- Te escuché, Alex, - dije. Tomé una taza de café, le di un sorbo y me acerqué a la enorme ventana panorámica de mi despacho. "¡Qué bien está hoy el día! Quiero respirar. Y pienso mejor. Y no me duele el hombro". - Pensé, recordando la noche y la imagen de la chica se paró ante mis ojos. Aun sentí su boca caliente. “- Tina, mi ángel, ¡Cómo se resistió, pero luego me obedeció! ¡Ella es mía! ¡Ella me pertenece, toda! ¡Y ella solo hará lo que yo le diga! No es solo su cuerpo lo que me pertenece. ¡Pero también su placer! Y pronto y su alma será mía." - No, Herman. No me escuchaste. - Alex se paró a mi lado, sirviéndose café por el camino. Encendió un cigarrillo, sopló pensativamente el humo en anillos. - Estas no son solo tonterías. No solo pérdidas comerciales ocasionales. Aquí todo es muc
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