Capítulo 4: Melodía para mis Demonios (Parte 1)

4028 Words
Maika Llevo media hora en el suelo llorando y sosteniendo el celular fuerte. La voz de Vilen fue el detonante para que fuera una llave rota. Mis ojos hinchados no se despegan de la puerta, en cualquier momento la pueden tirar y venir por mí esos degenerados. La muerte rápida para sus víctimas es la última opción. No descansarán hasta verme doblegada delante de ellos. El morbo de esos tipejos es lograr que la mujer pierda su orgullo y luego la aniquilan. La salida de Todor demuestra que la justicia no existe y el mal la maneja. Estos años he aprendido que no hay salida. Debo entrar en su mundo y moverme lo mejor que pueda. No seré una presa fácil y me incorporé. «Al menos dales pelea, Maika, llorar no solucionará nada», hablo a mi yo interno. La oscuridad es mi compañía en este apartamento y mi celular sonó. Es mi hermana justiciera, no dudo de que ya movió sus fichas por su problemática Maika. Llevo mi culo hacia el baño y encendí la luz. Soy un espanto, le di a la tecla poniendo el altavoz y coloqué el celular en la taza del inodoro. —¡Maika, joder! —tomó aire y continuó el ataque—. ¡¿Qué has hecho?! —su aullido corre por mi reducido baño y me empecé a desvestir—. Podrías hacerle una boba herida por manosearte, pero no, te fuiste a su carótida —bufó y estoy sacando mis tenis. —Le advertí que no jodiera —agregué deslizando el pantalón y una vez desnuda me zambullí en la tina. El cabello lo tengo en una dona, me quité el plástico del tatuaje y arrojé en la basura. Nunca le pido ver como queda el diseño (si es en un lado no visible). La chica si quiere me puede hacer una mierda. Total, no quería darle importancia y si le pedía que sacara una foto para verlo sospecharía la metiche. Encendí la regadera, el agua fría está golpeando mi cuerpo y no me afecta. Mi padre nos enseñó a darnos baños helados en la mañana y noche. Mis ojos cerré por el recuerdo. Mi padre sigue vivo, pero su mente no. La vida se encargó de enloquecerlo y de paso hacerlo ausente. —Maika, has… —no puede formular la palabra y decido olvidar los recuerdos. —He matado, la sangre de ese malnacido estoy sacando de mi cuerpo en este jodido instante —exploté cansada de su mierda y de querer ocultar lo que está jodió. Limpié el área del tatuaje con jabón y me aseguro de que el chorro caiga. —No te muevas del apartamento, te irás conmigo y ya tengo a alguien bloqueando la evidencia —parlotea mientras me enjabono—. No puedes quedarte en ese chiquero y menos que salió… —Todor ha salido sin pagar su pecado y no has hecho nada —le reclamé. —Maika, suelta el pasado —resopló Dunya y puedo imaginar sus facciones ariscas—. Intento sacarte de esa oscuridad —su voz está herida. No la odio, por Dios, es mi hermana, pero no tengo sus mismos pensamientos. Sus principios no me funcionan y me duele que por medio de su trabajo nuestra familia se desvaneció. —En las noches veo sus putos ojos ámbares y su barba asquerosa rozando mis mejillas —dije amortiguado y quiero cortar su sonrisa de sádico. —Detente, no te atormentes —siempre me pide lo mismo y solté una risa irónica—. Acabo de llegar, solo avanza —colgó y cerré la llave. Amarré la toalla en mi cuerpo y saqué de mi estante una toalla pequeña. Sequé dando toques en el tatuaje y siento la necesidad de verlo. «Maika, ese hombre oscuro te ha desenfocado», me sermoneo. Tiré en la cesta de la ropa la toalla pequeña. La puerta es abierta, no me preocupo porque mi hermana tiene llave. Si fueran los tipejos la romperían tan solo para demostrar que son poderosos. Salí del baño y en el pasillo viene acelerada Dunya. —¿La ropa dónde está? —Ha venido a mi apartamento la jefa de policía Bykova. La ignoré y seguí a mi habitación. La escucho maldecir en el baño, se llevará la ropa para quemarla lo más seguro. Fui a mi desorden en el armario, tengo una mochila con lo necesario para huir y la agarré. La tiré en la cama y solté la toalla en el suelo. Dunya se asomó en el marco de la puerta y me mostró el diez rublos junto a la navaja. —La evidencia