Cristóbal había visto a Nicole seguir a Esteban y a Lucas. Y supo que la perdía.
Ahora, aparecen los tres de vuelta. La pareja de la mano, con sus dedos entrelazados y Lucas de la mano de la mujer. Cristóbal la mira, busca sus ojos, pero ella no, desvía su vista. Eso es prueba fehaciente de que la perdió. Él lo sabía. Sabía que no debía hacerse ilusiones. Él no merece amor, no merece la felicidad. No merece nada. Quiere salir, correr y escapar, pero sabe que no puede, debe mantenerse estoico, fingiendo que nada sucede. En cierto modo, la muerte de Eloísa en ese momento es un alivio, no por su muerte en sí, sino que ahora, en este momento, puede darse el lujo de dejar correr las lágrimas por sus mejillas sin que nadie diga nada. La había llorado poco antes, pero ahora nadie lo vería extraño por llorar.
―Papi ―le habla Daniela, lo que hace que él baje de su nube.
―Dime, princesa.
―¿La nana ya está con mi hermanito?
―Sí, princesa.
―Yo no quería que se fuera, pero tampoco quería que mi hermanito estuviera solito.
Cristóbal no dice nada, no es capaz. No sabe si podrá soportar tanto dolor. Entre la preocupación de su hija por su hermanito, el dolor de perder a Eloísa y ahora a Nicole antes de siquiera haberla tenido...
Intenta buscar en la mirada de Nicole algo, cualquier cosa que le diga que lo que dijo acerca de sus sentimientos es cierto. No le importa si se queda con Esteban, no le gustaría, pero lo entendería, entre ellos está Lucas que la necesita y si por él se mantiene con Esteban, lo comprendería. Pero nada, ella no lo mira, esquiva su mirada.
"Nicole, por favor, mírame, aunque sea una última vez", ruega el hombre desesperado en su mente. Quisiera gritarlo, pero no puede, se tiene que tragar todas las emociones que lo embargan. Aprieta a su hija contra su pecho, siente que va a explotar en cualquier momento.
―¿Qué pasa, mi niño? ―pregunta Ema acercándose.
El hombre niega con la cabeza, no puede articular palabra.
―Cristóbal, tú estás así no por Eloísa, dime, ¿qué pasa? ―le habla en el oído para que nadie más escuche.
Él mira a su nana y la tristeza que lleva en sus ojos le hace doler el corazón de la mujer.
―¿Qué es? ¿Es por Verónica?
La negación con su cabeza es la respuesta que recibe.
―Dime, qué es.
El hombre niega otra vez con su cabeza, llora desconsolado. Ema lo abraza, no sabe lo que ocurre, pero debe ser algo muy grave para que lo tenga así.
―Lo que sea, mi niño, pasará, estoy segura de eso.
―No ―gime el hombre apenas.
Ema no dice nada, llora con él, no se le ocurre otra cosa. No tiene idea cómo consolarlo.
Nicole mira a Cristóbal, ahora, cuando está segura que él no podrá verla. No es capaz de mirarlo a los ojos. Sabe que llora por ella, ella sufre igual por él. Y se arrepiente de haber hecho esa promesa a Eloísa y de haberle dicho al niño que volvería con Esteban, actuó de forma impulsiva para hacer más llevadero todo este doloroso proceso a su pequeño hijo.
Scott se acerca a Cristóbal y toma a la niña en sus brazos, pareciera que en cualquier momento él joven perdería el sentido. Y eso no es por Eloísa, la quería, es cierto, todos lo hacían, pero también todos estaban en cierto modo preparados para el momento. Su tristeza va mucho más allá de la pérdida de Eloísa.
Cristóbal se suelta de su nana y se dirige a su amigo, es él quien perdió a su madre.
―Esteban... No sé qué decir ―comienza a decir.
―Gracias por estar aquí, amigo. ―Esteban, ajeno a todo lo que ocurre en la mente y corazón del otro, lo abraza.
Es entonces que se encuentra con la mirada de Nicole, ella llora sin apartar su mirada. Él lo comprende todo. Los hombres se separan y Cristóbal abraza ahora a Nicole y ambos lloran como si el mundo se les acabara. Pero Cristóbal se aparta de ella casi enseguida, no puede tenerla tan cerca y sentirla tan lejos.
