EL INFINITO JUNTOS

2105 Words
AITANA —Mamá —reprendí sintiendo como mis mejillas ardían. Teníamos un nivel de confianza alto con mi madre, pero ya esto sobrepasa los límites. —Si te lo digo es por experiencia —confeso como si el momento no fuera lo suficientemente incomodo—. No me mire así, estoy muy segura de que sabes a lo que me refiero. —Soy nueva en esto madre, todavía no he experimentado muchas cosas. Por lo visto la experta aquí eres tú. —dije guardando en donde estaba el maletín. —Vaya que te has perdido de un montón de cosas, pero me alegra que lo aprendas con él. Una vez tu padre utilizó uno de esos, queriendo cumplir una fantasía que tenía… —ella continuó contándome cosas que me dejaran traumada de por vida. En ningún momento se me pasó por la cabeza que mis padres fueran tan curiosos, hasta el punto de practicar el b**m. Su significado me da mucho (Bondage; Disciplina y Dominación; Sumisión y Sadismo; Masoquismo) —Patricia Galeano de Guzmán me está dando mucha información que como su hija no necesito y mucho menos deseo saber. —De acuerdo, está bien que no quieras saber, al final eso es algo entre pareja. Solo debo decirte que él no puede obligarte a hacer cosas que tu no desees hacer. Si en algún punto tu ya dejas de sentirte cómoda, él no puede forzarte a continuar o coaccionar para aceptar hacer algo que no quieras. —sus palabras me causaron escalofríos por alguna extraña razón. Traté de hacer a un lado ese pensamiento y como agua en mayo, el grito en la sala fue nuestro llamado de atención. —¡No lo voy a permitir! —gritaba mi padre, apretando sus nudillos y levantando al mismo tiempo su puño muy cerca de Ovidio, quien no parecía amenazado. —Cálmate, Roger. —mencionó mi madre acariciando su brazo. —No voy a vivir tranquilo hasta que este idiota deje a mi hija tranquila. —Como se lo dije, ninguno de nosotros pudo elegir a sus padres, mucho menos las maldiciones o cadenas que nos hicieran acarrear nuestros apellidos. Está en todo su derecho de pensar lo que quiera, solo puedo darle mi palabra y asegurarle de que quiero a su hija. Que soy capaz de dar mi vida por ella o por cualquier m*****o de su familia. Porque ahora también son mi familia —dijo Ovidio abrazándome y viéndome a los ojos. No pude evitar sonreír, pues sus palabras me emocionaron mucho, al punto que mis ojos comenzaron a picar. Besó mi frente haciéndome cerrar los ojos y así liberando las lágrimas que sin ningún descaro bajaron por mis mejillas. —Creo que no hay nada más que decir aquí. Espero cumplas con tus palabras y cuides de mi hija, porque créeme que soy capaz de matarte de mil maneras haciendo ver que fue un accidente. Llámanos cuando se vaya así podremos invitarte a comer. —Lamento decepcionar señor, pero no pienso separarme de ella el día de hoy. ¿Por qué no nos acompañan a desayunar? Creo que podríamos compartir lo que acabo de preparar para su hija. —dijo Ovidio con una sonrisa en el rostro. —¿Cocinas? —preguntó mi padre. —No crea que en estos 38 años de mi vida solo me han enseñado a usar un arma. Tengo muchísimas cosas que ofrecerle a su hija —dijo mordiendo su labio inferior viéndome con esa mirada que me pone de rodillas—. Un buen desayuno por ejemplo. Mi padre miró a mi madre quien asintió, y así fue como logré sentar a esos dos hombres a comer con tranquilidad en la misma mesa. Durante el desayuno hablamos un poco sobre la situación en la que se encontraba Ovidio. Me sorprendía la facilidad con la que hablaba con mis padres, como si se conocieran hace ya un tiempo. Había cosas que yo no sabía y me enteré en ese momento. Como por ejemplo el que si algún día se llegaran a