HASTA LA CONCIENCIA

2166 Words
AITANA —Vaya familia —dije cortando con el silencio que provocó su confesión. —Todas las familias guardan secretos sirena. Tu familia no debe ser tan transparente como pinta. Todos tienen alguna caja de pandora aunque me digas que no. —No lo sé y la verdad es que tampoco me gustaría saber. No me gustaría desilusionarme de ellos, él o ella. —Nunca se termina de conocer a la familia, especialmente una como la tuya que es inmensa. La verdad es que no encontré ningún fallo en su lógica y eso solo despertó muchas dudas en mí. ¿Qué tipos de secretos ocultaran mi familia? Me recosté sobre su pecho y jugando con sus pectorales hasta que mis ojos la vieron. Me senté y miré con mayor detenimiento con mis ojos a punto de salirse de sus cuencas. —¡¿Te has tatuado una sirena?! —exclamé viendo al hombre que tenía una enorme sonrisa dibujada en su rostro. —Lo hice y también hice esto —dijo sujetando mi mano dejándome ver la letra A dibujada su piel. —¿Por qué lo hiciste? —cuestioné aguantando un poco la emoción de creer que lo había hecho por mí. —Mis tatuajes no han sido solo por diversión o masoquismo. Cada uno de ellos cuenta una historia y esta sirena en mi costado cuenta la locura que cierta mujer causó cuando mis ojos se fijaron en ella. Es de mi conocimiento que la mujer fue creada de la costilla del hombre, y tú eres la mujer ideal para mí. Estarás por siempre en mi piel, y la inicial de tu nombre será vista en cada momento. Hasta para apuntar un arma lo primero que verán mis ojos será la inicial del nombre de la mujer que amo —Dejó mis manos, para luego atrapar mi rostro—. No solo tú estás haciendo cosas de las cuales te puedes arrepentir. Yo también lo estoy haciendo al entregarte todo de mí. Soy tuyo, sirena, el estar contigo me hace sentir como un adolescente con las hormonas alocadas. No solo es atracción física, es abrumante cuando no estas a mi lado, no poder sentir tu refrescante y delicioso olor a rosas me llena de ansiedad el cuerpo. Acaricié su mejilla y sonreí a sus palabras. —Me siento igual que tú, no por nada mis hormonas perdieron la cordura cuando nos conocimos. No debo amarte Ovidio, más sin querer entraste aquí y no puedo sacarte por más que mi cerebro quiera controlarme. —Me pasa lo mismo, ahora. Déjame amarte hasta el amanecer o al menos hasta que nuestros cuerpos no puedan más de tanto placer —no tuvo que decir más porque me lancé sobre él devorando sus labios. Esa noche me hizo el amor de la manera más lenta y romántica posible. Sonreí gustosa cuando me estaba quedando dormida sobre el cuerpo de este hombre, mi hombre, mi enorme león. Desperté entre besos y caricias, con mi cuerpo entrelazado al suyo. —Buenos días, Piccola. Feliz cumpleaños —dijo dándome un beso en mis labios. Abrí mis ojos a más no poder. Mi cumpleaños, mierda, se me había olvidado. Él me observa con su ceja alzada—. ¿Se te olvidó tu propio cumpleaños? Moví mi cabeza en negación. Me dejé abrazar por el enorme hombre a mi lado, sonreí cuando después de aceptar su abrazo él se separó, buscó algo en su abrigo y sacó una estuche color marrón con textura gamuza. Tomé el estuche con manos ligeramente temblorosas, mis ojos y los de él se conectaron, pude ver lo emocionado que estaba de darme este presente. Me incitó a abrirlo, lo hice y no supe qué tipo expresión reflejaba mi rostro porque comenzó a carcajearse. —Se verá hermoso en tu cuello y con un hermoso vestido n***o de una manga, corse de encaje y una pierna descubierta que diseñaste para ti misma —eso me explotó la cabeza por completo. Hace 3 días recibimos un pedido para diseñar un vestido con las características que él está diciendo y hasta decía que la clienta tenía las mismas medidas que yo. —¿Fuiste tu? —pregunté y solo sonrió. Me