El despertador sonó como cada mañana, pero ese día sería diferente. Alice se levantó y siguió la rutina de cada mañana: ducharse, vestirse y desayunar. Como todos los días se dirigía a su oficina conduciendo, pero ese día, frente al edificio se encontraba una caravana de seguridad, por lo que el tráfico se represó.
Alice tenía el puesto de subdirectora de una de las empresas más importantes de Los Ángeles y no podía permitir que los empleados la vieran llegar tarde por lo que acostumbraba llegar 15 minutos antes pero ese día debido al tráfico, estaba llegando 5 minutos tarde "que nadie me vea, que nadie me vea..." se repetía como un mantra mientras caminaba hacia el elevador, las puertas estaban a punto de cerrarse para llevarla a la planta en la que se encontraba su oficina, cuando una mano apareció haciendo que la puertas se abrieran de nuevo, dejando que entrara un hombre alto, de cabello castaño y ojos hazel, Alice casi se pierde en sus ojos, pero no lo hizo. No se conocían, pero Alice percibió en él su arrogancia, lo sabía por la forma en que le sonreía como si esperara que con eso ella terminara rendida a sus pies, la tensión se sentía y Alice nunca había ansiado tanto el sonido que avisaba que había llegado a su oficina, el tiempo que transcurrió en el elevador fue de segundos, pero para Alice fue eterno, el timbre por fin sonó, ella nunca se había sentido tan aliviada de llegar al piso de su oficina como en ese momento.