Capítulo 2: Problemas familiares

4365 Words
El moreno que se había presentado como Myles, la llevó hasta una gran casa, casi cerca al límite del pueblo, la joven castaña estaba impresionada por el tamaño de aquella vivienda, hasta estaba segura que ahí fácilmente podrían vivir hasta más de cinco familias. Lamentablemente, Myles no le pudo responder sus preguntas, puesto que tenía órdenes de no contar nada, hasta que llegara el momento. La dejó en una de las habitaciones con la mochila que habían recuperado del automóvil, para que pudiera arreglarse y hablar con el hombre que habían traído. Agradeció que no husmearan su mochila, porque no solo estaba ahí su ropa y algunas cosas esenciales para su sobrevivencia, sino también algunas armas que había guardado, por órdenes estrictas de su padre. Lo extrañaba mucho, él sabría qué hacer en ese tipo de casos, pero había muerto hace dos años a causa de un paro cardíaco, tanto a su madre como a ella le había dolido su partida, pero tenía que mantenerse fuerte por el bien de su mamá, solo era ellas dos contra todos. Con ese pensamiento en la cabeza se cambió veloz, arregló su cabello y colocó las armas entre su ropa. ―¿Ya estás lista? ―preguntó Myles al otro lado de la puerta. ―Un momento. ―Colocó la mochila a un lado, ocultando algunos cartuchos. Caminó hacia la puerta y la abrió encontrandose con el moreno, con una sonrisa plasmada en su rostro. ―Ya estoy lista. ―Perfecto, te están esperando. ―¿Quienes? ―El Alfa y su familia. Entendía porque el tal Alfa quería verla, después de todo, fue él quien la trajo ahí, pero no entendía porque también la familia de este quisiera verla. Sabiendo que probablemente el hombre que la guiaba no le daría respuestas, decidió tener aquella plática con quienes la habían secuestrado, porque no tenía otra palabra para aquello que habían hecho. Pasaron por un pasillo, hasta llegar a una puerta, Myles le abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarla pasar. Dentro de la habitación pudo ver al hombre llamado Silas Gilmore, el cual había disparado cuando se posó encima de su auto, dejándola perpleja por verlo sin ninguna herida; a un lado pudo ver a dos mujeres, ambas miraban con dureza a ella, como si Dahlia hubiera arruinado algo en su vida. A un lado de ellas, un chico que miraba curioso a la joven castaña, pero, estaba atento a los demás por si algún pleito se fomentaba. Myles se colocó a un lado de Dahlia, por temas de seguridad. ―¿Por fin tendré las respuestas que quiero? ―preguntó directamente a Myles ignorando a los demás presentes. Él se encogió de hombros, sin saber con exactitud. ―Que irrespetuosa. ―comentó la mujer pelinegra sentada detrás de una mesa. Dahlia la miró de reojo y la ignoró. ―¿Quién es la anciana? ―esta vez fingió hablar en voz baja, solo para molestar a la mujer, sabiendo que la había oído a la perfección. La mujer estaba dispuesta a enfrentarla, pero el hombre de ojos azules la detuvo. ―Suficiente ― alzó la voz, Silas. La mujer se acomodó en su lugar, fingiendo que todo iba bien. ―. Mi nombre es Silas Gilmore, ¿Tú madre te hablo de mi? ―Solo lo básico ―se encogió de hombros, Silas creyó que le había hablado cosas buenas, pero se sorprendió cuando escuchó lo demás. ―. Por ejemplo, que tuvo que separarse de ti porque eres una bestia, al engañarla con cualquier v****a que se te cruzara en el camino. ―la mujer que le iba atacar, apretó su mandíbula, en señal de claro enojo por su comentario. Esto no pasó desapercibido por parte de Dahlia, quien sonrió de lado y miró con burla a la mujer.― Hola v****a. ―¡Insolente! ―harta por la palabrería de la castaña, se alzó en su asiento.