Capítulo 4: Las doce maldiciones

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--¡Ya basta!... ante todo, respeto, le exijo a todos… yo haré los honores a la sagrada presencia del árbol de la vid – responde el Abad José Manuel Escandón Morelos Se levanta de su lugar y toma una copa en cada mano, los monjes le abren una puerta al fondo del templo que da al exterior soleado, allí se encuentra plantado un árbol de gran tamaño, con un único tronco de un metro de diámetro de espesor, con un follaje abundante de hojas de parra muy verdes Al pie del árbol, con mucha solemnidad el abate vierte la sangre contenida en las copas al pie de aquel árbol, que se percola a través del suelo y se arrodilla a esperar la respuesta de la deidad que venera Mientras tanto, en ese mismo momento en las calles de la ciudad el loco Jagui tenía una visión premonitoria, corría angustiado de un lado a otro diciendo --Las desgracias han caído sobre la ciudad… muchos muertos cubrirán las calles, la población está en peligro, se ha desatado la furia de los ancestros – todos lo escuchan, pero nadie le hace caso, piensan que está loco Minutos despues de espera, emerge de nuevo la sangre colocándose en la superficie burbujeando --¡Nooo!... no puede ser… ¡estamos malditos! — grita doña Bernadette Fischer --El árbol de la vid ha rechazado la sangre – dice el médico --No sé qué pudo suceder, las señales son claras, se trataba del amor del forastero, sería la única sacrificable para salvar la ciudad…. No entiendo que pudo pasar – dice el gobernador --Todos estábamos de acuerdo, que esa era la solución, nadie lo dudaba—comenta el alcalde – --Yo les pedí que pararan con eso, que sentía que esa no era la solución, pero ud insistieron – responde Bernadette El abate permanecía arrodillado, sin pronunciar palabra, de pronto se levanta y se vuelve hacia los demás diciendo --El sagrado árbol de la vid, me acaba de revelar que dos miembros de esta logia, cometieron pecado, violando las leyes de la logia, y ahora pagaremos todos…. Confiesen quienes son los que pecaron – --¡Que ridiculez Abate! ¿Quién va a hacer tan estúpido para decirlo? Si todos sabemos que el precio por violar las leyes de la logia es la muerte, morir como Ángela acaba de fallecer… nadie lo va a confesar, no sea ingenuo – dice el gobernador --Ingenuo o no, el precio a pagar por el silencio es que la ciudad afronte las doce maldiciones o sacrificar a doce personas inocentes, una por cada maldición, para volver las cosas a como estaban antes— --Eso mismo ha pasado de generación en generación, ninguno ha podido dar con la respuesta, ¿Por qué nosotros teníamos que ser distintos? Es razonable que nos equivoquemos – dice el cura del pueblo Pedro Marti --Pero cada equivocación cuesta vidas señor cura, por muy humanos que seamos… dígame si es tan normal, porque no lo sacrificamos a ud, como uno de los doce… no nos dé consuelos tan estúpidos— replica Bernadette --Bueno, ya basta… como lo dije antes, hay dos pecadores en este grupo, hasta que no estén dispuestos a entregarse, no habrá más reuniones de la logia…. Les agradezco que se retiren a rectificar sus comportamientos y confiesen por el bien de la ciudad – Todos aceptaron en silencio retirarse de aquel lugar oculto entre la espesa selva, poco más de la media noche, los rayos y truenos caían sobre la ciudad, comenzaron a oírse desde lo lejos. Un frio que congelaba comenzó a sentirse, amaneciendo la ciudad con un rocío casi solidificado Pero mientras sucedía esto, Fran Müller el esposo de Ángela, desesperado, organizaba la búsqueda con varios colaboradores de los de Aragón, para localizar a la joven novia desaparecida, aún vestida con su traje blanco --Hasta el momento nadie sabe de la joven, nadie la ha visto – decían los jóvenes que venían de buscarla en los parajes Mientras que los del servicio de la casa, decían lo mismo –Nunca vino a cambiarse de ropa, aquí teníamos todo preparado, incluso sus maletas – Fran desesperado gritaba a los policías –No se la pudo tragar la tierra, alguien tiene que decirme que pasó con mi esposa, ¿Por qué desapareció extrañamente? – El Jagui que escuchaba escondido al joven Fran Müller, quien lloraba con angustia y desconsuelo, decía para sí mismo – Ingeniero