tomó de la mano ayudándome a levantar de la cama. Caminamos hasta quedar frente al espejo en una esquina de la habitación. Tomó la hermosa joya de la caja y con cuidado la colocó en mi cuello, dejando un beso en mi hombro al terminar. —Hermosa, igual que su dueña —dijo pasando con delicadeza el dorso de sus dedos entre el valle de mis senos. Cerré mis ojos dejando caer mi cabeza sobre su pecho—. No hagas eso o no saldremos de esta habitación. —¿Quién te dijo que quiero salir de aquí? —dije viéndolo a través del espejo. La imagen de ver nuestros cuerpos completamente desnudos reflejados en el espejo era tan erótica y excitante. —Mi pequeña sirena es insaciable —dijo tomando mi cabello entre sus dedos, para luego sujetarlo y exponer mi cuello para él. Su tibia lengua acarició el nódulo de mi oreja y su mano comenzó a descender por mi vientre. —Culpa a esto, por hacerme desearlo todo el tiempo. Creaste un monstruo y tienes que hacerte responsable —dije tocando su hombría que ya está duro como una roca. Él rápidamente me giró y me elevó para rodear su cadera con mis piernas. —Creo que una ronda más antes del desayuno no nos vendría mal —dijo elevando mi cuerpo un poco más para luego bajarme al mismo tiempo que su grosor se hacía sentir en mi interior. —¡Ah! —grité al sentirlo tan profundo en mi interior ya adolorido de toda la actividad anterior. Se sentó sobre la cama dejándome encima de él. —Esta vez más y descansas. Tengo ganas de jugar a algo nuevo contigo. Sin mencionar que… —su mano viaja hasta mi trasero y su dedo directamente hasta mi visor de estrellas—. Quiero tomarte por aquí también y llevarte a conocer todo el placer que todavía desconoces. —Debería sentirme asustada, pero más bien me siento deseosa y hasta llena de curiosidad de cómo será sentirte por… —no pude continuar, me mordí el labio cuando lo vi traer su dedo hasta su boca y devolverlo hasta ese lugar donde hizo un poco de presión. Levantó su pelvis robándome un suspiro. —Relájate, solo estoy preparando un poco el territorio, pequeña —su mano libre empujó mi nuca hacia él para besarme, mientras con lentitud su dedo iba entrando. Sentí un poco de incomodidad, pero esa sensación me estaba invitando a mover mis caderas sobre él—. Eres osada, sirena. —Así como tú quieres todo conmigo, yo quiero todo contigo y estoy segura de que siempre vas a cuidarme y a respetarme. Sin embargo, en la cama los límites dependen de los dos y en este momento quiero conocer y disfrutar de todo lo que me he perdido… —respondí jadeante, podía sentir su dedo ir más allá y fue cuando comencé a brincar sobre su cuerpo. —Eres la criatura más exquisita con la que he tenido el placer de estar, mi sirena. Ahora móntame, cariño. Has que me corra en ese delicioso y apretado coñito tuyo. ¡Merda! —gritó cuando aumenté la velocidad de mis movimientos. Minutos después, un abrumante, agonizante y delicioso orgasmo nos golpeó. Él logró introducir dos de sus dedos los cuales humedece con mis propios jugos. Al mismo tiempo que todo su falo estaba en mi interior liberándose en lo más profundo de mi. Caí casi sin aliento sobre su pecho, mi cuerpo entero estaba recibiendo una carga de placer, la cual provocaba exquisitos espasmos por todo mi cuerpo. Sus grandes manos rodearon mi espalda apretando con fuerza. —Feliz cumpleaños, sirena mía —dijo tomándome en sus brazos llevándome hasta el baño. Se encargó de bañarnos y de dejarme de nuevo sobre la cama. Podía escuchar la vibración de algo y de inmediato busqué mi teléfono el cual estaba conectado a su fuente de carga en el suelo. Al verlo miré que era Lucio, tomé la llamada al ver que no estaba Ovidio por ningún lado, pero podía percibir el aroma del café. —¡Tus papás están subiendo! Repito, ¡Tus padres están subiendo a tu