― ¡No sé por qué ella está aquí! ―¡Lástima que coincido contigo! ―volvió su vista a su donador de e*****a, ya que se negaba a decirle "padre" y no encontraba en aquel momento otro apodo para él. ― Hace una horas yo estaba teniendo una vida sencilla, disfrutaba con mi amiga en una feria, cuando sucedió algo y al final mi madre ordenó que nos debíamos ir. ¡Y me paso algo asombroso en la carretera!  ―su tono de voz se iba elevando cada vez más, dejando a los presentes sorprendidos por la autoridad que imponía. ― ¡Una maldita manada de lobos!, que al parecer no son lobos comunes porque se convierten en hombres, nos atacaron y secuestraron. Disculpa si sueno muy grosera, pero en mi posición lo único que veo son personas raras a mi alrededor que me han traído a un lugar completamente extraño, sin saber si mi madre está en peligro por culpa de ustedes. Las palabras de Dahlia sonaron duras para los tres hombres de aquel lugar. Sin embargo, para las dos mujeres esto les resultaba estresante. Silas dio un paso adelante, dispuesto a hablar con ella, pero al mirarla recordaba las expresiones de su antigua compañera, Camila. ―Dahlia, lo que tú has visto es algo de que la humanidad toma como algo ficticio. ―habló con lentitud para evitar que se quedara en shock por la información. ― Nosotros somos hombres lobos. Dahlia miró fijamente a Silas, aguardando que se riera o mostrara alguna clase de emoción, esperando que aquello fuera una broma. No obstante, al recordar lo que había visto hace unas horas, hacían que sólo confirmaron sus palabras. Intentó controlar su respiración para evitar un ataque ya sea de ira o pánico, delante de los presentes. ―De acuerdo, les creo. ―¿En serio? ¿Así nada más? ―preguntó incrédulo el joven castaño que estaba al lado de las mujeres, el cual no habló nada hasta ese momento. ―Sí, hasta ahora no encuentro otra explicación a lo que acabo de ver, a menos que esté drogada o dormida. Y como parece que no es ninguna otra opción, me quedaré con esa respuesta. ―dijo todo eso con total naturalidad sorprendiendo al joven que observaba con detalle a la humana, la otra joven que estaba a su lado, se cruzó de brazos, sin gustarle para nada aquello.― Aún sigo sin entender qué hago acá. ―No solo tú eres mi hija, sino también tengo otra, te presento a Kendall. ―señaló a la otra castaña, quien se acercó a un lado de Silas. Al otro lado, pudo detallar una sonrisa de orgullo por parte de la mujer que hace un rato había insultado. Al tenerla de cerca, pudo detallar con más precisión a la persona que vendría a ser su hermana por parte de su padre, tenía cabello castaño, casi llegando a las alturas de sus hombros, ojos marrones y una mirada de superioridad. ―No quería una reunión familiar. ―Te hubiéramos dejado en tu aburrida vida de humana, pero tenemos que discutir de varias cosas. ―habló esta vez la castaña como si Dahlia fuese un ser inferior a ella. Esta actitud no le gustó para nada a la joven Booker, pero no le daría el gusto de estar enojada por trivialidades. ―Define qué cosas. ―Kendall iba a hablar pero su padre la interrumpió . ―Yo soy el Alfa de esta manada y solo los primogénitos de los Alfas pueden tomar el mando. Ante tal revelación, se formó un silencio en la sala, Dahlia frunció los labios, meditando la información, miró a los presentes y por último a Silas. ―Eso significa que yo... ―Eres la siguiente en la línea. ―completó Silas por ella. ―¿Qué pasa si no quiero ser Alfa?