enterar de su existencia él será condenado a muerte. «¿Qué será de mí sin él?» pensé. Mi corazón se calmó ligeramente cuando sentí un ligero y reconfortante apretón en mi pierna, por parte de Ovidio. —Esperemos que no pase nada y ustedes puedan vivir su romance sin ningún tipo de obstáculos. Aunque, no ha habido Galeano que se haya librado de una batalla por amor. Esa parece ser nuestra maldición. —comentó mi madre y nuevamente esa sensación incómoda me embargó, nadie desea sufrir por amor, pero muchas veces nos toca enfrentar batallas para poder ser felices. Me duele pensar en eso, pero podría pasar. —No pensemos en cosas malas, hoy es el cumpleaños de mi sirena. No deseo más que agasajar a esta bella mujer en su día. Así fue, durante todo el día me llenó de detalles. Fuimos a almorzar a un bonito restaurante de la zona donde me regaló un hermoso brazalete con un anillo. El diseño de este llamó mucho mi atención, pues tenía un patrón de círculos o más bien dicho de óvalos. No sabía si esa era su intención o si era algo que yo noté por casualidad. —¿Te gusta tanto que me está robando tu atención? —negué, pero miré una sonrisa algo sospechosa en su rostro. —Me encantan las Os en su alrededor —me tomó de la mano y la imagen de ver si tatuaje, mi anillo y brazalete juntos me hacía muy feliz. Podía imaginarme vivir muchas cosas con él a mi lado. —Y a mí me encanta lo perspicaz y brillante que eres. Me siento orgulloso de llamarte mi mujer. —dijo dándome un beso en el dorso de mi mano. —Calmado ahí león. No recuerdo que me hayas pedido ser algo más, al menos no oficialmente. Así que, no soy tu mujer. —negó, eres mi mujer desde el día que dejaste que fuera el primer hombre en tu vida. —De mi vida s****l, de lo demás si ya había tenido a alguien más —dije con la intención de hacerlo enojar. —No me molesta, sirena. No soy un hombre que goce de inseguridades. Además, lo que fue antes de mi porque habría de mortificarme, si yo fui quien disfruto primero esa hermosa… —elevé mi dedo índice hasta sus labios haciéndolo callar, cuando pude ver como la señora sentada a nuestro lado abría los ojos al mismo tiempo que me mirada debido a la declaración de mi león. —Ya lo sé —dije y sin previo aviso se acercó a mis labios, tomándome de la nuca me terminó de acercarme a él para devorar mi boca, como si la comida que acabáramos de ingerir no fuera suficiente para él. —Ya vámonos de aquí, porque no respondo de lo que soy capaz de hacerte en este momento. —Me gustaría saber de que eres capaz —Se inclinó más a mi arrinconando mi cuerpo al vitral en mi espalda. su mano se quiso colar entre mis piernas. —No juegues con fuego porque te puedes quemar. Vámonos. Dejó dinero suficiente en la mesa y salimos del lugar. Fuimos hasta mi tienda a buscar el vestido y para mi sorpresa Daniela estaba en la tienda con Lucio. —Todavía no me has contado porque renunciaste —pregunté a Daniela y ella se dedicó a ver a Lucio. —Daniela está embarazada. —respondió el, sonreí y di de brinquitos tomando la mano de Daniela. Sin embargo, no me agradó mucho ver su rostro un poco triste. —¿Por qué no estamos felices? —cuestioné viendo entre los dos. —Será mejor que te lo cuente ella —dijo él alejándose de nosotras sin decir nada y con una cara para nada agradable. Los ojos de Daniela comenzaron a brillar. —¿Qué sucede? Creí que ustedes estaban bien. —Estábamos bien, pero esta noticia nos tiene muy mortificados. Acabo de decirle que lo mejor será que no tenga a esta bebé. —me di la vuelta, porque de lo contrario le dejaría ir una cachetada de la cual me podía arrepentir. Tomé un poco de aire y para mi sorpresa el que habló