CAPÍTULO TRECE
Acompañado por cinco vaqueros bien armados y de aspecto enojado, Mario cabalgó desde el rancho de su padre a través del campo abierto hacia Reece, quien esperaba, mordiéndose el labio con ansiedad. Sin ningún atisbo de saludo, Mario detuvo su caballo y se sentó allí, respirando con dificultad. Pasó mucho tiempo estudiando a su hermano, su mirada sin parpadear y fría, antes de girar la cabeza para mirar a Tobías, que estaba sentado contra un grupo de rocas, los ojos cerrados, la cara hinchada, gimiendo. “Luce mal”.
—Él está mal.
—Entonces, ¿por qué diablos no lo has llevado a Doc. Wilson?
—Esa era mi intención.
—¿Entonces qué pasó?
—Jessup. Se encargó de tomar el asunto en sus propias manos, por así decirlo.
—¿Qué diablos significa eso?
Incluso para las miradas más ca
