LA PRINCESA DE TU CUENTO

2598 Words
AITANA —¿Le gusta señorita? —me preguntó la chica que finalizó mi maquillaje. La verdad es que jamás me había hecho un maquillaje tan oscuro—. Se mira realmente hermosa. Su esposo estará babeando cuando la vea. Quería debatir diciendo que Ovidio no era mi esposo, pero no quería tampoco darle esperanzas, pues mira cómo se lo comió cuando entramos a este lugar. —Me gusta mucho. Hiciste un excelente trabajo. —dije con una sonrisa. Me puse de pie y observé la caja que contienen el vestido y los zapatos que van a juego con él. Caminé hasta una pequeña habitación que habían acondicionado, para que me cambiara. No necesité ayuda de nadie para colocarme el vestido y amaba como se miraba con todos los elementos en él. Mi cabello liso hacia atrás, dejando ver los detalles en él. La chica que hizo mi maquillaje entró con intención de decirme algo, pero se quedó muy sin palabras al verme de esa manera. —Señorita, se ve muy hermosa. —Hermosa, se le queda corto a esta maravillosa sirena que se escapó de su reino en las profundidades del océano, solo para venir a conquistar el mío —dijo Ovidio sujetándose del marco de la puerta. Se veía tan guapo con un traje a la medida color n***o, sus zapatos de charol del mismo color de su traje y su cabello perfectamente que tuve que lanzarle una toalla a la chica que se mordía el labio inferior viéndolo. Un gruñido por parte de él me hizo volver mi vista a él. —¿Ya estás lista amore? —dijo y eso calmó por completo mis breves segundos de celos. Moví mi cabeza en afirmación. Estiró su mano y no lo hice esperar. Rápidamente di un par de pasos y la tomé. Vi las cosas que quedaban dentro de la habitación. —No te preocupes, esta hermosa señorita recogerá tus cosas y las llevará hasta nuestro auto —de reojo vi la manera tan coqueta de hablarle a la joven frente a nosotros. Solté su mano y pasé por enfrente de él. Tomó mi brazo y me apoyó contra la pared a su lado. Su mano rodeó con fuerza mi cintura y su otro brazo lo colocó por encima de mi cabeza. —¿Adónde vas sirena? —dijo soltando mi cintura y apretando mi trasero, haciendo que se me escapara un gemido. Buscó mis labios y se los negué. —Pensaba dejarte solo con la chica —dije empujándolo, pero lo único que hizo fue apretar más mi cuerpo al suyo. —Estaba siendo cortés, piccola. —Pues, por mí no hay ningún problema, puedes seguir siendo todo lo cortes que quieras. —Intenté alejarme y nuevamente buscó mis labios. —Arruinaras mi maquillaje. Ahora si no quieres que me vaya a mi casa, vámonos. —lo empujé nuevamente y esta vez me soltó. Posiblemente la manera en cómo se lo dije lo sorprendió. No suelo enojarme mucho, pero cuando lo hago mis apellidos se fusionan. Nuevamente tomó mi mano y esta vez me llevó fuera del lugar. Abrió la puerta del auto para mí, el cual no me había fijado que era un Bugatti. La chica de la tienda salió casi detrás de nosotros y Ovidio no le dijo nada solo le señaló a un hombre detrás de nosotros. El cual estaba en una camioneta negra me pareció extraño. Él se subió al auto y me miró con una sonrisa dibujada en sus labios, tomó mi mano justo cuando la iba a alejar. —No te enojes sirena. Estaba siendo gentil. —Gentil, te gusta que las mujeres te miren y te deseen. —el dejo salir una pequeña risita que no hizo más que encenderme—. ¿Todavía tienes el descaro de reírte? Llévame a mi departamento. —Nena, te comportas como una niña caprichosa. —dijo encendiendo el auto. —Pues nadie te obliga a estar con esta niña caprichosa. Eres libre de irte para donde y con quien quieras —hice amago a abrir la puerta del auto y de inmediato él la bloqueó. —Tu no vas a ir a ningún lado —aceleró el auto y sin hablarnos como por una hora llegamos a un lugar que ni yo sabía que existía cerca de Bella Vista. —¿Dónde estamos? —pregunté al ver el castillo frente a nosotros. —En tu regalo de cumpleaños —dijo él tomándome de la mano. —Estás loco, ¿Cómo va a hacer esto mi regalo de cumpleaños? —Bueno, es nuestro por una semana, Sirena. Juró que no habrá habitación que se libre de escuchar tus gemidos. —dijo besando mi frente y rodeando mi cintura con su brazo para ayudarme a seguir avanzando. —¿Cómo hiciste esto? —pregunté —Tengo mis contactos, un par de llamadas y unos cuantos millones fueron suficientes. —dijo sin quitar esa sonrisa de sus labios. Al entrar una señora nos esperaba con vestimenta elegante. —Bienvenidos, pasen adelante el baile está por comenzar. —dijo y yo miré a Ovidio sin entender. —Baile —dije solo para