Historia registrada por derecho de autor, con el número 2301183211077. Queda prohibida la pirateria o distribución de dicha obra.
Intro - Capítulo 1
Hace un mes y medio cumplió los dieciocho años y por primera vez en su vida, sus padres le dieron permiso de salir sola. Llevaba varias semanas planeando pasarla con sus amigos en una de las discotecas más concurridas de Tuntaqui, capital de Estaquía (Ciudad y país imaginario por el autor)
Emilia Cásper confiaba plenamente en sus amigos, sobre todo en Bahjar, su mejor amiga, y Byron, su novio. Ella jamás pensó que ambos la abandonarían, que se marcharían y la dejarían a su suerte. Estar con ellos le hacía sentir segura, pensó que nada malo ocurriría, por eso bebió hasta perder la conciencia.
Al día siguiente, amaneció completamente desnuda en una habitación de un motel. No recordaba cómo ni con quién llegó a ese lugar, gruesa saliva rodó por su garganta al ver la mancha de sangre en la cama. Emilia volvió a sentarse porque ella nunca imaginó perder la virginidad de esa forma. Su sueño siempre había sido casarse y llegar virgen al matrimonio.
Apretando fuertemente la sábana lloró, pues no tenía ni idea de quién se había aprovechado de ella. Limpiando las lágrimas, se levantó, entró al baño y lavó su cuerpo. Una vez lista, salió decidida a enfrentar a su novio. Pensó que tal vez él se había aprovechado de ella mientras estaba borracha.
Emilia tomó un taxi y llegó hasta la mansión Koslay. Tocó el timbre con insistencia y la empleada le abrió la puerta.
—¿Está Byron?
La empleada dudó en contestar, dirigiendo la mirada hacia las escaleras. Emilia intuyó que le mentiría, por lo que subió las escaleras y fue hasta la habitación de su novio. Abrió la puerta de golpe y lo encontró bajo las sábanas con una mujer que estaba boca abajo.
—¿¡Qué!? — tartamudeó Byron, agarrando del cabello a la mujer y girándole el rostro. Al descubrir quién era, saltó de la cama.
Emilia sintió asco de los dos y, llena de cólera, caminó hasta Byron y le lanzó una cachetada que le volteó la cara.
—Emi, te juro que creí que eras tú, joder, anoche quedamos en que lo haríamos.
—¡Cállate! No recuerdo haberte dicho que me acostaría contigo, y después de esto menos lo haré —gritó y lo miró con ojos afilados—. ¿Desde cuándo me traicionas con ella? Dime, ¿pasaste la noche con mi mejor amiga? – Después de preguntar, pensó que era absurda la pregunta si acababa de encontrarlos en una situación muy comprometedora.
Byron no supo qué decir, lo único que hizo fue pasarse las manos por el cabello y sentarse en la cama.
Emilia sonrió con amargura y masculló— Cúbrete, yo de ti me daría vergüenza alardear con esa cosita chiquita —espetó al señalar la desnudez de su novio.
Una vez que lo avergonzó, dirigió la mirada a Bahjar, su mejor amiga. Esta envolvió una sábana alrededor de su cuerpo y sonrió dichosa— Me hubieras dicho que te gustaba este cabrón y te lo regalaba.
—No hables de mí como si fuera un objeto que puedes regalar, porque no lo soy —bufó Byron, ya algo fastidiado por el irrespeto de Emilia.
—Tienes razón, no puedo compararte con un objeto, porque hasta eso vale más que tú —Byron se paró y la miró con ojos afilados—. ¿¡Qué!? —arqueó la ceja Emilia— ¿Vas a golpearme? —con ambas manos lo empujó y lo tiró a la cama—. No eres más que un cobarde —luego se dirigió a Bahjar, que contemplaba la escena— ¿Desde cuándo te acuestas con mi ex?
—¿Somos ex? —inquirió el joven, extrañado.
Emilia soltó una carcajada— No, fíjate, seguimos siendo novios, incluso mañana mismo nos comprometeremos en matrimonio —Byron sonrió—. ¡Idiota! —, dijo rechinando los dientes —Jamás te perdonaré por haberte acostado con mi examiga.
—Emi… —Byron suplicó, pero ella no quiso escucharlo, le lanzó una mirada asesina y el tipo cerró la boca.
—Tú también pasaste la noche con un hombre, porque recuerdo haberte visto subir a un lujoso auto—, acotó Bahjar. —Byron no es el único que falló.
Byron se levantó y enfrentó a Emilia. —¿Es verdad eso? — Emilia continuaba mirando fijamente a Bahjar mientras esta sonreía. De pronto, Byron hizo presión con una de sus manos en el delgado rostro de Emilia y la obligó a mirarlo. —¡Responde! ¿Lo que dijo Bahjar es verdad? ¿Me engañaste con otro?
Los verdes ojos de Emilia se encandilaron aún más, haciendo presión en sus dientes. Bramó —Sí, me acosté con un verdadero hombre, pasé una noche de sexo como lo había soñado —, mintió, porque ni siquiera recordaba cómo ese hombre se lo había hecho.
Byron curvó los labios. —¡Eres una zorra! —, intentó golpearla, no obstante, Emilia fue más rápida y le agarró los testículos, donde ejerció una fuerte presión provocándole un insoportable dolor.
—¡Ay! —, se quejó Byron. —Suéltame —, suplicó.
—Nadie se ha atrevido a ponerme una mano encima más que la loca de mi tía, pero eso fue cuando era una niña y no podía defenderme, pero ahora que puedo, no existe ni existirá el hombre que logre hacerlo —, culminó y lo soltó.
Byron se quedó quejándose y revolcándose en la cama, y Bahjar trató de ayudarlo.
—¡Eres una perra! — bufó al dirigirse a Emilia, por la forma en que lastimó a su amante.
—Pues lo soy, porque al menos las perras somos fieles con quien queremos y no traicionamos, pero si mordemos cuando tenemos rabia, y ahora la tengo —, dijo al hacer ademán de lanzarse encima de ella. Bahjar salió de la cama y corrió al baño. Emilia soltó una carcajada, arregló su ondulado cabello y replicó —Eres igual de cobarde que él, son tal para cual, quédatelo, de todas formas ya pensaba desecharlo.
Dicho eso, dio media vuelta y con ínfulas de reina abandonó aquella habitación.
Cuando subió al taxi que aún la esperaba porque así se lo había pedido, dejó rodar una lágrima. No lloraba por haber encontrado a su novio con su mejor amiga, lloraba por haberse acostado con un extraño y haber perdido su virginidad, y peor aún, no recordaba si usó protección o lo hizo sin esta; de ser así, el miedo de haber contraído alguna infección o enfermedad la abrumaron.
Emilia tapó su rostro y sollozó, el taxista le preguntó si estaba bien y ella le pidió que se detenga y la deje justo ahí. Después de recibir su p**o, el hombre se fue y Emilia caminó por las calles, dejando que las lágrimas rodaran y se secaran en sus mejillas.