—¡¿Y qué hay de mí?! —reclamo ofendida—. ¡A mí me puede herir! —Golpeo con el puño cerrado mi pecho—. ¡Maldito hipócrita! —Las palabras salen atropelladas—. Según tú serías mi amigo y por un puño a tu Niña Zanahoria te deshaces en súplica por salvarla. —Alterno la mirada entre ellos, Yelena se tapa la boca y sangre se desliza entre sus dedos—. Mi hermana de quince años abrió la puerta y Todor la aprisionó por el cuello. —Trago saliva y la herida duele—. Ese sádico nos tiró del cabello y arrojó al mueble. —Lev se ve decaído, no me alegra, no soy de las que goza con herir—. Intenté… —callo por el nudo que me ahoga y un abrazo en mi espalda es mi respiro. —Aquí estoy —su voz es mi paz y mi hombre oscuro se acopla en mi arco del cuello—, saltamos juntos y entramos al infierno a la par —tomo a