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Estamos a nada de recibir nuestro aire, vamos por el pasillo y tener al Dorado recostado en la pared, cambia nuestros planes. Maika se tensa al verlo y es normal su reacción. El imbécil se puso a favor de esa detestable niña. Mis demonios se descontrolan al revivir su burla y me hace querer cortarla en pedazos.
—Dorado, nos vimos bastante por hoy, solo desaparece y aparece a la medianoche —digo con sarcasmo y meto el mechón detrás de la oreja.
El infeliz pareciera que va a vomitar y no coopera viéndose indefenso. La cara de lechuga brillante y sus labios arqueados que compiten con el Ricito de Oro se han pulverizado. Tal vez su sonrisa se encuentre enredada con la falta de emociones de su Niña Zanahoria. El Dorado se rasca la coronilla. Me deleito viendo su cara magullada y me embarg