de tu crimen —puedo palpar la decepción en su voz y desnuda me aproximé hacia la persona que una vez admiré. Le quité la navaja y el rublo. —Son mis pertenencias, gracias —las coloqué en la cama y busqué ropa interior. —¿Desde cuándo te tatúas un rublo en el cuerpo? —no se le escapa nada a la jefa de policía de Rusia—. Específicamente ese que tanto atesoras —su voz es irónica. Me puse un bóxer de calavera de hombre y sentí la cercanía de Dunya a mi espalda. Su mano tocó el área del cuello, justo en el tatuaje de rublos, y puso la crema. —Extraño a mi hermana —su dedo sigue en mi piel y me tensé—. Odio cómo te has arruinado tu linda piel —la rabia me invadió y la encaré—. Maika, solo te aplicaba la crema de curar los tatuajes —le arrebaté el pote y respiré profundo. —Mi piel se ve mejor ahora con la tinta —farfullé y me puse el sostén de ejercicio de calavera. —No entiendo tu ropa interior —se apartó de mi lado y cambió el tema. —Ignoras el dolor de las personas a tu alrededor, sabes por qué actuamos de esta forma y lo analizas según tu ojo de jefa de policía —corté nuestra distancia y con mis ojos húmedos la miré penetrante—. Lo cómico es que quieres a tu hermana, anhelas que suelte el pasado y no ves que por esa herida letal, soy la persona que tienes delante de tus ojos fríos —lágrimas se desbordan de su rostro y me niego a llorar una vez más al frente suyo—. Una vez confié en ti y me defraudaste —le di la espalda y busqué un pantalón de ejercicio oscuro. Mi ropa del diario vivir debe ser oscura, de cuero y de calaveras. No quiero color en mi vida, el único que está permitido es el carmesí que derramaré en mis manos. —Tienes cinco minutos para irnos —salió tirando la puerta. Por más que no quiera ir con ella, tengo que hacerlo hasta que Vilen aparezca. Tienes que lograr pasar la noche en una zona segura y con Dunya tienes un chance de seguir respirando. No estás a salvo con ella porque esos hombres no respetan la ley y tarde o temprano llegarán a su puerta como hace tres años. Me puse una camisa de tirante y un abrigo con capa. Me aseguré de ponerme unas medias. Recogí mis pertenencias de la cama, la moneda lancé al aire y caché, desde que la tengo es mi amuleto. La guardé en mi seno izquierdo y salí con el bolso en mano. Me puse unas botas que tengo regadas por el pasillo y subí la cremallera. Me detuve por el celular en el baño y me encontré con Dunya cargando una bolsa de plástico, asumo mi ropa. —Mierda —Dunya mira por un hueco de la cortina—, hay un auto oscuro merodeando —anunció. —Me dieron mucho tiempo —susurré tranquila y Dunya me dio una mirada agresiva. —Llamaré a mi hombre —sacó su celular y marcó hablando entre dientes. —Pobre, Basil, lo cambias y no confías en él siendo un policía de Rusia —dije sarcástica y Dunya negó con la cabeza. —Necesito que ese auto oscuro lo detengas mientras salimos… Luego te retiras… —colgó la llamada y se arrimó en la cortina. Fui al refrigerador y su contenido es nulo. El hambre invade mi estómago y agarré una cerveza. —Vamos, lo detuvo —se giró a verme y pasé por su lado sin importarme su disgusto—. ¿Tomarás una cerveza cuando tu vida corre peligro? —Sí —abrí la puerta y puedo ver la patrulla con los hombres de Valentín—, ¡oh, mira mis captores! —alcé la voz y los hijos de puta se dieron cuenta de mi salida—. Le envío saludos a Todor —saqué el dedo malo arriba y mis ojos ardiendo en fuego. Mi hermana amargada sostuvo mi brazo duro y me llevó arrastras hacia su camioneta. —Sube a la camioneta, Maika —su mandíbula se romperá y me soltó. No le di más problemas y con la atenta mirada de los hombres asquerosos subí al vehículo. Dunya sacó el auto chillando los neumáticos y sus nudillos se encuentran blancos por la presión que ejerce al volante. Coloqué el bulto entre mis pies y abrí la lata de cerveza dando un gran sorbo. —Eres la copia de papá, no te controlas y… —¡Cállate! —pegué un alarido y la dejé con la boca abierta. Reuní paciencia e intenté hablar más suave—. Papá, batalló con el dolor y solo consiguió que su hija lo ocultara en el