ya no la busque… ya no está… se fue… se la llevo la maldición de Killari… los espíritus de los incas andan desatados… váyase de esta ciudad mientras pueda – Amanece en Killari y el pueblo se solidariza con Fran Müller, también llega a su auxilio Bárbara Márquez Villamizar la hija del gobernador, con uniformados con vehículos para rastrear toda la ciudad, Angie Fischer la hija de Doña Bernadette Fischer con los obreros de los viñeros, que eran muchos Por otro lado, los campesinos de las diferentes etnias, quienes están prestos a buscar por los parajes de la selva, también David y Martin quienes se ofrecen de voluntarios, entre tantos otros que llegaban al lugar de búsqueda Entre tanto, a las autoridades del pueblo, se les escapa de las manos el control de la ciudad, porque quien los maneja es Fran, quien dirige muy acertadamente la búsqueda En eso el Jagui tiene nuevamente una visión, ve a Ángela caminando hacia su casa, observa los dos hombres que están hablando con ella, ve cuando la desmayan con el pañuelo, se le va la visión por unos instantes y regresa de nuevo, ahora la ve al pie de un gran árbol en una planicie que le es familiar, esta inmóvil en el suelo lleno de hojas secas, con el vestido de novia y se le va la visión de nuevo Camina intrigado, ese lugar le es familiar y se pregunta –En donde he visto ese lugar, yo sé que lo conozco – se concentra, cierra los ojos y vuelve a recordar el lugar de la visión, de pronto cae en cuenta --Ya sé dónde queda, es en la cercanía de la iglesia de San Juan Bautistas – Corriendo va al encuentro del joven Fran Müller, para decirle lo que vio en su visión, pero el jefe de policía escucha cuando el Jagui dice – Señor agrónomo…. Ya sé en donde se encuentra Ángela – Entonces lo intercepta –Que es lo que estás diciendo pedazo de loco--, lo golpea y lo lanza al suelo --Señor de policía, debo hablar con el señor agrónomo, para decirle en donde se encuentra la niña Ángela – --Tu no vas a hablar con nadie pedazo de loco – Continúan golpeándolo en el suelo junto con otros policías, en eso llegan Fran, Daniel y Martín, y empujan a los policías para evitar que sigan agrediendo al Jagui. --Que te pasa papá… que cobarde eres agrediendo a un pedazo de loco como le dices… te sientes muy valiente porque llevas ese uniforme… en qué clase de crápula de convertiste…. Me da pena que digan que eres mi padre – --¿Su padre? .... eso si no lo sabía – exclama el Jagui --Tu a mí, no me hablas en ese tono, respétame que soy tu padre o te voy a enseñar a respetarme – --Y como me vas a enseñar, dime…. Porque si te atreves a tocarme… no respondo— Aquellos dos seres se enfrentaron como hombres, muy lejos de reconocerse como padre e hijo, pero Daniel Castillejo intervino --Sr. Maximiliano… su hijo tiene razón, no hay ninguna excusa para tratar de esa forma al Jagui, y más aún si ud considera que esta loco, es una depravación de su parte y no le queda bien una acción tan vil a todo un jefe de policía… podríamos denunciarlo por varios delitos entre ellos por abuso de autoridad – El alguacil del pueblo también intervino –Todos estamos muy nerviosos por la desaparición de Ángela… no peleen más – El alguacil le dio la mano al Jagui para ayudarlo a levantarse del suelo, mientras que Maximiliano hizo silencio. Daniel lo condujo a su auto y los tres jóvenes se retiraron del sitio En el camino el Jagui le dice a Fran –Señor agrónomo cruce por este camino – --Que vamos hacer por ahí Jagui – pregunta Martin --Yo tuve una visión… eso era lo que quería decirle al sr agrónomo… vi a la niña Ángela al pie de un árbol muy grande… creo que ese lugar queda por ese camino si no me equivoco --- --¿Una visión?... desde cuando tienes visiones – --No importa Martin… es lo único que tenemos, debo agotar todas las posibilidades, vamos hacia allá – responde Fran Se dirigen hacia allá, llegan a una planicie cubierta con muchas hojas secas --Yo no veo nada – dice Martin --No me pude equivocar… este es el lugar de mi visión— --Si este es el lugar, busquemos entonces— dice Fran --Fran solo tú le crees a un loco— --En este lugar, el loco es el cuerdo y el cuerdo es el loco— De pronto Daniel grita – ¡La encontré!… vengan pronto –
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