CAPÍTULO V CUANDO Loretta despertó por la mañana casi le fue imposible admitir que lo sucedido la noche anterior no había sido un sueño. Le parecía extraordinario que, a pesar de las advertencias de Ingrid, hubiera decidido que el Marqués era diferente, en todos sentidos, a lo que ella anticipara y a lo que le habían hecho creer de él. ¿Cómo pudo hablarle de la forma exquisita en que lo hizo? ¿Cómo era posible que la hubiera llevado a la cascada y después la hubiese regresado sin tocarla? Aunque Loretta era muy inocente, comprendía instintivamente que ningún hombre se hubiera comportado de esa manera en similares circunstancias. «No lo comprendo», se dijo. «No entiendo por qué es como es». Ansiaba pedir consejo a Ingrid, pero sabía que sería imposible hacer que su prima, o cualquier o