― preguntó con curiosidad al ver el rostro de satisfacción de Kendall. ―Ese el problema, nunca hubo problema de ser el Alfa, yo no puedo prohibirte ser la siguiente Alfa, lo único que quedaría es que Kendall pelee por el puesto. ―Ahora entendía porque la sonrisa de esa mujer junto con su media hermana. ―Es injusto, yo soy humana y ella una mujer lobo. ―Eso es un problema. ―señaló el joven, que había hablado con anterioridad, ante el punto de Dahlia. ― Ella no presenta el gen licántropo, por lo que la manada lo vería algo injusto la pelea. ―Pero ella se defiende como una cazadora, posiblemente pueda dar pelea a mi hija. ―opinó la mujer acercándose a su hija. Dahlia miró con confusión a la mujer por su comentario. ―¿Cazadora? ¿Yo? ―Hablaremos después de ese asunto, Regina. ―ante la orden de Silas, se abstuvo de decir cualquier otro comentario. ―Lo primero es averiguar como solucionar el problema de sucesión.  ―¿Es que acaso no puede haber algo más civilizado? No sé, a que yo renuncie el cargo de Alfa. ―Jamás se ha oído que algún licántropo abdique al puesto del Alfa, ya que la diosa Luna dota al futuro Alfa de sabiduría y fuerza para tomar su puesto. ―explicó su progenitor con dureza, como si le doliera que a su hija no le gustara tomar el cargo. Dahlia no entendía de lo que él explicaba, Silas tuvo la intención de explicarle al ver su cara de confusión pero ella preguntó. ―¿Entonces? ¿Qué hacemos? ―Hablarlo con cargos más altos. ―Es decir, ¿Qué hay personas con mayor título que tú? ― señaló a Silas, el cual gruñó sin estar de acuerdo con aquellas palabras. ―No es así. Cuando nos referimos a los cargos más altos, hablamos de otros Alfas igual que tu padre. ―explicó nuevamente el chico que estaba al lado de Regina. Dahlia frunció el ceño, sin gustarle para nada que denominaron a Silas como algo de ella. ― Cuando algo llega afectar a las demás manadas, se convoca a una reunión, en donde cada Alfa bajo la organización de tres brujos, se busca una solución justa a dicho problema. ―De acuerdo, entiendo. ―se frotó el puente de la nariz, esperando que no le diera un dolor de cabeza por dicha información.― ¿Cuándo es esa junta? ―Tienes suerte, habrá una este fin de mes, por solicitud de un Alfa. ―Genial, faltan como dos semanas. ―Si se permite hablar, creo que podrían aprovechar ese tiempo para enseñarle sobre qué es la vida de un hombre lobo, a la joven Dahlia. ―aportó Myles a Silas, quien escuchaba atentamente a su Beta. ―¿Para qué? Será una pérdida de tiempo si es que ella se va. ―dijo Regina, estando en desacuerdo con el moreno. ―¿Y seguir viviendo en la ignorancia? No, gracias.―espetó Dahlia, con tal de solo fastidiar a la mujer llamada Regina. ―Myles tiene razón, sería bueno que ella llegara aprender algunas cosas. De todas maneras, si dicen que ella no tiene que aceptar el puesto de Alfa, tendrá que saber cosas de su manada. ―La idea de Myles le había gustado a Silas que no dudó en aceptarla. ― ¿Podrías encargarte de enseñarle lo necesario?― preguntó al moreno, quien había sonreído ante tal petición. ―Será un honor. Una pequeña conversación se dio entre ellos dos, Kendall volvió con su madre a su lado y miró con el ceño fruncido al joven, que no dejaba de ver a Dahlia. ―Lo siento, por interrumpir pero, ¿Puedo ver a mi madre? ―Tanto Silas como Myles se miraron ante la pregunta de la castaña. ―Claro, Myles te guiará. ―Ella asintió y se dispuso a salir de aquella sala, harta de ver los rostros que compartía sangre, y de la madre de su hermana, a excepción del joven que le brindó respuestas, debido a que por ahora él, no le había hecho absolutamente nada; pero eso no significaba que confiara plenamente en él. El moreno, le abrió la puerta y la guió por unos pasillos de aquella gran casa. Dahlia miraba con detalle el lugar, de alguna manera tenía que evaluar el lugar por el cual pasaría dos