Toda mi vida he estado segura de una cosa: no quiero tener hijos ni estar cerca de uno.
No me parecen adorables cuando lloran todo el tiempo, o cuando se llevan las manos a la boca y después te tocan.
Odio lo molestos que son, aún más después de que pueden hablar.
Pero aquí está Gemma cambiando de opinión.
Anoche, como prometí, Ava y yo pasamos la tarde en su habitación, viendo la tele y jugando con sus muñecas.
Incluso le leí un cuento antes de dormir porque me lo pidió y no se puede decir que no a su carita tan mona.
Este angelito es la niña más mona que he visto nunca.
Alejandro y Silvia no estaban en casa, como siempre. Podía ver que Gemma los necesitaba y ni siquiera le prestaron atención. ¿Para qué tener hijos si no son tu prioridad número uno?
No tenía nada que hacer, así que opté por molestar a Ava toda la noche.
Todavía está ansiosa y se sonroja todo el tiempo a mi alrededor, pero soy testaruda y molesta, así que si cree que se librará de mí, se equivoca.
No tiene otra opción que empezar a abrirse a mí.
Y como que lo hizo.
*
Hoy estoy de buen humor.
Probablemente, es porque he tenido una noche tranquila con Ava y Gemma o es porque Steve bromea en mi camino al trabajo.
Con una sonrisa en la cara, ordené los documentos en mi escritorio hasta que oí abrirse la puerta de mi despacho.
Miré rápidamente hacia delante para ser recibida por una visión muy apetecible.
Alejandro está de pie frente a mí con un sencillo traje n***o, guapo, como siempre.
Tengo la sensación de que solo él puede hacer algo tan sencillo, estar tan sexy.
Y es el único que puede hacer que me moje sin siquiera decir una palabra.
Su profunda mirada se clava en mí, estudiando mi rostro antes de posarse en mis ojos.
—¿En qué puedo ayudarle, señor?—. Levanté una ceja juguetonamente con una ligera sorna en la voz.
Pero su expresión facial no cambió, seguía frío y serio mirándome fijamente.
—Te vienes conmigo a comer.
Veo que este hombre tiene un problema con pedir y llamar.
—Almuerzo de negocios— se corrigió, después de ver la confusión en mi cara.
¿Por qué se muestra tan incómodo cuando pronto tendré su cara entre mis piernas?
—Como mi asistente, tienes que asistir a todas las reuniones importantes, y hoy tengo un almuerzo con una persona muy importante para mi empresa.
Asentí comprensivamente, sin perderme cómo se movía su manzana de Adán al pronunciar las palabras.
—De acuerdo— dije, levantándome de la silla, con mi cuerpo en el ajustado vestido n***o en plena exhibición.
Cogí mi bolso, y durante ese tiempo pude sentir su mirada ardiendo en mi espalda y sobre todo en mi culo.
Esta es la reacción que quiero obtener de él.
Caminé hacia él con paso seguro, meneando las caderas, viendo sus ojos descender por las curvas de mi joven cuerpo apetitoso.
Me detuve más cerca de lo necesario, sintiendo el rico aroma de su perfume, mientras ladeaba la cabeza con una sonrisa inocente en los labios.
—Guíeme, señor.
*
El almuerzo iba bien, pero también aburrido.
No soy fan de las reuniones de negocios, y viendo la cara de Alejandro puedo decir que él tampoco.
El socio con el que tenía que firmar es un hombre de al menos unos 60 años, con un traje muy caro, bien cuidado, y me llamó la atención el carísimo reloj de oro que llevaba en la muñeca izquierda.
Alejandro no me contó mucho sobre el proyecto en el que estaba trabajando, pero sé que este hombre, que se llama Dale Smith, es muy importante y Alejandro tiene que firmar con él.
—No sé si es seguro invertir mi dinero en un hotel tan caro que ni siquiera se sabe si tendrá éxito.
Por la voz y la expresión de la cara del Sr. Smith me di cuenta de que no le gusta lo que Alejandro le ha ofrecido.
Creo que es más que obvio, ya que llevamos aquí una hora y no hay éxito.
Veo las arrugas de preocupación en el bello rostro de Alejandro, que está sentado a mi lado. Aprieta las manos con fuerza en un intento de calmarse, sabiendo que está perdiendo a un compañero importante.
Pongo una sonrisa malévola en mi cara.
Es hora de que Amara Claus saque su encanto.
No te preocupes guapo, te tengo.
Puse mi mano en el muslo de Alejandro por debajo de la mesa, que no era visible para nadie más.
Alejandro volvió inmediatamente los ojos hacia mí, con visible desagrado en ellos, pero no hizo nada por retirar mi mano, así que la dejé allí.
—¿Y por qué piensa eso, señor Smith?—. Pregunté, volviendo toda mi atención al hombre con el dinero delante de mí, que seguía acariciando el muslo de Alejandro, callado y a la espera de mi siguiente movimiento.
Puedo sentir cómo su cuerpo reacciona a mis caricias. Su respiración se hace cada vez más pesada con cada movimiento que hago.
—Amara, ¿verdad?— preguntó el señor Smith, levantando una ceja, y yo asentí con seguridad. —Es que creo que hay suficientes hoteles en Los Ángeles y eso sería una completa pérdida de dinero y de mi precioso tiempo— señala con una sonrisa altiva en la cara y yo enarco una ceja desafiante.
