Meses después, llevando la mano izquierda a su boca, Emilia Casper cerró los ojos cuando la prueba de embarazo mostró dos rayas. Al dejarse caer por completo en la cama, fijó la mirada en el techo mientras gruesas lágrimas rodaban por su rostro y se perdían en su cabello. Lloraba porque el embarazo era lo último que esperaba. Emilia se secó las lágrimas y se volteó en la cama, pensando en qué hacer. No sabía si contarle a sus padres que estaba embarazada o poner fin a la vida del bebé. A sus dieciocho años, no había planeado ser madre tan joven. Tenía muchos sueños y metas por cumplir y un hijo solo retrasaría su vida.
Suspiró al pensar en deshacerse del bebé. No era una mala persona y no tenía la capacidad de asesinar a su propio hijo. Pero el hecho de que el bebé no tuviera padre era otro problema más. Ella había perdido a su padre cuando era niña y lo había extrañado mucho hasta que llegó Justin, el esposo de su madre. Por eso, deseaba casarse y formar un hogar hermoso con un hombre valioso, para que su hijo no pasara por lo mismo que ella.
Emilia encendió la televisión y vio al hombre que la hacía suspirar y tener sueños húmedos una y otra vez. Soltó un suspiro al ver esos labios gruesos, esos ojos oscuros y esa sonrisa que la volvía loca cada día.
Estaba profundamente enamorada del mejor amigo de su padrastro y cada vez que lo veía, se derretía. Había soñado con casarse y tener hijos con un hombre como él, pero debido a su irresponsabilidad, ya no podía hacer realidad ese sueño.
Cuando llegó la noche, bajó y encontró a su madre ocupada en el ajetreo de la preparación.
—¿Quién viene? – preguntó Emilia.
—Cariño, ¿has olvidado qué día es hoy? – Emilia encogió los hombros – Es el veintiocho, sabes que cada año en este mes y en esta fecha nos reunimos.
—¿Estarán todos? ¿Todos? – preguntó Emilia emocionada.
—Sí, los de siempre, tu tía, tu tío, tu abuela, los niños… creo que también estará Iker.
Emilia sonrió y suspiró. En otros tiempos, estaría feliz de verlo, pero ese día simplemente estaba angustiada porque tenía un grave problema y no sabía cómo resolverlo.
—Mamá, hay algo que debo decirte – Kelly miró expectante mientras terminaba de decorar la mesa.
—¿Qué pasa? – preguntó.
Emilia suspiró y justo cuando estaba por decirle que se lo diría junto a su padre, escuchó a la familia de su tía Lilly llegar. Los pequeños de ocho años corrieron a saludar a Kelly y luego llegaron donde Emilia, la llenaron de besos y subieron las escaleras para jugar con sus primos pequeños.
—¿Todo bien, cariño? – preguntó Lilly acariciando el rostro de Emilia. La joven asintió.
—Ve a cambiarte, cariño, los demás llegarán en unos minutos.
Emilia subió a su habitación y se puso uno de sus vestidos más bonitos, se puso labial y rímel, dejó su hermoso cabello rubio suelto y se roció un poco de perfume. Quería ver a Iker Lanús y escapar en esos ojos negros para olvidar el problema que la acosaba.
Cuando bajó, aquel hombre elegante ya estaba en la sala. Las piernas de Emilia temblaron al ver la espalda ancha del hombre que le robaba el sueño.
—¡Buenas noches! – Iker Lanús se giró y sus ojos negros se encontraron con los de ella. Pasó gruesa saliva y sonrió al saludarla.
—¡Qué grande y hermosa estás! – dijo.
Justin se levantó y abrazó a Emilia.
—Un poco más y me convierten en suegro – bromeó al beber de su copa.
—Si. Está muy grande y… quizás ya te esté haciendo suegro, amigo. Porque supongo tiene novio– dijo Iker al beber de su copa y mirando sobre el filo de esta a Emilia.
—No lo creo—, miró a su hijastra, a quien adoraba como su hija —No es así, ¿verdad cariño? — Emilia negó con el rostro sonrojado por la intensa mirada de Iker Lanús.
Era tanta la intensidad con la que ese hombre la miraba, que la hizo sentir incómoda.
En ese momento, Enrre Cásper llegó. Este, era el tío de Emilia, mejor amigo de Justin y examigo de Iker. Con quién había tenido algunos percances en el pasado, en los cuales llegaron hasta desearse la muerte, por ello, Iker se tensó.