semanas. ―Si me permites, creo que fue asombroso que insultes de esa manera a Regina. ―tal confesión sorprendió a la chica, se quedó quieta mirando confundida a Myles. ―Odias a la mujer vagina... ―Hace la vida imposible de cualquiera que cruce su camino, así que sí. ―se encogió de hombros y señaló la puerta de al frente. ―Si deseas, mañana puedo comenzar a enseñarte sobre todo el tema de los hombres lobos. ―Muchas gracias, Myles. ―No es anda, saluda a tu madre de mi parte. El Beta de su padre, se retiró para poder dejarla con su madre, la joven agradeciendo tal acto, se dispuso a entrar a la habitación donde estaba su mamá. Dentro de la habitación, pudo observar a su madre descansando en la cama, con varias vendas en sus brazos y en una que cubría su frente. Sin querer despertarla, se sentó en la silla que estaba a un lado de su cama, preguntándose quién estuvo antes que ella. Los minutos pasaron en aquel lugar, hasta que pudo ver un movimiento por parte de su madre. ―¿Mamá? ―colocó su mano encima de la de ella. ― ¿Estás bien mamá? ―¿Dahlia?... ―el tono de su madre fue baja y ronca, puesto que recién despertaba de su sueño. ―Sí, mamá. ―Camila miró a varios lados intentando ver en dónde estaban. ― ¿Quieres un poco de agua? Ella asintió, sintiendo la garganta seca ante la mención d la bebida. Dahlia, se acercó a la mesita de noche, sirvió la jarra con agua en un vaso y se lo entregó a su madre. Ella con lentitud bebió, saciando su sed. Una vez terminó, Dahlia, devolvió el vaso y esperó a que su madre se recompusiera. ―¿Mejor? ―Sí... ¿Dónde... ? ―En la manada de mi padre. ―Si Camila estaba recuperando el color, en ese momento se puso pálida como un papel. Dahlia sujetó su mano para reconfortarse. ―No te preocupes, ya se que son ellos. Entonces, inesperadamente, Camila comenzó a llorar, sorprendiendo a Dahlia por ese tipo de reacción de su madre. Para consolarla, se sentó a su lado y la abrazó fuertemente, sabiendo que tal vez a ella, no le gustaba volver aquel lugar. ―Lo siento... se supone que yo debería ser fuerte por ti, pero... ―Tranquila, mamá, entiendo. ―Yo... tengo que contarte muchas cosas. ―Yo igual, mamá. Camila empezó a contarle desde el día que se enteró que estaba embarazada de ella, hasta como había decidido escapar de aquel pueblo de hombres lobos, alojandose en donde había vivido cuando nació la castaña. A su vez, Dahlia le contó lo que pasó momentos después de que su madre se desmayará hasta cuando llevó su reunión con su padre y la familia de este. ―¿No estás enojada, verdad? ― su madre le miró extrañada por tal pregunta. ―¿Por qué debería estar enojada? ―Porque discutí con... papá, ―un sabor amorgo sintió Dahlia al mencionar a Silas de aquella manera. ― y con su familia o porque él hizo su vida... ―Claro que no, me siento orgullosa de ti. La verdad pensé que estarías enojada conmigo cuando te enterases de la verdad y bueno... —Ella miró a un lado de la habitación pensando en lo ocurrido. — ya suponía que tu padre seguiría haciendo de las suyas sin mí, esperaba que con ella nos dejara en paz. ―Veo que será un poco difícil. ―¿Te dijo algo la bruja? ―Intenta atacarme, obviamente está enojada que yo sea la futura Alfa y no su hija. ―Te creo. Esa mujer estaba detrás de tu padre para ser la Luna de esta manada. ―dijo con fastidio recordando aquellos días que Regina le hacía la vida imposible. ― Y bien que lo consiguió. ―Sí... ―dijo Dahlia, aunque no sabía que significa Luna para ellos.― su hija tiene el mismo carácter, dan ganas de tirarse una bala en la cabeza con tal de no escucharlas. ―Ya sabía que algo de esa mujer no saldría algo bueno. ―Dahlia se rió y asintió de acuerdo con su madre.