EL LEÓN QUE ME HA DOMADO

1851 Words
AITANA —¿Estás segura de querer hacer esto? —preguntó metiendo su mano debajo de mi falda—. Dímelo ahora, porque después no podré detenerme y no quiero lágrimas de arrepentimiento. —De acuerdo, llévame a mi casa —dije agitada. Él levantó su mirada para verme directamente a los ojos. —No, tú no te irás de aquí sirena. —Entonces, no hagas preguntas estúpidas y muéstrame de todo lo que me he perdido —esta vez fui yo la que tomó su rostro entre mis manos y succiono con fuerza su labio inferior. Sus manos comenzaron a quitar con salvajismo mi ropa. —¡No la rompas! —grité después de ver su manera tan primitiva de responder. —Mi ropa te quedará mejor —me sostiene con fuerza contra su cuerpo—. Tampoco debiste decirme estúpido. —Lo siento, se me olvida que estoy con el señor cavernícola. —Este cavernícola te hará sentir el más divino placer. Así que puedes, arañar, gritar, morder, pero jamás me pedirás que pare. No te lastimaré, seré cuidadoso al ser tu primera vez, debo ser gentil, pero para la próxima vez. No será así, sirenita —me giró para quedar de espaldas a su pecho y terminó de arrancar lo que quedaba de mi ropa interior. Fue en ese momento que me di cuenta que frente a nosotros había un espejo que reflejaba la escena más erótica que había visto en mi vida, mi cuerpo siendo sujetado por las enormes manos de este hombre. Cerré los ojos cuando sentí su mano acariciar mi vientre, sentir las yemas de sus dedos descendiendo más allá de mi ombligo me erizó la piel. Sus dedos hicieron contacto con mi pequeño botón de placer y las piernas me comenzaron a temblar. Me tomó de una de mis piernas y con la otra rodeó mi cintura. Me sentí como una muñeca en sus brazos. Él se sentó en la cama colocándome justo sobre él. —Abre las piernas, sirena —el acomoda mis piernas a cada lado de la suyas, nuevamente su mano acaricia la parte interna de mi muslo. Hasta apoderarse completamente de mi centro. Curvé los dedos de mis pies ante toda esta nueva sensación. Eché mi cabeza hacia atrás, cerrando fuertemente mis ojos cuando sentí su dedo queriendo entrar en mí. —No cierres los ojos, sirena. Quiero ver tus hermosos ojos azules todo el tiempo. Mira que hermosa te ver así de expuesta para mí —dijo besando mi hombro sus dedos comenzaron a moverse sobre mi botón de carne y no tarde mucho en sentir ese calor abrumarme por completo. Derritiéndome por completo sobré sus piernas. El deja de tomarme y solo susurra a mi oído. —Respira —lo siguiente que sentí fue su dedo entrando dentro de mí. Dejo salir un pequeño grito ante la intromisión. —Demonios, pequeña —dijo mordiendo ligeramente mi hombro, su dedo comenzó a moverse con más rapidez en mi interior y su pulgar mantenía presionado mi botoncito. Los gemidos que se me escapaban parecía causar algo en él y todo se descontrolo cuando comencé a mover mis caderas al ritmo de sus dedos. Sus ojos se conectaban con los míos a través del espejo. Podía sentir un nuevo orgasmo naciendo en mi interior y como si él lo supiera. Se puso de pie y me dejó caer sobre la cama. Para este momento podía sentirme molesta, por haber interrumpido mi momento, pero todo se transformó en placer al verlo como mordía sus labios y se deshacía de su pantalón y demás prendas para quedar en su máxima gloria frente a mí. Tomó su polla en su mano y se acercó a mí. Imaginarlo y sentirlo a través de su pantalón era una cosa, ver lo imponente de eso fue algo glorioso y a la misma vez inquietante. Como si no hubiera tentado al diablo lo suficiente. Mi siguiente movimiento lo terminó de enloquecer. Abrí mis piernas para él, como me lo había pedido hace un momento. Se arrodilló frente a mí y con fuerza atrajo mis piernas hacia él a la orilla de la cama. Gemí sintiendo como mi trasero golpeó su abdomen. Me perdí en sus ojos llenos de deseo. Sus manos subieron a acariciar mis senos, mientras su boca dejaba delicados besos en mi abdomen. Lo sentí descender e intenté cerrar mis piernas, pero no lo permitió. —¿Recuerdas lo que dije hace unas horas? —dijo lamiéndose los labios. Moví mi cabeza en negación, había dicho muchas cosas que ya no recuerdo a que se refiere—. Dije que me perdería en este océano y es lo que haré. Mencionó esas palabras perdiéndose entre mis piernas. Su suave, húmeda y tibia lengua hizo contacto con mis pliegues y se sentía la gloria. Me removía inquieta ante la cantidad de sensaciones desconocidas que atravesaban mi cuerpo. —Mi sirena es deliciosa y dulce —expresó viéndome directamente a los ojos. Como si sentir su lengua moviéndose en puntos certeros no fuera suficiente, introdujo un dedo en mí interior y lo movía al mismo ritmo de su lengua. Me aferré a las cobijas, mientras hacia mi cabeza para atrás apretando mis ojos con fuerza. Una poderosa y abrumante sensación se apoderó de mí, liberé un gritó y pude sentir más humedad saliendo de mi hacia su lengua. Lo miré disfrutar de mis