culo de Rusia —doy otro sorbo de la bebida y el celular de Dunya sonó. —Es Basil —abrió sus ojos verdosos como un pez—, te pido que mantengas esto entre nosotras —pidió y sonreí por su egoísmo. Ella heredó todo de nuestra madre, sus ojos y facciones. —Adelante, contesta a tu flamante esposo —con la mano la apuré—. Me da lástima Basil —admití. —Hola, cariño… solo pasé por mi hermana… —silencio incómodo en Dunya y no me pierdo su rostro—. El apartamento tiene problemas con el agua y pasará la noche con nosotros… Mañana de seguro estará arreglado —me dio una mirada de reojo. «Suerte Dunya, no permitiré que hagas conmigo lo que hiciste con papá», aseguré. El viaje a su casa fue dar varias vueltas, verificando que nadie nos siguiera y en silencio ambas. Mi hermana, la jefa de policía, vive en un barrio con acceso controlado, pero ella se muda constantemente. Puedo imaginar que después del escándalo que he formado se mudará pronto. Es una casota extravagante y me bajé del auto. Basil sospecha algo porque abrió la puerta y salió a recibirnos. El pobre se ve preocupado y ni siquiera sabe que su mujer le oculta todo. Su césped bien cuidado se burló de mí y lancé la lata de la cerveza vacía para darle algo de imperfección. —Maika, no tienes que ser cochina —replicó Dunya y sonreí burlona. Les permití privacidad y me dirigí hacia la casa. El lujo desborda en su hogar, paredes adornadas con cuadros (probablemente con medallas por ser parte de la ley) y sofás de marcas caras. Voy directo a la cocina y encontré pan. Funciona y agarré una cerveza de mi querido cuñado. Subí a la habitación libre y en el suelo comí. El pan duro no es la mejor comida que he probado, pero calma el rugido del estómago. Mi celular sonó y mi corazón se agitó. «Tranquila, se supone que estás a salvo por esta noche», mis palabras son para calmar mis demonios. La pantalla muestra el nombre de Edmon y respondí después de bajar el trozo de pan con la cerveza. —Maika… —su voz apenas es un hilo y me preocupo por él—, ¿tu hermana te buscó? No me extraña que Edmon sea el portavoz de mi hermana. Siempre lo he sabido, una vez me siguió y se dio cuenta de mis andanzas. Dunya me reclamó que no me metiera en ese mundo y le pedí que me ignorara. Por supuesto que sería lo contrario y sé que por mantenerme a salvo le pagaba a Edmon. No lo juzgo por querer ganar dinero fácil, la vida es cuesta arriba y si eres un don nadie, peor. —Estoy en sus aposentos, pero no te engañes, no estoy a salvo con ella —le hago ver la realidad. —Lo puedes lograr si cambias la identidad y te vas de Rusia. Es obra de Dunya, lo debió de llamar y no sabe que por Edmon no siento nada. —Agarra esa identidad y lárgate —es un consejo de camaradería—. Corres peligro, quedó grabado que me sacaste del local y eres mi cómplice. —La verdad es que no quiero que aparezca muerto. —¿Te importo? —su voz es un ruego y me tensé—. No te calles, dime, ¿si me pasara algo me echarías de menos? —No deseo tu muerte —dije monótona y lo escucho resoplar. Sin estar presente lo visualizo pateando lo primero que se cruce en sus botas. —Quiero saber si hay amor hacia mí —silencio en la línea—. Por mínimo que sea, te juro que huyo contigo y formamos una vida en otro lado. —Edmon es insistente, por eso es un luchador, lo puedo entender. —Eres una herramienta para mi venganza, no hay amor de por medio —no costó soltar la verdad, no hay conexión entre nosotros. Era su fantasía y él solo un informante. Cada vez que me follaba, me desconectaba con mi cuerpo tieso, esperando que culminara y se retirara. El asco al sentirme mojada y sucia fueron disminuyendo, dejando paso al muro impenetrable en mi cavidad en el pecho. —Perfecto, te libero de cualquier cosa que le suceda a tu herramienta —desconectó la llamada y terminé de comerme el pan duro. Me incorporé masticando el trozo de pan y se oye que tocan en la puerta. Dunya no es cordial con su hermana y arrastré los pies hacia la puerta. El cuarto se encuentra en penumbras y solo entra una leve luz por la ventana. Basil se ve patético y me hice a