― Que tal si una vez que acabe esta pesadilla, ¿Nos vamos bien lejos de aquí? ―¿No podemos volver a dónde estábamos? ―preguntó su hija con algo de esperanza de volver a donde estaban sus amigas, su vida. ―Si volvemos tendríamos que dar explicaciones de lo sucedido, lo mejor sería que nos alejemos de ellos, por su protección. ―Camila pasó una mano por el cabello de su hija, intentando arreglar un poco su imagen. ―Entiendo mamá, creo que ahora deberías descansar, fue muy fuerte el golpe que te diste.― señaló la venda en su cabeza. ―¿Qué harás tú? ―No te preocupes por mí, tú descansa. Ante la insistencia de Dahlia, no tuvo más opciones que hacer caso a su hija, durmiendo nuevamente en aquella cama. La joven Dahlia, una vez que aseguró que su madre durmiera, salió de su habitación sin hacer algún ruido. Pero se llevó la sorpresa de ver a Myles acercándose a ella por el otro lado del pasillo. ―Hey... ¿Qué tal está tu mamá? ―Muy bien, ella justo acaba de dormir. ―Ya veo, ahora, ¿Qué harás? ―Quisiera por un momento salir de la casa, siento que si estoy en este lugar me encontraré a la v****a e hija y querré jalarlas del cabello hasta que se queden calvas.― El moreno frunció los labios intentando no reírse ante las palabras de Dahlia. ―Entonces, se a donde puedes ir. Dahlia lo pensó unos momentos y se encogió de hombros, puesto que no tenía nada que perder si seguía a Myles. Además, le caía genial el Beta de su padre, y pudo pensar por una vez que tal vez Silas no cometía tantas estupideces. Ambos caminaron hasta la salida, todo en completo silencio, puesto que no querían llamar la atención de alguno de los inquilinos de la casa. Una vez afuera, caminaron por la acera hasta llegar a una casa azul de dos pisos. Dahlia tuvo ganas de preguntar el porqué se encontraban ahí, hasta que vio a Myles sacar unas llaves de sus bolsillos, con estas abrió la puerta principal y se hizo a un lado para dejar pasar a la joven. Dahlia entró lentamente a la casa, pudo apreciar la sala y se quedó admirando la decoración, hasta que escuchó los pasos apresurados bajando por las escaleras. Instintivamente retrocedió para evitar cualquier ataque de la persona desconocida. ―¿Cariño? ―la voz de una mujer hizo que Myles se acercara a la escalera. ―Amor, tenemos visitas. La mujer curiosa caminó hasta el pasadizo de la puerta principal, tanto Dahlia como la chica se miraron entre ellas. La joven Booker alzó la mano en gesto de saludo, un poco incómoda de estar en aquel lugar. Al contrario de la pareja de Myles, quien se alegró mucho de verla, lo cual extrañó a Dahlia por tal reacción. ―¿Es la hija de Camila? ―Así es. ―Myles agarró la mano de Dahlia y la acercó lentamente a la mujer. ― Dahlia, quiero presentarte a mi esposa, Gabriela. ―Un placer. ―alzó su mano para poder estrecharla con la rubia, quien contenta estrechó su mano con efusividad. ―Myles me ha contado tantas cosas sobre ti. ―Ante tal comentario, Dahlia no pudo evitar fruncir el ceño. ―Pero... apenas lo conozco. ―Esta vez Myles interrumpió la conversación de la rubia y la joven. ―Es una larga historia, ¿Quieres té? ―Dahlia se cruzó de brazos, no contenta de que le ocultaran información. Gabriela miró con una mueca a su marido y esperó a que también diera una explicación. ― Prometo contarte todo. Soltando un suspiro de resignación, aceptó quedarse, Gabriela la dirigió al salón esperando que Myles viniera con las tazas de té. ―¿Hace cuánto llevan casados? ―preguntó por curiosidad la joven viendo el cuadro de fotografía que había en la repisa. ―Siete años. ―Dahlia se quedó pasmada ante tal cantidad.