que ambos escucháramos. —Ya lo veras, sirena. —caminamos por un pasillo, donde las personas solo vestían de n***o, cuando pasamos por su lado nos saludaban con reverencias. Estaba totalmente sin palabras y sin poder creer lo que estaba pasando. Las personas caminaron detrás de nosotros hasta que la señora dio la señal a dos jóvenes a que abrieran la puerta. Di un paso hacia atrás, pero los brazos de Ovidio me sujetaron. —Feliz cumpleaños, Sirena mía. —dijo en el momento que “Born to Die de Lana del Rey” comenzó a escucharse y las personas en el lugar comenzaron a bailar. Sonreí y sin querer no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas, todo parecía algo sacado de un libro. Elevé mi mirada hacia Ovidio y él solo sonreía. Me dio un beso en la frente, me ofreció su mano y caminamos hasta el centro del salón, donde todos bailaban al ritmo de la música. Ovidio sujetó mi cintura y comenzamos a movernos con esa delicadez, pero con esa seducción que tiene la canción. Me hizo girar varias veces y mi piel se erizo cuando dijo en español… —Por que tú y yo, nacimos para morir. —esa frase me erizó la piel y sin poder resistir; me puse de puntillas, tomé su nuca y lo besé. Correspondió a mi beso, el cual sin poder evitarlo supo salado. Las lágrimas salían sin poder ser controladas de mis ojos y en la boca de Ovidio ahogaba mis sollozos—. ¿Qué sucede cariño? —preguntó cuando dejó sus labios. —Esto es tan hermoso, que no lo pudo creer. Ya lo he dicho antes, pero tú has sido la única persona que ha hecho toda clase de cosas bonitas por mí; hasta la más cursi. —Tomo mi rostro entre sus manos y con sus pulgares limpio mis lágrimas. —Eres la princesa de tu cuento mi sirena. Como amante de los libros, mereces tu momento de fantasía en esta realidad. Hagamos que esta noche de tu cumpleaños número 31 sea especial, disfrutémosla juntos. —Asentí derritiéndome ante esa mirada. Irónico era que un hombre tan imponente y temido como Ovidio en el bajo mundo, era un hombre sensible, que ponía el mundo entero a mi disposición. Los últimos meses pensé que solo sería una más y que eventualmente se aburriría de mí. Al menos con esa realidad engañaba a mi mente y corazón. Sin embargo, son estos detalles los que hacen que una persona se meta en tu alma. Disfrutamos de nuestro baile, de una cena muy elegante, una tarta de vainilla, rellena de fresa con crema y mucho alc0h0l. Hasta que todo terminó cuando nosotros nos fuimos del salón en búsqueda de nuestra habitación. Entramos y todo el lugar era como sacado de una revista. Las casas de mi familia son elegantes, pero siempre llevan ese toque acogedor de fotografías familiares y modernismo. Esto era todo lo contrario, todo era vintage y se miraba elegante con unas enormes puertas que daban acceso a un balcón desde donde se podía ver el reflejo de la luna en el lago cerca del jardín. Cerré mis ojos respirando el aire puro. Hasta que sentí unas enormes y fuertes brazos arroparme por detrás. —Vamos adentro que está bajando la temperatura. —asentí y entramos juntos. Me ayudó a sentarme sobre la cama, se arrodilló enfrente de mí y me ayudó a deshacerme de mis zapatos. Sus ojos no dejaban de verme con deseo. Se puso de pie y me ofreció su mano. Me hizo dar unos pasos lejos de la cama y vino a mi espalda donde dando besos en mi hombro descubierto fue bajando el zipper a un costado el vestido. Dejándome en ropa interior color piel que se escondía bajo el vestido. El sin decir una palabra tomó mi mano y pensé que nos guiaría a el baño, pero fue a una pequeña habitación anexa donde había varias cuerdas colgando del techo, otra cama con cadenas en sus esquinas y una mesa con varios artefactos en ella, pero que no lograba distinguir desde donde está parada. Nuevamente di un paso hacia atrás, pero esta vez no de impresión solamente, si no de miedo. —No tengas miedo, piccola. No haremos nada que tu no quieras, pero hay muchas sensaciones que me gustaría enseñarte. —crucé mis brazos recordando lo del salón de belleza. —¿Cosas que has hecho con otras mujeres no es así? Como la del salón de belleza. —reproché y él sonrió. —Solo quiero enseñarte las muchas maneras de sentir placer. Es mi deber como tu profesor, pero si quieres castigarme por lo de hace rato puedes hacerlo. —nuevamente se arrodilló enfrente de mí y se quitó la camisa—. Hoy me someteré a lo que tu desees hacerme Sirena. Tienes 30 minutos para hacer lo que tu quieras conmigo, porque después de eso yo tomaré el control. —¿Mm…me vas a dejar someterte? —pregunté