Vilen les da la espalda y me observa lanzar el rublo al aire. Espero por el tipo, se está poniendo en cuatro y uno de los hombres lo ayuda a levantarse. —¡Si no quieres que la vean o la escuchen fornicar, no la traigas a nuestra casa! —grita el hombre del punk y escupe la sangre. En mi cerebro hay destellos de la explosión interna que acabo de recibir. Guardo el rublo en el bolsillo del pantalón y alargo la mano para tomar el arma de Vilen. Joder, la idea es usar el revólver y la ubicación es terriblemente pecaminosa. Esa uve abdominal consigue que demore y olvide mi propósito. El carraspeo del Idiota me regresa al meollo y enfrento esos ojos maníacos. La sonrisa mortífera en su rostro magullado, pero seductor es mi boleto para volar al lado sangriento. Saco el arma, le quito el seguro y