― En la comunidad de los hombres lobos es normal que cuando encuentres a tu mate, a los meses te cases. ―Tengo muchas preguntas con respecto a todo esto... ―Dímelas, estoy segura que puedo contestarte todas. ―alentó la rubia a que dijera sus dudas. ―Bueno, aún no entiendo cómo ustedes se relacionan, ¿Qué significa mates? ―Oh, no es complicado, verás la Luna favorece a cada licántropo con su, por así decirlo, alma gemela. Estas reciben el nombre de mates que significa compañero, por lo que puedes decirlo en ambas formas. ―¿Acaso no pueden casarse con cualquier persona? ―No funciona así, verás lo que nos diferencia de los humanos es que nosotros estamos destinados a tener un compañero que nos complementen, y solo podemos tener uno en nuestra vida. ―¿Qué pasa si se muere? ―Está destinado a morir en desolación. ― explicó con un poco de pena por aquellos que perdieron a sus compañeros. ―¿No es algo muy... trágico? No se, me suena mucho a Romeo y Julieta. ―Se que parece algo anormal para ti, pero para nosotros es algo normal. Agradecemos a la diosa Luna por pensar en nosotros y no dejarnos solos en nuestra vida. ―Eso... es lindo. ― Gabriela sonrío al ver que resolvía las dudas de Dahlia.― ¿Solo sucede en hombres lobos? ― La mayoría sí, pero hay ciertos casos en que sucede con humanos, cómo es el caso de tus padres. ―¿Cómo uno sabe que es su compañero?―la rubia soltó un suspiro sabiendo que ella no quería hablar respecto a ella, Dahlia no pasó desapercibida la expresión en el rostro de Gabriela. ―Eso es muy fácil, cada uno se identifica por el olor. ―Ante la cara de confusión de la joven castaña, intentó aclarar. ― Verás, cada uno tiene un aroma muy diferente, pero el olor de tu compañero es algo que te satisface, algo... que te complementa. ―completó la oración de manera risueña, logrando que Dahlia admirase a la mujer frente a ella. ―¿Qué olor tiene para ti Myles? ―Sonará algo gracioso, pero yo siento que huele a pan recién horneado. ―se mordió el labio ocasionando que Dahlia soltara una risita. ― Cuando lo vi por primera vez, sentí que todo desaparecía y solo quedamos él y yo. ―Creo que estoy entendiendo...― una pregunta se formuló rápidamente por su cabeza, por lo que lo soltó de igual forma― ¿Tú crees que yo pueda llegar a tener un compañero? Gabriela se puso esta vez incómoda, puesto de que no tenía idea si aquello fuese posible. La plática fue interrumpida por el moreno trayendo en una bandeja tres tazas con té y unas galletitas. ―¿De qué hablaban? ―Fácil ya lo escuchaste con tu oído de hombre lobo. ―dijo Dahlia agarrando su taza con una galleta. ―¿Cómo lo sabes? ―preguntó con curiosidad al ver que ella sabía de aquel dato. ―Lo supuse, son hombres lobos, por lo que pienso que deben tener las habilidades aumentadas, como un lobo. ―respondió encogiéndose de hombros y tomando un poco de su té. ―Inteligente de tu parte. ―Ella soltó un leve "gracias" y siguió tomando su té. ― Como verás, aún no sabemos si podrías poseer el gen licántropo, ya tienes dieciocho años. Se supone que al apenas cumplirlos, debiste transformarte, pero no sucedió nada. ―Entonces soy humana. ―soltó un suspiro de alivio, pero luego se corrigió al estar delante de los hombres lobos.