El ataque de Emiliano

1657 Words
— ¡Emiliano! Soy yo Luisana. ¿Estas allí? Emiliano enseguida abrió la puerta, se notaba algo nervioso, luego le dijo: — Sí, acá estoy, es que le mostraba la habitación a Santiago. — Necesito que hablemos en privado, te espero en nuestra habitación. — Está bien cariño, en un momento voy para allá. Luisana estaba molesta, no quería que ese joven se quedara en la mansión, ya tenía que lidiar con muchas preocupaciones como para encima tener que soportar a un extraño viviendo en su casa. Entró a la habitación molesta y más atrás la alcanzó Emiliano, ella enseguida le dijo: — ¿Cómo te atreves a meter a un extraño en nuestra casa y encima sin consultármelo? — Por favor cariño cálmate mira que eso le hace daño al bebé, no tienes de qué preocuparte. — ¿Ah no? Primero decides que Armando se case con nuestra hija y lo traes a vivir a nuestra casa, luego le pides a Rafaela que se quede haciéndome compañía como si yo fuera una niñita, y además te apareces con ese joven y decides por tu cuenta dejarlo a vivir aquí sin ni siquiera preguntarme si yo estaba de acuerdo. ¿Qué más sigue Emiliano? Esto no puede seguir así. — ¡Ya basta Luisana! Tengo demasiados problemas en la empresa como para encima tener que soportar tus reclamos, te recuerdo que esta es mi casa y que yo decido quien se queda y quien se va. Así que te agradezco que no sigas gritando como una histérica porque no te lo voy a permitir. Y Santiago se queda en esta casa y esa es mi ultima palabra. ¿Te quedó claro? Emiliano salió de la habitación molesto, estaba muy atormentado ya que no sabía como enfrentar ante su esposa que ese chico era en realidad su hijo. Bajó las escaleras y al llegar a la sala de estar, se sirvió un trago para tratar de calmarse, pero en ese momento escuchó voces como si alguien estuviera discutiendo. Se tomó el trago y caminó hacia la puerta que dirigía al jardín, al llegar allí se percató de que Jennifer estaba discutiendo con Armando, entonces decidió acercarse sin que estos se dieran cuenta y se quedó escuchando para saber cual era el motivo de su discusión. Jennifer estaba furiosa y en ese justo momento le dijo a Armando: — ¿Cómo me pides que no le diga a mi padre lo que está pasando entre Rafaela y mi madre? No me parece justo que mi padre siga engañado mientras Rafaela y mi madre son amantes a sus espaldas y en su propia casa. No puedo quitarme de la mente esa imagen cuando las encontré a ambas haciendo el amor en su propia cama. Emiliano al escuchar lo que Jennifer acababa de decir, no pudo evitar soltar la copa de cristal que llevaba en la mano dejando que esta cayera al piso quedando totalmente echa añicos. Por supuesto Armando y Jennifer se asustaron al escuchar el ruido y cuando voltearon hacia la puerta del jardín, se quedaron sorprendidos al ver a Emiliano parado enfrente de ellos con una expresión que denotaba claramente lo impactado que estaba con lo que acababa de descubrir. Jennifer miró a Armando aterrada, ya que ambos se habían dado cuenta de que Emiliano los había escuchado. Ella salió corriendo a donde estaba su padre mientras le decía llena de angustia: — Papá, papito, perdóname no quería que te enteraras de esta forma, yo te lo iba a decir pero no así. Armando estaba detrás de Jennifer sin decir una sola palabra, solo veía la expresión de Emiliano el cual estaba muy impactado con la noticia. — ¿Papá qué te pasa? Por favor dime algo, no te quedes callado. — Dime que eso que acabo de escuchar es mentira. ¡Por favor dímelo! Jennifer lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, estaba sufriendo al ver el dolor de su padre. Pero ya era muy tarde para intentar ocultarle la verdad porque tarde o temprano se iba a enterar y ella no estaba dispuesta a que su madre y Rafaela lo siguieran engañando en su propia casa. Así que se armó de valor y le dijo entre sollozos: — Sí papá, lamento decirte que sí es verdad. Las encontré en tu habitación teniendo relaciones sexuales. Esto es horrible lo sé, pero de todas formas te ibas a enterar pero no quería que fuera de esta forma. Lo siento tanto. De pronto Emiliano se quedó con la mirada perdida mientras se agarraba el pecho, se veía claramente que sentía un dolor muy fuerte que no lo dejaba respirar. De pronto no soportó mantenerse en pie y cayó encima de Jennifer mientras esta gritaba angustiada ante la mirada de horror de Armando: — ¡Papá! ¡Papá! ¿Qué te pasa? Papito por favor respóndeme. ¡Armando rápido llama al número