Capítulo 22
No había desayuno carbonizado sobre la mesa esta mañana, solamente una taza de café turco, porque Adam volvería a casa de nuevo esta noche. Me froté los muslos, que sentía adoloridos como si hubiera pasado toda la noche montando a pesar de que nunca había dejado mi cama. Era un buen dolor, el tipo de dolor que asociaba con ejercitarme dentro de mi cabeza. Cuando Harvey todavía estaba vivo, no había importado cuán insuperable el problema; una vez que subía a su lomo, todas mis preocupaciones se desvanecían. Era por eso que después de que mi padre se fue de Australia y mi madre comenzó a presionarme para venderlo, yo empecé a saltarme las clases para ir a pasear por senderos.
—Gracias, Harvey —le dije al caballo fantasma que había pasado la noche anterior ayudándome a elaborar
