El celular se encarga de que termine el beso, su mano me retiene por la nuca y su boca entreabierta, es una dura tentación, pero Lioña nos necesita. Mi nariz roza hasta llegar a su lóbulo y despacio subo hasta el borde. Demonios, nunca he sido estudioso, pero quiero aprender el nombre del borde de su oreja. El maldito siempre me susurra que lo pruebe. Se ha ganado un mordisco y se estremece subiendo el hombro derecho. —Empieza a bañarte, en media hora nos reunimos para decidir cómo rescatar a Lioña. —Mi comentario la trajo al presente, su mano me libera y me empuja. Antes de retirarme, entierro el mentón en mi sitio predilecto, su cuello y aspiro su piel. «Joder, tengo muchos sitios favoritos en su cuerpo». Tengo el derecho a resaltar todos y cada uno. Me concentro en su aroma de alquitr