Señor Smith, no tiene ni idea de con quién está tratando.
—Para una persona con sus habilidades y logros, no creía que tomar riesgos fuera algo que le diera tanto miedo— empecé con una leve sonrisa —Usted es un CEO, ¿no es así Sr. Smith?— pregunté con una sonrisa en mi cara, provocándolo.
Vi sus ojos oscurecerse, obviamente afectado por mis palabras, pero trató de no mostrarlo y asintió lentamente.
—Sí, lo soy, señorita Claus, y uno de los más exitosos de Los Ángeles para ser específicos.
—No tienes la confianza de uno.
—¿Disculpe?
Alejandro apretó todo su cuerpo a mi lado, aun sin decir palabra, mientras mi mano acariciaba ligeramente su muslo, y contenía la respiración asustado por oír mis siguientes palabras.
Entonces dirigí toda mi atención al señor Smith.
—Solo digo que mi padre también es CEO y uno de los más exitosos de Nueva York. Estoy bastante familiarizada con el proceso de trabajo y por eso estoy aquí. — dije profesionalmente, sin perder el contacto visual con él. —La idea del Sr. Anderson no tiene desperdicio, Sr. Smith—. Me recliné en la silla, segura de mis palabras.
Veo que el señor Smith no sabe exactamente cómo responderme. Su cara está completamente sorprendida y aturdida.
—No eres la única persona a la que ofrecemos este trato, así que no actuemos así, ¿vale?—. Levanté una ceja, y el Sr. Smith abrió la boca, completamente mudo.
—Puede levantarse e irse, pero eso significa perder la oportunidad de doblar el dinero que ya tiene, lo cual, mirándole a usted Sr. Smith, es una de las cosas que más le gusta hacer— Sonreí, retirando mi mano del muslo de Alejandro, crucé ambas manos sobre la mesa frente a mí, ladeando la cabeza con la misma sonrisa en mi cara.
—Lo que el señor Anderson tiene que ofrecer no es solo un hotel, sino algo diferente y revolucionario para el mundo, y estoy convencida de que la próxima persona estará encantada de aprovecharse de formar parte de ello, así que si eso es todo lo que tienes que decir creo que nuestra reunión ha terminado, me alegro…
—Acepto— exclamó —Firmaré.
Miré al Sr. Smith y asentí con una sonrisa triunfante en la cara.
Todo lo que tienes que hacer para convencer a un hombre es pisarle su ya demasiado grande ego. Y puedes hacer que haga lo que quieras.
—Acaba de tomar la decisión correcta, Sr. Smith.
Le acerqué el contrato, cogió el bolígrafo y lo hojeó. Me incliné triunfante en mi silla, mirando a Alejandro.
Me miraba con los ojos muy abiertos y la boca abierta, sin saber qué decir y, definitivamente, es una mirada que adoro en todo hombre.
Dejar el bolígrafo sobre la mesa me devolvió a la realidad, haciéndome apartar la vista de Alejandro y mirar al señor Smith, que se enderezó la corbata y tosió, mirando a Alejandro.
—Iré a tu despacho el lunes para discutir cuándo empezaremos a trabajar en nuestro proyecto— dijo despreocupadamente, levantándose de la mesa, intentando mantener la calma.
Alejandro y yo también nos levantamos de nuestros asientos, y Alejandro le estrechó la mano con una gran sonrisa en la cara.
El señor Smith dirigió entonces su mirada hacia mí, intentando ver a través de mí, pero necesitaría algo más que eso para resolverme.
—Hay potencial en usted, señorita Claus— sonrió, ofreciéndome una mano, que tomé con gusto.
—Eso es lo que he oído, señor Smith.
Se rio de mi comentario y giró la cabeza hacia Alejandro.
—Quédatela Alejandro, es lo mejor de tu compañía.
Alejandro volvió su mirada hacia mí, haciendo que mi corazón latiera con fuerza.
—Lo es— dijo con voz profunda y ronca, sin apartar los ojos de mí mientras pronunciaba estas palabras.
1- 0 para Amara.
*
Mientras subía al jeep de Alejandro, oí su sonoro suspiro.
Está preocupado y no muy contento. Su cara está tensa, mirando al frente con la mandíbula apretada.
¿Cómo coño es tan guapo? Tiene 32 años y parece un puto modelo.
Sí, he investigado.
—Lo que has hecho hoy es inaceptable, Amara—, empieza con voz grave, aun sin mirarme.
—¿En serio?— Pregunté despacio, levantando una ceja. —¿Que te haya proporcionado el contrato que tanto deseabas?—. Señalé antes de que suspirara.
—Era un riesgo. Un gran riesgo.
—Y tú, como jefe de una empresa de éxito, deberías saber que hay que asumir riesgos— le repliqué. —Dios, ¿cómo hiciste tanto dinero en primer lugar?— Sacudí la cabeza.
—Cuida lo que dices, Amara.
—¿O qué? —Siseé de vuelta, cruzando las piernas, haciendo que mi vestido se levantara, revelando mi muslo bien formado.
Su mirada se desvió del camino y descendió sobre mi pierna, respirando hondo.
Puedo sentir que me desea. Maldita sea, puedo ver el bulto en sus pantalones.
Pero no dijo nada más, subió el volumen de la música y siguió conduciendo.
Tarde o temprano, Alejandro, te tendré y no me importa lo que tenga que hacer o a quién tenga que herir.