―Llegó el médico y la funeraria viene en camino ―anuncia Tomás.
―Gracias ―responde Esteban saliendo a su encuentro.
Cristóbal y Nicole se miran unos segundos con los sentimientos a flor de piel.
―Tío ―dice el niño al hombre―, mi mamá va a volver a la casa, ahora vamos a volver a ser una familia completa.
Cristóbal mira a Nicole brevemente y vuelve a ver al niño.
―Qué bueno, me alegra saber eso ―responde con el corazón carne viva.
―Ahora están solos ―se justifica Nicole―, sobre todo Lucas.
―Claro, ahora te necesitan más que nunca ―la tranquiliza él.
―Cristóbal...
El hombre le dedica una sonrisa llena de comprensión y amor. Si él ama de ella su hermoso corazón, su capacidad de entregar todo por hacer felices a los demás, por su comprensión, ¿quién es él para criticar ahora eso?
•••
El velorio se lleva a cabo en la capilla de la iglesia a la que pertenecía Eloísa y a la que iba ella regularmente.
―Esteban, hablé con Miguel y me dijo que el funeral es mañana a las tres y media ―comenta el párroco.
―Sí, padre.
―Me gustaría hacer el responso yo personalmente, sabes que conocí mucho tiempo a tu madre y me gustaría ser yo quien la despida de la Casa del Señor.
―Claro, padre, cuenta con todo mi apoyo, esta ha sido nuestra iglesia por años y ella se sentía muy a gusto aquí y lo quería mucho.
―Ella también era muy querida en la comunidad. Esta noche vendrá el grupo de las mujeres a rezar el rosario, no te molesta, ¿verdad?
―Claro que no, yo puedo no ser muy asiduo a la iglesia, pero eso no quita el hecho de que respete sus creencias.
―Gracias.
El sacerdote se va y Esteban camina hasta Nicole que está sentada en un rincón de la capilla.
―¿Cómo te sientes?
―Bien, un poco cansada. Hace frío.
―Sí, espero que no llueva.
―Ojalá.
―Nicole, si quieres irte, puedes hacerlo, sé que no te gustan los funerales.
La mujer lo mira sorprendida, si alguna buena cosa ha tenido siempre Esteban, son sus detalles, él no pasa por alto nada, cada una de las pequeñas cosas de ella, él las recuerda con claridad.
―¿Qué pasa, Nicole? ―El hombre se agacha a su lado y toma sus manos―. ¿Seguro que estás bien?
―Sí... Es que me sorprende que lo sigas recordando.
―No es nada ―responde él levantándose, como si fuera lo más natural del mundo.
―¿Estás enojado?
―No.
―¿Por qué?
―No sé.
―Aquí no es el momento ni el lugar, pero después tenemos que hablar, hay cosas que aclarar.
―Claro.
―De todos modos, si en algún momento te sientes mal, te quieres ir o algo, solo debes decirlo, ¿está bien? No quiero que te hagas la valiente ni te creas la superchica, ¿me oíste?
―Está bien, no te preocupes.
―Bien.
Nicole ve retirarse a Esteban sin darse cuenta que a su lado aparece Cristóbal.
―¿Cómo estás?
Ella lo mira con dolor y los ojos se le llenan de lágrimas.
―No llores, linda.
―Es que no puedo. ―Llora con más ganas.
―Hey, tranquila, todo está bien ―le asegura el hombre con ternura agachándose frente a ella.
―No, Cristóbal, nada está bien. Esto no debería estar pasando. ¿Por qué?
―Todos sabíamos que Eloísa estaba débil, que en cualquier momento se iría, sabes que no le dieron más de un mes y aguantó cinco...
―No hablaba de eso.
―Lo sé ―le dice sosteniendo su mirada.
―Ahora me debes estar odiando.
―No, Nicole, no podría odiarte si tu enorme corazón es lo que me conquistó.
―Y es lo que nos está apartando.
Cristóbal se queda en silencio y agacha la cabeza. Nicole levanta la vista y mira en derredor. Ve venir a Esteban con una expresión extraña en el rostro.
