¿QUIÉN ERES TÚ?

2069 Words
Al abrir los ojos, se da cuenta que está en la cama al lado de su esposo. —¿Q-qué hago aquí? —Se pregunta a sí misma en voz alta, pero su pregunta es respondida por alguien más. —Se desmayó afuera de la casa, y Armando la trajo. —Mira y es la señora Shallow. Intenta recomponerse en la cama. —¿Armando? —Pregunta confundida, ya que estaba segura de haber visto a Felipe. ¿Acaso lo había imaginado? —Si, el nuevo chofer. —¿Armando qué? —Pregunta curiosa. —Armando Santamaría. Empezó a trabajar el día de hoy con nosotros. —¡Mmm, ya veo! —Comenta, un poco desconcertada, pues recuerda con claridad haber visto a su ex novio, pero con el nombre que le ha dado la señora Shallow y la deducción de que Felipe no podía trabajar allí, descarta esa posibilidad. —Es imposible que fuera él. —Susurra en voz alta. —¿Dijo algo señora? —Le pregunta la mujer. —No, solo me gustaría descansar un poco. —Está bien, la dejaré por un momento. —Antes, dígame algo Señora Shallow, ¿qué pasó con la cita en la clínica? —No se preocupe. Yo misma me encargué de avisarle a la señora Clemencia lo qué pasó. Dijo que la agendaría nuevamente y que por favor se cuidara, y más tarde vendría a verla. —Entiendo, muchas gracias. —Apenas y termina de hablar, cuando siente un toque en su mano derecha, asustándose de inmediato. —Pero que… —Observa la mano de su esposo. —¿Pasó algo señora? —Le pregunta la señora Shallow. —Es que yo… sentí… eh… —¿Si? —¡Nada! ¡No fue nada! —Finalmente dice, al observar en completa quietud a Callum. La señora Shallow asiente y sale de la habitación. —Siento que me estoy volviendo loca. —Se deja caer sobre la cama y cae rendida casi al instante. … El tiempo pasa volando para Lana que al despertarse, observa que ya es de noche. —¡Vaya! Dormí mucho tiempo. —Siente mucha hambre, y decide bajar a cenar. En el comedor se encuentra con Clemencia, que había llegado desde hace mucho preocupada por su estado de salud. —Estoy bien, no se preocupe. —Aun así, deberías cuidarte. Comer mejor. Descansar más. Quizás cuidar de Callum supone un gran esfuerzo para ti. —No es así. No me molesta. —Se que no, pero me siento un poco culpable, quizás sea tiempo de que recibas mas ayuda de las enfermeras. —No hace falta. Ya me acostumbre a cuidarlo. Además, eso hace que mi mente siempre esté ocupada. —Dice la mujer, que de inmediato recuerda a Felipe, a sus padres y a su ahora inexistente carrera como escritora. —Está bien, pero cualquier cosa que necesites dile a la señora Shallow. El médico considera que deberías tomarte unos días de reposo, antes de seguir con el tratamiento. No sería prudente que concebieras a mi nieto estando débil. —Afirma la mujer con una sonrisa y Lana asiente. La comida de la señora Shallow como siempre estaba deliciosa. Lana comió hasta saciarse. Al volver a la habitación se sentía pesada y bastante cansada, así que no dudó en meterse de nuevo a la cama, sin siquiera tomar su habitual baño nocturno. … Al día siguiente, amaneció abrazada a su esposo. Se le había hecho una costumbre que no podía dejar. Involuntariamente, buscaba el cuerpo de Callum en las noches para aferrarse a él, pues la hacía sentir segura y de alguna manera era como si le hiciera falta. Además, quizás era extraño, pero le encantaba el olor que emanaba ese hombre. Jamás había sentido algo así. No se trataba de su loción, era incluso algo propio de él, algo relacionado con su corporalidad. Era como una especie de atracción que incluso en ese estado él era capaz de producir. … Luego de bañar y cambiar a su esposo, observa detenidamente su rostro, pensando en cómo sería su vida ahora, si