un lado dándole la bienvenida. Miré el pasillo y no está mi amargada hermana. Dejé la puerta abierta y lo veo detenerse en el medio de la habitación. —Maika, quiero lograr entender lo que sucede —se giró a verme y su piel se confunde con la oscuridad—. ¿Qué sucedió en el pasado? Terminé la cerveza con su invasiva mirada y él se despeinó sus rizos oscuros. Por joder arrojé la lata al suelo y Basil levantó una ceja por mi grosería. —No me amedrentas, Maika —me aproximé y nos medimos—. ¿No crees que debes unirte a tu hermana? —Su interrogatorio es propio de un policía. —Mis planes no son amedrentar, ni que me ames —arrimé mi cara a la suya y él no dio marcha atrás—. Lo único que deseo es que no intentes averiguar de mi boca —apunté mis labios con las uñas todas horribles—. La indicada es tu esposa y odio que estés en ese dilema —respiramos el mismo aire y puedo aspirar su molestia. Además de presenciar en sus venas de la sien el conflicto interno que lucha—. Dunya, no ve más allá que su jodido trabajo y la prueba la tengo clara —di dos pasos atrás y lo escaneé de arriba abajo. —¿Disfrutas en joder a los demás? —sus puños a los costados ejercen fuerza—. ¿Eso te hace sentir menos dolor? —sonreí de lado por su cuestionamiento. No lo juzgo es la única forma de seguir de pie con una esposa que lo excluye. —Tú y yo sabemos que es la verdad —sus ojos se ven heridos y lo comprendo mejor que nadie—. Simplemente vivo como mejor puedo y el dolor sigue instalado —di puños en mi pecho—. Duele a pesar de los años, es como si se hubiera apoderado de mi cuerpo y mantenido su esencia intacta para dolerme todos los putos días de mi vida —aumenté los golpes en mi pecho y Basil salió corriendo. Mis ojos se rodean de agua y sin fuerzas cerré la puerta. Necesito acabar este día y me quité las botas. Tiré mi cuerpo a la cama y sostuve el rublo. Estoy tan llena de mierda y sostener el rublo me da un respiro. Los ojos se fueron al vacío y sucumbí al sueño. … Sus ojos ámbares hacen que mi cuerpo se estremezca y su barba rozando mi piel me da ganas de vomitar. No puedo moverme, estoy paralizada y mi corazón aletea en el tórax. Las lágrimas se deslizan por mis ojos y el cerdo lamió una gota. Desesperada, moví de lado a lado la cabeza y su sonrisa de sádico se burla de mi estado. —Tu piel es linda y suave —su dedo rozó mi mejilla—. Eres tan blanca como la nieve —nunca olvidaré su voz rasposa y su mano apretó mi cuello—. Recuerda esto, a veces debemos pensar los actos que damos porque las consecuencias las pagan nuestros seres queridos y tu adorada hermana les falló —sonrió socarrón y cerré los ojos, asqueada—. Sin embargo, ella prefirió ser la jefa de la policía de Rusia y por ello pagarán. —El hombre enorme me dio un beso a la fuerza y el miedo se apoderó de mí. Desperté desorientada, otra vez sueño con ese cerdo y la presencia de alguien me hace buscar hacia el lado. Dunya se encuentra de pie al lado de la cama y por su cara estuvo presenciando mi jodida pesadilla. Intento calmarme y asimilar que era un terrible sueño. La luz del día se filtra por la ventana y se ve nublado. Limpié las lágrimas que solté, siempre es lo mismo, revivo ese momento y al despertar me encuentro empapada de lágrimas. —No parabas de llorar y removerte —susurró Dunya y me hundo en la miseria. —Lo mismo de siempre, lo veo tan nítido —con mi dedo índice puse en mi sien y me incorporé de la cama. Se cayó algo al suelo y rodó en los zapatos elegantes de Dunya. Es el rublo, mi hermana se agachó y lo sujetó en la mano. —Duermes con esto, interesante —pilló el rublo con su dedo índice y el malo—. ¿Qué significa para ti? —la puso jugando en mi rostro y se la arrebaté de los dedos. —No es tu incumbencia —la guardé en mi seno con sus ojos pendientes—. ¿Qué te trae por acá? —desvié el tema y me asomé a evaluar el exterior en la ventana—. Todor, siempre me recuerda en mis pesadillas esto… —giré a verla y repetí las palabras tan vividas cada noche—, a veces debemos pensar los actos que damos porque las consecuencias las pagan nuestros seres queridos