espasmos ante cada lamida sobre mi botón de carne. Se levantó y una de sus manos tomó mi barbilla. No podía controlar los espasmos deliciosos que abundaban en mi cuerpo hasta que sentí la punta de su polla entre mis pliegues. —¿Estas lista? —moví mi cabeza frenéticamente afirmando—. No cierres los ojos, mírame, mientras te convierto en mi mujer. Un escalofrío me recorrió ante sus palabras y el sentir como poco a poco su polla se introducía en mí. Su mano fue hasta mi trasero y me levantó ligeramente dándole más acceso a mí. —¡Ah! —grité cuando entro de una vez y el tibio y punzante dolor que sentía. Liberó mi barbilla y se inclinó a besar mis labios. Al mismo tiempo que empujaba más de su falo en mí—. Eres enorme —dije arañando su espalda. Podía sentir que había llegado a tocar partes en mi interior que no debería—. Es demasiado, vas a matarme. —Lo siento, pero es que me haces perder el control, Sirena —dijo quedándose quieto un momento. Moví mi cadera y entrelazo nuestros dedos, llevó mis manos hacia arriba de mi cabeza y me miró dando una embestida—. Gime y grita para mí, Sirena. Las embestidas comenzaron de lentas a rápidas y eventualmente más profundas. No dejo de besarme en ningún momento. Al menos no hasta que nos girara dejándome sobré él, me ayudó a tomar el ritmo y vaya que se sentía increíble. Sentía una ligera capa de sudor bañar nuestros cuerpos. Me sujetaba y posiblemente arañaba con fuerza sus pectorales. Mientras él apretaba mis gluteos. —Mi mujer es todo una guerrera. Hecha solo para mí y a mi medida —dijo cuando logré tomar todo su falo dentro de mí, moviendo mis caderas con rapidez sobre él. Ya no podía más así que nuevamente él nos giró, esta vez mi pecho estaba sobre la cama con mi trasero a toda su disposición. Entró en mí de nuevo y me dio una fuerte palmada en el trasero. Sin embargo no fue dolorosa, fue placentera y por alguna razón quería, no, necesitaba más. —Quiero más —dije mientras gritaba de placer. —Mi sirena, es una pequeña valiente —tomó mi cabello y lo jalo hacia él. Haciendo que mi cabeza se levantará para besar mis labios. Ahogando los gemidos y gritos que liberaba al sentir sus embestidas. Su otra mano se coló entre mis piernas y comenzó a estimular mi botoncito de carne. Esta vez me moví a su ritmo y exploté en miles de pedazos. —¡Oh, por Dios! —grité al sentir como mis músculos internos se apretaban más a su polla. Sin embargo, sentí un vacío de inmediato cuando él salió de mí y liberaba su esencia en mi espalda y trasero. Me dejé caer sobre la cama escuchando la manera tan feroz en la que gruñía y gemía. Mi cuerpo entero tenía espasmos, pero las palpitaciones en mi interior eran exquisitas. Sus manos esparcieron su espesa y tibia esencia por toda mi espalda. Para luego recostarse a mi lado. —Eres completamente mía —dijo viéndome a los ojos con una enorme y triunfal sonrisa en su rostro. Como buena valiente, decidí llevarle la contraria. —No soy propiedad de nadie más que de Aitana Guzman y esa soy yo. Te agradezco por esta noche, pero será la primera y la última. Te recuerdo que no nos conocemos. —Su mirada cambió por una más intensa y su rostro ahora estaba serio. Su mano fue a mi cuello y lo sujetó ligeramente . —Ovidio, mi nombre es Ovidio. Dejando eso claro, ¡Nadie te tocará! Al menos que quieras que esa persona se muera. Esto no fue solo una noche, este fue el inicio de una vida juntos. Te diré algo y escúchalo muy bien, sirena mía, tú, por siempre serás mía. Liberó mi barbilla y me giró sobre la cama sin importarle manchar las sábanas. Tomó mis manos y las aprisionó a cada lado de mi cabeza. Se subió sobre mi cuerpo y me besó, un beso suave, lento, sin premura, sin agresividad o dominio provocando que mi corazón se acelerará y mi razón se nublará. Sus manos fueron a una bolsa que se había caído al suelo. Sacó una caja de preservativos y se incorporó dejando caer su imponente polla sobre mi vientre. —Espero que no hayas creído que ya terminamos, mi pequeña sirena. Porque la noche es joven y esto apenas comienza —Se colocó el preservativo y no me pierdo detalle de nada. Tomó la parte trasera de mis piernas a la altura de mis rodillas y las empujó haciendo que vengan hasta mi pecho—. Esta vez terminaré sintiendo tu apretado interior contrayéndose alrededor de mi polla, sirena. Sin más preámbulo volvió a introducirse en mi cuerpo, robándose todo de mí. Mi cordura, mi virginidad, mi cuerpo, e involuntariamente mi corazón. Tenía miedo de perderme en la oscuridad. Sin embargo, me han enseñado un poco de lo que se puede encontrar en ella y me ha fascinado, al punto que con gusto me quedo en ella. También sabía que podía haber mucho más en la profundidad de esta y pueda que ya eso, ya no sea de mi agrado. Mientras eso suceda, me quedaré aferrada a el León que me ha domado. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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