departamento! —me puse de pie y de inmediato comencé a caminar por toda la habitación tomando la ropa de Ovidio y corrí hasta la cocina. —¿Ya descansast… que sucede sirena? —preguntó cuando le entregué su ropa con mi estado evidente de nerviosismo. —Póntela, rápido —dije buscando una coleta en una de las gavetas de la cocina. —¿Qué sucede? —volvió a cuestionar, pero esta vez deslizando su pantalón por sus piernas. Justo cuando estaba subiendo la cremallera de su pantalón. El timbre de mi departamento se dejó escuchar. —Dijiste que querías conocer a mi padre, bueno, a mis padres, pues tus deseos son órdenes. Están aquí, solo que ponte la camisa, no quiero que mueras a manos de mi padre. —Sabes que no seré yo el que… —achiqué mis ojos en son de amenaza. Él solo se terminó de colocar la camisa y siguió con lo que estaba haciendo en la sartén. —Tu también deberías de ponerte algo —dijo llamando mi atención, viendo que solo tengo un camisón de seda encima, pero ya no tenía tiempo, mis padres estaban al otro lado de la puerta tocando con insistencia. —¿Listo? —pregunté cuando lo vi caminar hacia mí. —Nací listo, sirena —dijo rodeando mi cintura con sus manos. Abrí la puerta y justo cuando mi padre venía a abrazarme con emoción, esa emoción se desdibujó de su rostro al ver al hombre a mi lado. —Mucho gusto. Soy Ovidio Lombardo —saludó él estirando la mano a mi padre. —De saber que estabas acompañada no habríamos venido —dijo mi madre entregándome un ramo de flores y una bolsa de una marca de diseñador que me gusta mucho. —¿Podrías presentarte con tu nombre real? Quieres estar con mi hija, tienes el valor de darme la cara, pero no te presentas con tu verdadero nombre —dijo mi padre aumentando más la tensión. —Ovidio Fiore Kovikov —dijo Ovidio en respuesta y nuevamente ofreció su mano a mi padre. Esta vez mi padre aceptó su mano, pero comenzó el juego de quien aprieta más fuerte las manos. Mi pobre viejito salió perdiendo, pero solo se soltó y caminó hasta sentarse en el mueble, empujando a mi madre con él. —¿Cuáles son sus planes? ¿Cuándo se van a casar? —Lo más pronto posible —dijo Ovidio tomándome por sorpresa. —Papá no creo que… —el levantó su mano, a la vez que movía su cabeza en negación. —Déjalo que se ponga la soga al cuello solito. A ver, te escucho. —Cariño, vamos a que te pongas algo más de ropa, que te vas a resfriar —dijo mi madre, quería negarme, pero la verdad es que en cualquier momento uno de mis pechos se saldría de mi camisón. Me levanté no sin antes darle una mirada de advertencia a Ovidio. Caminamos hasta mi habitación. —Aitana por Dios, ese hombre es enorme. —Si supieras, mami. Si supieras —dije caminando a mi closet, pero ella fue hasta la cama y la detuve de inmediato. —No te recomiendo que te sientes ahí —Ella me miró con seriedad. —Venia a ayudarte a cambiar las sábanas. El olor a sexo aquí es mas que evidente hija —dijo sacando el cobertor de encima de la cama. Me cambié mientras ella me ayudaba con eso. Miré una maleta en mi armario y me llamó la atención. Ya que no era mía y no miré a Ovidio con ella cuando llegó o al menos no que yo me diera cuenta. La llevé hasta la cama donde mi madre recién estaba terminando. —¿Saldrán de viaje? —negué. —No, de hecho que no se que es y por eso me gano la curiosidad —finalizando mi comentario abrí el maletín mirando lo que había dentro de el. Mis ojos no podían creer lo que veían. Eran un montón de juguetes s3xu4les. Tomé en mis manos lo que parece ser una polla de goma casi del mismo tamaño de león. —Tal parece que hoy te follaran hasta la conciencia. Con cuidado, porque me niego a irte a ver al hospital por culpa de una emergencia s3xu4l. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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