Pero eso ya había quedado atrás, ahora llevaban una vida sin conflictos. A pesar de tolerarse en público y dejar los problemas atrás, su amistad no había vuelto a ser la misma de antes. Si Iker estaba ahí, en la reunión que Justin había realizado, era solo por su amigo, el único que le quedaba ya que el otro lo perdió hace algunos años.
Enrre Cásper se paró frente a Iker Lanús y le extendió la mano. Él, era un hombre que no le gustaba hacer sentir mal a los demás, aun cuando no le cayeran bien, siempre medía sus palabras y acciones, más si no estaba en su casa.
Sabía que la amistad de Iker Lanús al igual que la suya era importante para Justin. En el pasado, ellos tres fueron los mejores amigos, no obstante, después de lo que sucedió, el grupo de tres se rompió, quedando Justin en medio de los dos, pero a ninguno abandonó, y con el pasar del tiempo ellos comprendieron que Justin siempre sería amigos de ambos, aun cuando ellos dos no se llevaran.
A pesar de no tener la amistad de antes, podían sentarse a conversar como los adultos que eran. Tras saludarse, se dirigieron al salón, se sentaron a conversar sobre negocios y otros temas.
Cuando la cena estuvo lista, pasaron al comedor. Al llegar a este, los ojos negros de Iker se posaron en Lilly, pero fue una mirada rápida y evasiva.
Lilly Matthew, era la esposa de Enrre Cásper, también, era la tía materna de Emilia.
En el pasado, cuando la enemistad de Iker y Enrre era fuerte, Iker hizo cosas muy feas para lastimar a su examigo, en ellas incluyo a Lilly, y era por eso que no podía mirarla a los ojos, ya que aún sentía culpa por lo sucedido. A pesar de haberse disculpado innumerables de veces, sabía que unas simples disculpas no podían borrar lo que había hecho he intentado hacer.
Aunque ella lo disculpó, él no podía perdonarse lo patán que se comportó.
Cuando Iker recibió una llamada, agradeció la oportunidad de alejarse, ya que se sentía incómodo compartiendo con esa familia sin ser parte de ella. Él solo era el amigo de Justin. Se disculpó y se dirigió a la piscina para hablar. Después de colgar, se quedó un momento pensando y analizando las cosas.
En cuanto a Emilia, no sentía apetito. Dentro de su estómago se estaba desatando un revoltijo. Para los demás no fue sorpresa que ella no quisiera comer, ya que siempre había sido complicada para la comida.
—Vamos Emi, come.
—No tengo hambre — retiró el plato y succionó saliva una y otra vez. —Lo siento — procedió a levantarse y correr al baño de la planta baja.
Emilia se clavó en el inodoro, sintiendo como si el hígado se le fuese a salir.
Iker la vio correr hacia el baño, pensaba en volver al comedor, pero la escuchó arrojar y se preocupó.
—¿Estás bien? — inquirió.
Lentamente, fue subiendo su mirada y por el espejo lo vio. Le regaló una sonrisa y asintió con un leve movimiento de cabeza, al mismo tiempo que limpiaba su boca.
—Emilia… — Kelly la llamó. Al escuchar a la esposa de su amigo, Iker salió del baño. Lo que menos quería era que hubiera malentendidos.
—Parece que tiene malestar estomacal — acotó y se dirigió al comedor.
—¿Vomitando? —Frunciendo el ceño, Kelly ingresó y la miró fijamente. —¿Estas vomitando? — La joven bajó la mirada y sus pupilas se dilataron. —Estás muy pálida ¿Te duele algo? ¿Comiste algo que te hizo daño? —Le levantó el rostro —Entonces ¿De qué son los vómitos?
Kelly había tenido tres embarazos. Sabía muy bien lo que producía los vómitos en una mujer, cuando esta no había comido nada dañino. Su hija ya tenía dieciocho años, incluso tenía novio y quizás ya había dado ese paso.
Al pensar en eso, la cabeza de Kelly se disparó en mil pensamientos. Pasando su mano por la cabeza, inquirió —¿Ya te bajó la regla? — Hizo esa pregunta no pensando en la respuesta que obtendría —Emi, ¿Ha llegado tu periodo? — Con la persistencia de la mirada de su madre, Emilia no pudo ocultarlo más. Se lanzó a los brazos de esta y sollozó.
—Estoy embarazada.
Cerrando los ojos y acogiéndola con ternura, Kelly suspiró profundo.
—Ve a la habitación. Después de que todos se vayan, subiré a hablar contigo.
Emilia asintió y desprendiéndose de su madre, subió las gradas.