―¿Pasa algo? ―pregunta el hombre en cuanto llega con ellos.
―Nada ―contesta Cristóbal levantándose―, vine a ver cómo estaba Nicole, a ella no le gustan los funerales.
―Sí, a mí también me preocupaba lo mismo ―replica Esteban no muy convencido.
―Voy a llevar a Daniela a comer algo y a dormir, ¿quieres que me lleve a Lucas?
―Te lo agradecería, la iglesia la cierran a las doce, ya es tarde y hace frío para que sigan aquí.
―Nos vemos mañana, no te preocupes por nada.
―Mañana a las tres es el funeral.
―Lo sé, esperaré a que los niños se despierten, tomen desayuno y antes de venir pasaré por el colegio para avisar que no irán en unos días.
―Gracias, la verdad es que ni siquiera había pensado en eso.
―No te preocupes, amigo.
La tristeza en la voz de Cristóbal, no pasa desapercibida para Esteban.
―¿Qué te pasa? Hay algo más que te tiene así, ¿verdad?
―Es todo, Esteban, ayer Verónica se internó en una clínica de rehabilitación, ella no había dejado las pastillas. Ahora ocurre esto... La preocupación de Daniela por su hermanito... Yo no lo sabía, ella se lo había guardado para sí misma, solita llevaba esa angustia... Pensar en el día que Ema ya no esté... Es todo lo que pasa, Esteban, no es algo en particular.
El otro mira a su amigo y a Nicole y asiente con la cabeza.
―Vete a descansar, te agradezco por Lucas.
―No hay nada que agradecer. Buenas noches, Nicole ―su despedida parece un adiós.
―Nos vemos mañana ―responde ella con un nudo en la garganta.
―Esteban lo acompaña donde está Lucas con Miguel y le indica que se vaya con Cristóbal y Daniela, lo cual el niño acepta de muy mal ánimo.
―Hace frío ―explica el padre con paciencia―, ya es tarde.
―Pero yo quería que Nicole me hiciera dormir.
―Es que ella no se va a ir todavía.
―Pucha. Ya ―acepta de mala gana.
―Vamos a mi casa, Lucas, yo te presto mi cama ―ofrece Daniela.
―Ya, vamos.
El niño corre hasta donde Nicole y le da un gran abrazo.
―Mañana sí me vas a hacer dormir tú, ¿cierto?
―Sí, mi amor.
―Buenas noches.
―Buenas noches, pórtese bien con el tío Cristóbal, ¿sí?
―Sí...
El niño le da un apretado beso y le deja espacio a Daniela para despedirse ella ahora.
―Buenas noches, mi niña, pórtense bien con el papá.
―Sí. ―La niña, al igual que su amigo, le da un apretado beso a la mujer y se van con Cristóbal, quien solo le hace un gesto de despedida a Nicole.
Nicole siente un vacío en cuanto los ve desaparecer por la puerta. Pero poco puede concentrarse en eso, ya que Scott se sienta a su lado.
―¿Qué pasa, Nicole?
―Nada.
―¿Por qué vas a volver con Esteban si tu corazón ahora ama a Cristóbal?
―No sé por qué dices eso.
―Es notorio.
La joven mira a su interlocutor asustada.
―¿Mucho?
―No sé si para Esteban, pero para mí, sí.
Nicole baja la cabeza.
―No estás obligada a volver con él por esto.
―Es por Lucas, ahora quedará muy solo...
―¿Y son los hijos un motivo suficiente?
―No puedo dejarlo solo en este momento.
―Y te vas a sacrificar.
―No tengo opción.
―Podrías haber encontrado otra forma, si vuelves con Esteban quedarás atrapada en una relación que no quieres, tú no amas a Esteban. Ya no.
―Lo amé y...
―Y te lastimó, Nicole ―interrumpe el hombre.
―Scott... No sé qué hacer, tomé una decisión apresurada y justo hoy...
Esteban se acerca a ellos y mira a la pareja.
―¿Pasa algo?
―Nada ―contesta Scott levantándose de su asiento para ir a ver a Ema.
―¿Qué le pasó?
―No sé.
―¿Qué pasa entre tú y Cristóbal?