tartamudeando. —Es tu cumpleaños, Sirena. Puedes hacer lo que tú quieras conmigo y se te está acabando el tiempo. —Verlo arrodillado enfrente de mí, en su pantalón de tela n***o, con su torso complemente desnudo me tenía embelesada de tal manera de que mis manos temblaban. —¿Qu…que tengo que hacer? —pregunté sin poder comprender nada de lo que Ovidio deseaba. —Revisa los juguetes que puedes utilizar —dijo, pasando con dificultad un poco de saliva por mi garganta, me acerqué a la mesa y miré algunas de las cosas que miré en el maletín en la mañana. Tomé la polla de goma, dibujé una sonrisa insidiosa al verlo y moví de un lado para el otro el juguete en mi mano. Sus ojos se abrieron a más no poder. Tomé un juego de esposas, un tubo de lubricante y me acerqué a él —No me meterás eso por el… —me acerqué a él y puse mi dedo índice sobre sus labios. —Cállate y desnúdate —ordené, él con movimientos lentos lo hizo sin chistar—. Arrodíllate y pon tu manos atrás. —Deje todo sobre la cama y fui detrás de él a colocarle las esposas, para inmovilizarlo. Conocía la mejor manera de torturarlo y sabía que me castigaría por hacerlo, pero no me importó, me divertiría con la experiencia—. ¿Listo cariño? —pregunté. —Si, señora. —Ese sí señora me dominó por completo. Tomé la polla de goma en mis manos y el lubricante para luego caminar cerca de él, tocándolo con el artefacto en mi mano. Para ponerlo un poco nervioso, lo baje por su espalda. Sin embargo, caminé detrás de él y rápidamente me deshice de mi ropa interior. Caminé a la cama bajo su atenta mirada. Abrí las piernas tomando el lubricante… —No te atrevas —gruñó. Yo seguí en lo que deseaba hacer, tomé el bote de lubricante y dejé caer un poco sobre la polla en mi mano y un poco sobre mí coño—. Aitana. Volvió a rugir, pero lo ignoré, con la punta de la polla comencé a frotar mi centro, gimiendo descaradamente exagerado, solo para molestarlo. —¿Crees que entre todo? —pregunté y se puso de pie. —Lo haces y no tendré piedad de ti cuando sea mi turno. —¿Por qué te molesta? ¿No fue para esto que lo trajiste? —dije introduciendo la puntita en mí. —¿Quién dijo que es para tu coñito? —abrí mis ojos ante su comentario. Saqué lo poquito que entro y seguí frotándome entre mi clítoris y mis pliegues bajo la atenta mirada de Ovidio. —¿Te gusta lo que ves esclavo? —dije viendo entre sus piernas como el placer que sentía lo estaba excitando a él también. —Muchísimo… —dijo y una nueva idea vino a mí. —Puedes venir a ayudarme si lo deseas. —Oh, sirena deseo hacerte muchas cosas. —sin más se subió a la cama y se colocó entre mis piernas a un con sus manos esposadas—. Ese plástico no te hará sentir el mismo placer que te provocaría esto. —Su rostro se perdió en medio de mis piernas. Su húmeda y tibia lengua fue directo hasta el punto de estímulo correcto. Cada lamida y succión de su parte me elevaban en un sin número de emociones. Estaba por explotar en sus labios cuando se levantó y me miró con una sonrisa, soltándose de las esposas. Nuevamente estaba por reclamarle, pero él siguió sus movimientos con sus dedos también, haciendo que mi orgasmo fuese prolongado. Ahora sí Sirena, a lo que venimos. —dijo poniéndose de pie, dejando ver su cuerpo en su máximo esplendor. Caminó hasta la mesa, lo vi tomar unas cosas y las trajo a la cama—. Un juguete a la vez. Creo que comenzaremos con este —Era algo pequeño de metal como un pequeño dildo y sin ningún reparo lo llevó a humedecer entre mis piernas. —Colócate sobre tus rodillas, piccola. —Eso dolerá. —dije viéndolo a los ojos. —Lo hará, pero prometo ayudarte a que pronto solo sientas placer —hice lo que me pidió. Pude sentir como vaciaba lubricante en mi trasero, especialmente en todo mi centro. Poco a poco el artefacto comenzó a entrar y no sentía dolor, era más una incomodidad y presión en el área. —No, no puedo —dije con temor al sentir la punta de su polla entrando por mi coño. El entró lenta y dolorosamente, haciéndome sentir completamente llena. —Claro que puedes, relaja tu cuerpo y disfruta de lo que estás sintiendo —me tomó un par de segundos adaptarme a sentir placer después de ese dolor inicial. Minutos después me encontraba siendo llevada en un vuelo por el universo tal como Ovidio lo había prometido. Este hombre me llevaba al límite y me encantaba, él era mi complemento perfecto. Sin olvidarme de que ahora tenía un solo temor y ese era perderle. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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