fue Ovidio. —¿Tienen problemas de pareja? —No. —contestó Daniela. —¿Tienes problemas económicos? —No. —¿Algún tipo de impedimento para que puedan estar juntos? —ella se quedó callada ante ese comentario. —Mi familia no tolera la diferencia de nuestras clases sociales. —nuevamente sentía mi sangre hervir. —¿Y Lucio no es lo suficiente hombre para ti? Desde que te metiste con él supiste su clase social y disfrutabas de su compañía y si estas embarazada es porque no se juntaban a rezar el rosario. El cuidarse para evitar un embarazo depende de ambos, no solo de una parte. Ya estás lo suficientemente grande como para tomar responsabilidad de tus actos. —Tuve que renunciar a mi carrera como modelo y tengo que pagar una enorme multa por incumplimiento de contrato. —Ay, señor. Es que cada día las haces más brutas. Daniela... ¿Leíste el artículo 8 de tu contrato? —ella se quedó pensativa y luego movió su cabeza en negación. Suspiré, me di la vuelta y miré a Anahí. —Llama a Zaragoza, por favor. Pídele a Ernesto de recursos humanos que envíe el contrato de Daniela por correo electrónico agradecería que le subraya el artículo 8, gracias, Anahí. —concluí, ella asintió al momento en que tomaba el teléfono para hacer lo que le pedí. Fui a tomar la caja que guardaba el vestido que Ovidio había pedido para mí. La verdad es que me había enamorado de este vestido. Era n***o, con detalles dorados. Las botas que lo acompañaban le daban un toque super coqueto y osado, pues era como tener dos vestidos en uno. —¿Nos vamos? —pedí yo esta vez. Ovidio solo asintió, tomó mi mano y juntos salimos de la tienda. Me dolió mucho ver a Lucio recargado en el capó de su auto con un cigarro entre sus dedos. Ya había dejado ese vicio, pero creo que la situación volvió a dejarlo caer en él. —Quédate con ella y hablen las cosas. Tal vez después de leer algo que le deje de tarea pueda ver un poco más de claridad. —asintió con una sonrisa ladina. —Aunque así sea, no sé cómo podría seguir con alguien que sea capaz de asesinar a su hijo por su carrera. —No la juzgues, entiende que debe de estar asustada. No creo que sea ella la superficial, si no que su familia. No dejes que la presionen para que tome la decisión menos indicada. Si algo cambió en ti después de eso trata de meditarlo antes de hablar con ella. No la lastimes, porque te puedes arrepentir. —Lucio solo tiró la colilla del cigarro al suelo y la aplastó con su zapato. —No te prometo nada, porque en este momento mi cabeza está pensando seriamente en no seguir con ella. —Eso diría mucho de ti. —me di la vuelta y él me detuvo tocando mi hombro. —¿A qué te refieres? —A qué diría mucho sobre tu amor por ella, ¿Si la amas cierto? —pregunté y él bajó su rostro. —En este momento no estoy seguro de lo que siento por ella. —Alguien pasa corriendo a nuestro lado y la piel se me pone chinita al ver que se trataba de Daniela. —Ve con ella. ¡Ahora! —dije cuando ella entró en su vehículo, pocos segundos después salió a toda velocidad sin importarle los golpes y súplicas que Lucio daba en el vidrio de la ventana. Lucio se subió en su auto y salió decidido a seguirla. —No cabe duda de que eres una mujer de armas tomar. —Esperemos que todo termine bien entre estos dos. Ahora señor Ovidio, ¿cuál es nuestro siguiente destino? —Salón de belleza para usted, mi piccola sirena. Yo iré a preparar algo especial mientras te dejan mas hermosa de lo que ya eres. Prepárate porque si en ocasiones te he llevado a las estrellas, esta vez iremos a recorrer el infinito juntos. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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