estuviera bien. Entonces, a su mente, viene la idea de escribir el futuro de Callum si despertara. Toma asiento, e imagina una vida maravillosa para el hombre que yace postrado en la cama. Logrando escribir, en muy poco tiempo, un par de páginas. Era como si su inspiración hubiera estado frente a ella todo este tiempo, y hasta ahora se diera cuenta. —Creo que te encantará la historia que he empezado a escribir. —Le habla a Callum, sentada a su lado, y empieza a leer con vehemencia y entusiasmo para él. —Esto lo escribí para ti. Y escribiré y te leeré a diario, pero debes prometerme que despertarás. Eres joven, no deberías morir, y yo no debería hacerme cargo de tu dinero, no lo quiero. No quiero nada de esto, así que abre los ojos. —Le dice después de leerle, acercando su rostro al suyo, sintiendo su fuerte respiración, observando con tranquilidad al hombre que abre los ojos, y la mira fijamente como si realmente detallara su rostro. De pronto, toques en la puerta la desconcentran. —¡Adelante! —Ordena, y es Claus que abre la puerta. —Señora, lamento molestarla, pero el médico acaba de llegar. Hoy es día de alimentar al señor. —Es cierto. Lo había olvidado. Dile que pase. Lana le da espacio al doctor y a su cuerpo médico para que alimente a Callum, y como es algo que nunca le ha parecido agradable, prefiere bajar a la cocina a tomar algo, mientras terminan con el procedimiento, encargando a Claus de que esté al pendiente por si se presenta algo. Apenas y termina de bajar las escaleras, cuando de inmediato es abordada por la espalda por un hombre que le tapa la boca con una de sus manos, lo que impide que pueda gritar ante el susto de ser lastimada. La lleva bajo las escaleras, asegurándose de que nadie los vea. —¡Tranquila! —Le dice el hombre para detener el forcejeo de la mujer, que al darse cuenta de quién es, queda completamente inmóvil, y él la suelta. —¿Tú? ¿Qué haces aquí? —Soy el nuevo chofer —¿Qué? ¿Acaso estás loco? Te estás haciendo pasar por otra persona, podrían meterte a la cárcel. —Lo sé, pero no lograba localizarte después que… —¿Que, qué? ¿Qué me dejaste plantada luego de quitarme todo lo que tenía? —No es así… —Ahórrate tus excusas Felipe. Lárgate o yo misma haré que te arresten. Esta es mi casa y la de mi marido, y no tienes ningún derecho de estar aquí. —Intenta apartarse la mujer, pero él la detiene, y ella, sin pensarlo, le propina una fuerte bofetada. —¡Lárgate de una buena vez! —Le exige. —No me iré, y puedes pegarme las veces que quieras, incluso llama a la policía si es lo que quieres. No me importa, porque tienes que saber que yo no te dejé plantada, ni tampoco me robé nada. Tu familia sabía que nos escaparíamos, no me preguntes como, pero después de que retiráramos todos nuestros ahorros, jamás pude ni siquiera entrar a mi apartamento para recoger mis cosas como habíamos quedado, porque tu padre y tu hermano, me esperaban a un par de calles de allí, junto con un par de matones, quienes me golpearon hasta dejarme medio muerto y me quitaron lo que tenía, dejándome muy claro que no podía volverme a acercar a ti. —¿¡Qué!? Eso no puede ser… si fue así, ¿por qué hasta ahora me lo cuentas? —Pasé días inconsciente en el hospital, para cuando desperté intenté llamarte, pero no respondías mis llamadas. Cuando me dieron de alta, nadie me daba razón de ti, salvo que tu familia se había ido de viaje, y pensé que tú estabas con ellos, ya que me juraste que jamás te casarías por dinero. —Se puede sentir el rencor en sus palabras. —Hasta que vi la noticia de que sí te habías casado, y entonces decidí hacer todo lo posible por venir a buscarte. —Esto