Cuando llegaron al segundo piso, Gladys pudo ver, como otra gran cantidad de personas, trabajaban transformando grandes rollos de fina tela en pequeñas piezas, atendiendo a diseños elaborados por diseñadores exclusivos de la misma empresa. Cuando volvieron a la oficina; Gabriel lucia algo cansado, cuando se sentó detrás de su escritorio; serrando los ojos por unos momentos, se reclinó en su asiento, guardando silencio por unos momentos, mientras respiraba profundamente; después de unos minutos, abrió los ojos y mirando a Gladys que lo observaba extrañada, le sonrió.
—Dime una cosa, Gladys; ¿crees que puedes dirigir una empresa como la que acabas de ver, atendiéndola en todos sus aspectos, como si fuera tu empresa? —le pregunta Gabriel, con mucho interés.
—Tu sabes, Gabriel, que para eso
