“Dios mío, ¿cómo él puede hacerme esto?” – pensé, aunque sabía perfectamente, que Herman no hizo nada que yo no quisiera y el resultado fue mi primer orgasmo. En cinco minutos ya estaba dormida. Al día siguiente traté de no pensar en lo que pasó anoche. Tenía vergüenza, incluso me parecía que todos en casa sabían eso. Menos mal, que mi nuevo entrenador quiso ver mi libreta de doping control. Vio, que me faltaba una y llamó a Herman, explicándole, que necesitaba ir a una clínica. Vlad y Ian nos acompañaron allí. Tardamos bastante tiempo y de vuelta yo pedí parar en una heladería. Tenía muchas ganas de un helado de chocolate. Volví a la mansión casi de noche. Subí por las escaleras y me casi choqué con Herman. Como siempre estaba con pantalones negros y camisa blanca desabrochada, que a