no puede ser cierto. Mi familia, por muy codiciosa que sea, no sería capaz de una cosa así. No le harían daño a un ser humano. —Lana realmente está aturdida y parece muy contrariada. —¿Ah, no? Piénsalo bien. Tu padre y tu hermano, ¿acaso no eran los más interesados en que te casaras por conveniencia? —Mamá no lo permitiría… —Dice y guarda silencio recordando que el día de su matrimonio su madre le confesó que sabía que huiría con Felipe. Se recuesta a la pared al darse cuenta de que Felipe puede estar diciendo la verdad y se empieza a sentir mareada. —Tu familia es una bola de excremento que camina entre la sociedad, y si tú me dices que eres igual que ellos y prefieres quedarte aquí, en esta casa llena de lujos, al lado de un hombre que es un cadáver viviente, después de como se han valido de artimañas para separarnos, me iré, pero si aún eres la chica de la que yo me enamoré, a quien lo único que le importa es escribir y que está realmente enamorada de mí, ahora mismo saldrás de esta casa conmigo para nunca más regresar. —Le advierte el hombre que la sostiene fuertemente de los brazos, que sin poder contenerse más, le propina un beso en los labios que le recuerda a Lana lo feliz que era cuando estaban juntos. De pronto, un grito hace que se aparte temerosa de ser descubierta. —¡Señora! ¡Señora Lana! ¿Dónde está? ¡¡Señora!! —Es la señora Shallow que la busca con desespero por toda la casa. Lana intenta irse, pero Felipe la detiene. —¿Qué haces? —Debo ir… —No, tu único deber es estar conmigo. —¡¡¡Señora!!! —Sigue buscándola la mujer, y Lana, que no termina de asimilar todo lo que acaba de pasar y de escuchar, se libera de su agarre. —Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar aún, antes de tomar una decisión. —Le dice y se marcha, hacia la cocina, donde escucha los gritos de la mujer. —¿Qué pasa, señora Shallow? —La mujer que está demasiado eufórica para fijarse que Lana viene de la sala, donde hace un momento no estaba, se acerca a ella y la abraza con emoción. —Hay mi niña, no sabe lo feliz que estoy. —Lágrimas ruedan por las mejillas de la mujer. —¿Está bien? ¿Le pasa algo? —Sí. Me pasa que estoy feliz, porque Dios escuchó mis súplicas, y me ha concedido un milagro. —¿Un milagro? —Sí. ¡Despertó! —¿Eh? ¿De qué habla?, ¿quién despertó? —Mi niño, mi señor… Callum está consciente… —¿¡Qué!? —Lana siente que una felicidad inunda su corazón, e instintivamente corre a toda prisa por las escaleras, sin fijarse en Felipe, que la había seguido y con disimulo acababa de escuchar todo y observaba la actitud de su amada, frente a la noticia de que Callum O’Sullivan había despertado, sintiéndose un poco celoso. Entra con premura a la habitación, donde todos los presentes parecen asombrados. Se para frente a la cama, observando a su esposo que con dificultad mueve el cuello de un lado a otro por órdenes del doctor, que parece estar examinando su nivel de conciencia y que tanta movilidad tiene. —¡E-estás despierto! ¡Realmente estás despierto! —Comenta agitada la mujer que sonríe ampliamente al verlo con sus propios ojos. El hombre de expresión dura, que tiene la sensación de haber escuchado esa voz antes, se fija en la chica frente a él, observando con detenimiento esos ojos que hasta hace unos minutos habían sido lo primero que había visto cuando despertó. —Q-Qui —Se aclara la garganta, ya que siente un poco de dolor cuando intenta hablar. —¿Qui-Quién eres tú? —Pregunta finalmente dándole a Lana un golpe de realidad, pues ella sabe que él es su esposo, pero él, antes de hoy, ni siquiera sabía que ella existía.
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