y tu adorada hermana les falló —le he afectado y Dunya agachó la mirada. Volví a mirar hacia fuera, su falta de coraje me saca mis demonios. —En la mesita de noche he dejado tu nueva identidad y en la noche te irás a España —la dejé que siguiera con su estrategia. Ella es buena en cambiar lo que le aterra y, en cambio, el resto de los seres a su alrededor vivimos con el peso—. Tengo un contacto que te protegerá en lo que se calma todo en Rusia —silencio de pronto y sé que debe estar indignada porque no le doy importancia. El día se ve acorde a mi estado, gris y frío. —No saldré de mi país —afirmé y la encaré. —Demonios, me estás agotando y tendré que usar la fuerza contigo —su amenaza no me asusta. —Gracias por brindarme tu techo, en la tarde volveré a mi apartamento —pasé por su lado para ir a hacer pis. —Tengo que ir a la oficina, seguimos hablando de tu estupidez cuando regrese. —Dunya es persistente. —No pierdas el tiempo —la dejé maldiciendo y cerré la puerta del baño. Después de un baño, guardo la identidad en el bolso y decido salir en un taxi. No se dará cuenta y volveré antes de que Dunya vuelva. Tengo el abrigo con capucha puesto, unas gafas enormes y me aseguré de agarrar un revólver del arsenal de mi hermana. Solo necesito despedirme de mi mamá, además el cementerio no será problema. —Por favor, no tardaré —le di una buena cantidad al taxista. —Espero el tiempo que sea necesario —el hombre sonrió de oreja a oreja y no respondí. En mi mano tengo una rosa que corté del jardín de Dunya. Fui con grandes pasos hacia su tumba, tiene unas flores secas y las quité poniendo la rosa. Mi vida era soñada y se disolvió de sopetón. Sin darme tiempo a asimilar el hoyo en que había acabado. Las desgracias llegan en grande y lo sé por experiencia. Jamás, te juzgaría mamushka (madre) y por mi mente se me ha cruzado quitarme la vida. No soy tan valiente como tú, no tengo las agallas para acabar con el dolor. En cambio, usaré mis manos para que puedan descansar. Apreté las flores secas y se deshicieron en mi mano. No lloraré, he venido a darte mi palabra de que antes de hacerles compañía derramaré la sangre de los culpables de joder nuestra vida. … Dunya no está contenta conmigo y conduce hacia mi apartamento. O sea, logré llegar del cementerio sana y salva. Nadie me reconoció y sigo viva. Discutimos por dos horas y no pudo ganar. Dunya tuvo que traerme porque cuando llegara su querido esposo le haría un informe de sus andanzas. No me saltaría ningún detalle y créeme que eso la hizo ceder. Mi hermana no quiere que su esposo se entere de que ha encubierto a una asesina. La defensora de la ley ha cometido muchas faltas. Antes de llegar a casa de mi hermana hice una parada en una mini bodega que era de mi padre y guardé mi bolso con las pertenencias. Es necesario tener mis cosas aseguradas por si me toca huir. Luego en mi apartamento recogeré ropa adicional. Recibí el mensaje de Vilen, quería encontrarse conmigo mucho antes y por eso jodí a mi hermana. Obviamente, no le hablé de Vilen Petrov, la idea es que se marche y poder recibirlo a solas. No le respondí el mensaje por tener encima a Dunya. Se estacionó al frente del apartamento y es cuestión de tiempo para que vuelva a abrir su bocota, Dunya. —Gracias por el hospedaje, no te preocupes por mí —puse la mano en la manija y soy detenida por su brazo. —Te conozco y si has vuelto es porque tramas algo —su manera de leerme era mi parte favorita de ella cuando éramos una familia y justo ahora es la parte que más detesto. —Tengo una posible salida —susurré y zafé mi brazo. Es hora de interrogarme y crucé la calle. —¡Maika, joder, no puedes quedarte en el apartamento! —Viene a gritos Dunya. Me detuve cerca de los árboles y me volví hacia ella. Su rostro es duro y viene lo más rápido que le permite la nieve. Se ve cómica agitando sus brazos para dar énfasis a su contradicción. El ruido de neumáticos se escuchó y Dunya me enfrentó. —¡Cuidado! —Esa voz me hace buscarlo y no me equivoqué, es Vilen.
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