—Por supuesto, *gata. —El boricua va a lavarlo. Estoy realmente perdido en la cocina, pero a gusto y mis ojos la buscan a ella. Mi chica lo siente y se gira por encima del hombro. Conectamos la mirada y hundo mis hombros con el paquete de harina vacía en mi mano. —Vilen, no me engañas con esa carita de inocencia —rebate Maika y alza una ceja. La sonrisa en mi cara es mejor que hablar y me da la espalda mi chica. —Hermano, es sencillo —Seba, puso el envase y me entrega el colador—, vierte de a poco la harina y tamizamos. —Entiendo, dale. —Dejo el paquete vacío en un lado del mesón. Seba y yo hicimos equipo con la harina. La tamizamos en dos envases. No demoramos y nos entendimos sin problemas. Maika se acerca con dos huevos en mano. Mi chica entrega uno a cada uno. —Hacen un hoyo en