― No es que sea malo ser un hombre lobo, el problema, es que yo no sabría adaptar a ese estilo de vida tan rápido... ―Oh, no te preocupes, es comprensible, a nosotros nos entrenan desde niños cómo ser un licántropo. ―Te voy a enseñar todo lo necesario. —Añadió Myles ante el comentario de su esposa. ―También me dirás ¿Cómo es que me conoces? ―Miró con neutralidad al moreno, esperando una respuesta de su parte. Gabriela colocó una mano en el hombro de su marido, dándole el apoyo que él necesitaba. ―De acuerdo, te lo diré, pero debes prometerme que no le contaras nada a tu padre. ―No te preocupes por eso, no le debo nada a mi padre. ―Myles suspiró de alivio ante tal confirmación, aunque lamentaba que Silas tuviera ese tipo de relación con su hija. ―Lo que me preocupa es que afuera puedan escuchar la conversación con el super oído... ―Eso no importa, las casas de todos están protegidas con paredes del doble de gruesas para evitar que cualquier licántropo pueda escuchar sonidos indebidos. ―Por un momento Dahlia quiso preguntar eso último pero al ver la pequeña sonrisa de incomodidad de Gabriela, alejó inmediatamente aquellos pensamientos. ―Verás... yo soy un amigo de tu madre, mucho antes de que Silas y ella se conocieran. ―comenzó Myles a relatar. ― Nos conocemos desde niños, por lo que somos mejores amigos de la infancia. ―Disculpa, pero tú eres hombre lobo, y ella humana, ¿Cómo es que ambos se conocieron? ― esa pregunta ocasionó que el moreno sonriera. ―Antes de vivir en la manada de tu padre, yo vivía cerca de una ciudad de humanos, debido a que mis padres estaban un poco aburridos de la vida licántropa, decidieron cambiar los aires. ― Dahlia asintió, entendiendo cómo es que su madre y él se conocieron. ― A tu madre siempre la traté como una hermana menor, por lo que cuando me enteré que Silas la había engañado quise ir y enfrentarme a él. ―Es obvio que no lo hiciste, sino, no estarías aquí contándome eso... ―Tu madre me detuvo, lo único que ella quería es alejarse de ahí, por lo que no dudé en comprarle un boleto de avión a cualquier destino, con tal de que ella se alejara de tu padre. ―Si era así, ¿Cómo es que sabes de mí? ―Nunca perdí el contacto con tu madre, cada ciertos días, recibía cartas de tu madre, contándome cómo es que le iba. ― de una pequeña gaveta al lado del mueble, sacó varias cartas y se la entregó a la castaña. Dahlia al abrirlas, pudo comprobar la letra de su madre, ecografías de cuando estaba embarazada, hasta fotos de ellas. ― Por esa razón es que sé muchas cosas de ti, necesitaba estar seguro que tanto mi mejor amiga como su hija, estuvieran a salvo. Dahlia dejó las cartas a un lado y se llevó una mano a su cara, pensando en todo lo que le había dicho Myles. Era obvio que él decía la verdad, las cartas lo probaban, el motivo de su desconfianza era porque recién conocía aquel hombre y porque todo era muy nuevo para ella. ―Te agradezco por todo lo que has hecho por mi madre, pero yo no soy ella, por lo que necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a que eres alguien de confiar. ―No hay problema, tómate todo el tiempo que desees. ―Dahlia soltó un leve gracias, a la vez que se acomodaba un cabello detrás de su oreja. ―Por curiosidad, ¿Tengo que vivir en la misma casa de Silas hasta el día de la junta? ―¿Por qué? ¿Sucede algo? ―preguntó esta vez curiosa Gabriela ante la repentina pregunta de la joven. ―El problema, es que voy a estar con la señora v****a y su hija.—Gabriela hizo una mueca no queriendo reírse a carcajadas por el apodo de Regina— Prefiero evitarme cualquier enfrentamiento con ellas y estar lo más lejos posible de Silas. ―¿Por qué no vienen acá? ―Gabriela preguntó esta vez a Myles, quien pensó en la idea. ―No habría problema conmigo, tenemos dos habitaciones más; el problema sería tu padre. Esta vez Dahlia hizo una mueca de frustración, al ver que su padre sería un impedimento para que su madre y ella salieran de aquella casa, pero haría todo lo posible para sacar a su mamá de aquella casa de víboras, con tal de si quiera vivir unas semanas de tranquilidad. 
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