De pie en la puerta de la habitación que Eros ha dejado miro a la llorosa mujer que está atada a una silla. Sabía que debía seguir a Eros. Pero no espere encontrarme con esto. Me acerco a la mujer y desato la cuerda. —Gracias —susurra —muchas gracias. —No me agradezcas —digo en tono seco. —Eros y yo fuimos pareja hace un tiempo. No sé qué tiene que ver con que le he liberado, pero supongo que solo quiere aclarar el hecho. La libero y esta se sorbe la nariz antes de verme. —Siempre le he querido y no haría nada para dañarle. —Creo que él opina lo contrario. —No le conoces como yo. —¿Debo darte una estrella por tal proeza? Sus labios se vuelven una fina línea. —Le conocí cuando estaba en su más bajo momento. Frunzo el ceño. —Eros tiene un pasado de adicciones. —Supongo que m