamente del auto. ― ¡Tócale un pelo y te juro que la pagarás!
El rugido del lobo al que había separado dejó que los hombres que intentaban sacar a su madre del auto, se quedarán estáticos. El lobo se volvió hombre, Dahlia se hubiera impresionado de no ser por velar la seguridad de su madre.
―Yo la llevaré. ― Dahlia pudo por fin escuchar la voz del hombre, era tan demandante y varonil que hasta le asustó un poco. En realidad, aún no entendía cómo es que el puede estar de pié, cuando estaba segura que le había disparado como cuatro veces. ― Ella irá en una de las camionetas.
―¡¿Quién te crees para hacernos esto?! ―preguntó desesperada en llegar hacia donde su madre.
―¡Soy el Alfa Silas! ―gritó él, cansado por todo el escándalo que ella formaba.― ¡Y harás lo que te ordene!
La castaña dejó de forcejear al escuchar las palabras de aquel hombre, puesto que a la vez recordaba la confesión de su madre en el auto.
" ¿Será él mi padre biológico?", pensó y miró con detalle al hombre quien cargaba a su madre en brazos. Asimismo, la palabra Alfa, con lo que se había denominado él, seguía presente en su memoria, por lo que no pudo evitar exclamar delante de él.
―¡Vete a la mierda!
El tal Silas, la ignoró y caminó hacia una de las camionetas, dispuesto a irse de aquel lugar. Los hombres, que aun la sostenían de ambos brazos, la llevaron a otra camioneta, para poder seguirlos. Dahlia sabía que ya nada podía hacer, por lo que dejó que ellos la llevaran sin pelea. Tenía la intuición de que irían por el mismo camino de Silas, de tal modo que iría por su madre.
Durante el transcurso del camino, Dahlia intentó analizar a los hombres que la escoltaban. Por un momento, agradeció que su padrastro la dejara ir al campamento militar, fue ahí donde aprendió varias cosas de supervivencia. Quería ver por la ventana por donde se dirigían pero los cuerpos de sus autodenominados guardaespaldas, no le dejaba ver absolutamente nada. Soltó un suspiro y se dispuso a descansar para aclarar sus ideas.
Solo pasó media hora, o eso es lo que vio en el reloj de su muñeca, cuando llegaron a una autopista de aterrizaje, en donde pudo ver dos helicópteros. Preguntándose, cuánto dinero tenía aquel hombre para poder costearse aquellos transporte. En un helicóptero, fácilmente podían entrar seis personas, igual que en la camioneta, por lo que en una fue aquel hombre llamado Silas, con su madre y ella en el otro. El viaje se le hizo corto, después de bajar de los helicópteros fueron asignados a dos camionetas.
El auto se adentró en el bosque, yendo por un camino de tierra. Cuando el vehículo se detuvo, Dahlia tenía intenciones de salir, pero ninguno de los hombres la detuvo. Lo que causó cierta confusión en ella, pero quedó más confundida al ver la entrada a un pequeño pueblo delante de ella. Había personas caminando alrededor, como si fuera normal ver a una chica con la ropa un poco destrozada y el cabello despeinado.
―¿Dónde estamos?― Preguntó en voz alta esperando que alguno de los simios, como ella los había apodado, le contestara.
―Estamos en la manada del Alfa Silas Gilmore ―contestó un hombre moreno quién recién había aparecido por la llegada de la joven castaña. Ella buscó la camioneta en donde había ido aquel hombre, que ahora reconocía como su progenitor. ― Bienvenida, señorita Dahlia, mi nombre es Myles y yo seré tu guía.
Algunas personas dejaron de hacer sus trabajos y deberes para ver al nuevo rostro de aquel pueblo, no todos los días iban personas a ese lugar. La joven Booker, tenía tantas ganas de gritar, su vida había dado un gran giro, hombres convirtiéndose en lobos que querían atacar, un hombre que al parecer era su padre; y ahora, tenía que enfrentar a esos hombres y aquel hombre llamado Silas Gilmore, con tal de salvar a su madre.