―¿Por qué? ―pregunta la mujer aparentando normalidad.
―Es que parece que el ambiente está un poco tenso entre ustedes, ¿están enojados?
―No ―contesta con celeridad―, no, no, no ―sigue diciendo sin saber qué decir.
―¿Puedo ayudar? Algo no parece marchar bien entre ustedes. ¿O es porque vuelves a casa?
Nicole se escoge de hombros. Por un momento creyó que él se había dado cuenta de algo, pero al parecer no.
―Escucha, cariño, yo te amo, y no sabes las ganas que tengo de besarte, de hacerte el amor; te miro y todos mis sentidos se despiertan, pero sé que tú no sientes lo mismo. Ya no. Pero ya verás que todo estará bien, como antes.
Esteban se acerca despacio, quiere besarla, pero Nicole corre la cara, incómoda. Esteban baja la cabeza. Entiende que ella todavía esté dolida por lo que hizo, ya la recuperaría y todo volvería a la normalidad. Él sabe exactamente cómo hacerlo.
A las doce, el párroco cierra la capilla y los despide en la puerta. Esteban mira a Nicole.
―¿Te vas a ir a la casa hoy?
―No, hoy no, tengo mi ropa en mi departamento, además no estará Lucas.
―Claro ―contesta frustrado el hombre.
―Esteban, ¿puedo quedarme en tu casa esta noche? ―pregunta Miguel con ojos llorosos acercándose a la pareja―. No quiero volver a la casa sin ella.
―Claro, claro, no hay problema.
―Gracias.
Esteban mira a Nicole.
―Vamos a dejar a Nicole y nos vamos a la casa ―menciona Esteban sin dejar de mirar a la mujer.
―Está bien.
―No se preocupen ―interviene Scott llegando hasta ellos―, nosotros vamos al departamento de Cristóbal, la llevamos.
Esteban hace un leve gesto de desagrado que no pasa por alto Miguel, a pesar de su enorme dolor.
―Buenas noches, entonces ―Esteban hace una inclinación con la cabeza.
―Buenas noches ―se despide el resto.
―Mañana a las ocho estaremos aquí ―asegura Scott.
―Gracias.
Se va cada quien a los respectivos vehículos. Nicole se sienta en el asiento trasero del sedán de Scott.
―¿Cómo estás? ―consulta Scott a la joven, acomodando el espejo retrovisor para mirarla.
―Bien.
―¿Segura?
―Scott ―reprende Ema.
Nicole niega con la cabeza mirando el espejo.
El hombre no dice nada. Echa a andar el coche y en pocos minutos llegan al edificio.
―Gracias por traerme ―dice la joven mujer.
Le da un beso a Ema y a Scott y avanza hasta la escalera sin esperar respuesta.
―Nicole ―dice Ema―, ¿quieres tomar un café con nosotros?
Ella los mira ilusionada y triste.
―No... Está bien.
―Vamos ―insiste Scott―, te acompañaremos nosotros en el ascensor, no es problema.
―No sé, ¿y si Cristóbal se enoja?
―No tiene por qué enojarse ―replica Ema sin tener idea de lo que pasa por la mente de la mujer.
―Vamos. ―Scott abraza a la joven de los hombros de forma paternal y así la lleva hasta el ascensor.
Al llegar al departamento, ven a Cristóbal que está en el sofá con una copa de whisky, con los ojos rojos por el llanto y mirando la nada.
―Cristóbal, hijo, trajimos una visita, la invitamos a tomar café ―anuncia Scott con una leve sonrisa.
―Está bien ―responde lacónico sin mirarlos.
―¿Qué pasa, mi niño? ―pregunta Ema―. ¿Te molesta que haya venido Nicole? Creímos que te alegraría, ¿qué pasa? ¿Están enojados?
Solo en ese momento, Cristóbal levanta la cabeza y mira a los recién llegados, sobre todo a Nicole.
―Lo siento, claro que no me molesta, al contrario...
Encontrarse con esos hermosos ojos lo deja sin palabras y sin aliento. Ema y Scott se miran cómplices, sus sospechas son ciertas. Cristóbal y Nicole ya no se miran como amigos.