de emergencia! ¡Papá! ¡Papá! Armando salió corriendo para pedir una ambulancia, mientras Jennifer gritaba desesperada al ver que su padre estaba pálido y casi no tenía pulso. Los gritos se Jennifer hicieron que Luisana, Rafaela y Santiago, aparecieran de repente en el jardín. Luisana al ver a Emiliano tirado en el suelo en los brazos de Jennifer, se sorprendió y enseguida se acercó a ambos diciendo angustiada: — ¿Pero qué le pasó a Emiliano? — Todo esto es tu culpa, si mi padre se llega a morir todo será tu culpa. — le gritó Jennifer llorando ante la cara de sorpresa de Santiago que no entendía qué estaba pasando. Pero él al ver a su padre en ese estado no pudo evitar acercarse mientras decía: — Pero llevémoslo al sofá allí estará mucho más cómodo. Jennifer lo miró extrañada porque no sabía quien era él, en medio de su angustia le dijo: — ¿Y tú quien eres? ¿Qué haces aquí en mi casa? — Yo trabajo para tu padre. Jennifer no comprendía qué hacía ese joven allí, en ese momento a ella lo único que le importaba era la vida de su padre. Armando enseguida exclamó: — Ya la ambulancia viene en camino, pero es mejor que lo llevemos al sofá hasta que lleguen. Santiago y Armando fueron los que levantaron a Emiliano y lo acostaron en el sofá. Ambos se miraron mientras Santiago le extendió su mano diciendo: — Soy Santiago y trabajo en la empresa del señor Emiliano. — Hola, me llamo Armando y soy el esposo de Jennifer. Lamento conocerte en estas circunstancias. Jennifer no paraba de llorar, no se separaba ni un minuto del lado de su padre, se sentía culpable de que él se hubiera enterado de esa forma tan violenta de lo que había hecho su madre. Por su parte Luisana y Rafaela estaban sorprendidas con lo que estaba pasando, ambas permanecían paradas observando el estado de gravedad de Emiliano, en el fondo sentían temor de que su malestar fuera consecuencia de lo que había pasado entre ellas. Al cabo de unos minutos llegó la ambulancia y se llevó a Emiliano. Jennifer enseguida exclamó: — Armando vamos en mi auto detrás de la ambulancia, no quiero dejar solo a papá. Santiago enseguida intervino diciendo: — ¿Me permiten ir con ustedes? Jennifer lo miró extrañada, sin embargo no tenía cabeza para pensar bien las cosas, así que fue Armando quien le respondió: — Sí, puedes venir con nosotros. Todos se fueron a la clínica mientras Luisana se había quedado con Rafaela, se encontraba en shock, no decía una sola palabra. Definitivamente el ver a Emiliano en ese estado le había causado mucha impresión. — ¿Luisana te encuentras bien? Por favor dime algo, me tienes preocupada. — No, esto no me lo esperaba, hace un momento Emiliano se encontraba bien, aunque tuvimos una discusión en la habitación, pero él aparentemente estaba bien. — ¿Discutieron? ¿Pero por qué discutieron? No me digas que se enteró de lo nuestro. — No, no fue esa la razón de nuestra discusión, yo le reclamé el por qué trajo a vivir aquí a ese joven. Y él se alteró y me dijo que esta era su casa y que él decidía quien vivía aquí y quien no. Salió de la habitación molesto, pero no era razón para que se pusiera así tan mal. — Tranquila Luisana, no tienes por qué sentirte culpable por lo que acaba de pasar, tal vez sea el estrés del trabajo que lo llevó a ponerse así. — Pero es que Jennifer me gritó en mi cara que su padre estaba así por mi culpa y la verdad es que no comprendo por qué me dijo eso. ¿Será que se enteró de lo que pasó entre nosotras? O peor aún, se enteró que Armando fue mi amante. ¡Ay qué angustia! No sé que hacer, ya no se qué pensar. Rafaela se acercó a ella y la abrazó por la espalda mientras le decía al oído: — Calma cariño no te atormentes pensando tanto, solo nos queda esperar. — ¡Suéltame Rafaela! No es el momento para que te pongas así. ¿Acaso no te das cuenta lo grave de lo que está pasando? — ¿Pero qué quieres hacer? ¿Quieres que vayamos a la clínica? — Sí, creo que es lo mejor, yo soy su esposa y mi deber es estar allí con él. — Pero yo te llevo en mi auto, en ese estado de nervios no puedes conducir. — Pero es que no me parece adecuado que nos presentemos las dos, estoy segura de que Jennifer va a armar un escándalo cuando nos vea llegar juntas. — No te voy a dejar sola en esto. Ambas estamos metidas hasta el cuello, así que no pienso dejarte ni un momento sola. Además no creo que Jennifer forme un escándalo en presencia de ese joven, el tal Santiago. Así que andando. (…)

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