AUTOCASTIGO

2175 Words
OVIDIO —Está jugando con fuego, señor —le comenté al idiota este que tengo de jefe. Habíamos venido a Portugal solo para poder encontrarnos “de casualidad” con la mujer que lo tiene loco y confundido. Lo único que si me daba temor era que Alexandra se enterara de las andanzas de su marido. —¿Desde hace cuánto tiempo eres tú quien me dice que hacer? —rodee mis ojos, pues mantener a este hombre con vida ha sido un verdadero sacrificio. Desde evitar que se intoxique en alcohol, hasta tratar de no soltar ciertas verdades en su cara. Máximo no era una mala persona, pero la vida le tiró una bola de béisbol, sin estar preparado y mató muchas cosas en él. Mi trabajo dejó de ser tranquilo, pues pasé de ser un espía y chofer, a ser el asistente del líder de la mafia italiana. Un mundo al que no quise pertenecer, pero muchas veces tienes que hacer cosas que no quieres, solo para proteger a la familia. —Desde que el jefe está pensando con la cabeza equivocada —había estado saliendo de viaje según él para mantener “segura” a Esmeralda hasta consumir su venganza. Él decía que no había sentimientos involucrados, pero bastaba con ver la cara de estúpido que ponía cada vez que ella le llamaba. —No te metas en mis asuntos. Que no me meto en los tuyos, definitivamente debes de tomarte unos días. Tienes unos días con un humor que ni tú mismo te aguantas. No creo que te necesite, ni hoy, ni mañana. Tomate estos días y busca desestresarte. Porque pasas esa mala energía con tu negatividad —concluyó con una sonrisita, dándose la vuelta y seguir su camino dentro de la habitación. Máximo tenía razón, había andado con un humor del diablo ante la negativa que he recibido de parte de Aitana. Esa pequeña chica que se robó mi sanidad y mi paz mental. No dejo de pensar y de soñar con esa mujer, al punto que me bastaba solo recordar su cuerpo desnudo para activar cada fibra de mi cuerpo. No iba a desaprovechar el tiempo, debía hacerle una visita a mi sirena. Giré mi camino, de inmediato saqué mi teléfono y comencé a marcar su número. Ya me lo sabía de memoria después de marcarlo cientos de veces sin recibir respuesta. La llamé en dos ocasiones y ninguna de las dos veces conectó. Intenté una tercera vez y para mi sorpresa esta vez sí conectó, pero no era ella al teléfono. —Te agradecería que dejes de molestar a mi mujer. Ella ya te dio a entender que no quiere nada contigo. Así que, no vuelvas a molestarla —la llamada se desconectó y por un momento creí que rompería el teléfono por la frustración que sentí ante esas palabras. —Creo que no te quedó claro que me perteneces, piccola sirena —saqué mi teléfono y llamé a que me ayudaran a rastrear su teléfono. Le dejé un mensaje para que supiera que pronto iría a visitarla y a ponerle un par de balas al idiota que se atrevió a contestarme. Una vez que obtuve toda la información sobre su localización, fui a buscar mis cosas. No estaba dispuesto a perder a mi mujer, solo por el miedo que siente por el mundo que me rodea. —¿A dónde vas? —cuestionó Luigi. —Iré a hacerle una visita a mi mujer. Te quedarás tú al pendiente de todo aquí, principalmente de la seguridad de Máximo. No quiero sorpresas, Luigi. —A veces no entiendo porque le eres tan leal, cuando puedes ser tu… —me quité mis gafas de sol, lo miré con la ceja alzada y me acerqué a él lentamente, haciendo que él diera un paso hacia atrás. —Porque el respeto y la lealtad es lo único que te mantiene vivo en este negocio. La traición se paga con sangre y muerte, no me hagas desconfiar de tu lealtad por un comentario. Máximo es el líder y nosotros sus hombres de confianza. Olvida lo que sabes, no quiero esa responsabilidad sobre mis hombros. Así que no vuelvas a hacer mención sobre el tema —el asintió y no dijo nada más. Luigi era el único que sabía el mayor secreto que guardaba y era difícil tenerlo cerca. Sabía que era una bomba de tiempo que en cualquier momento explotaría o que podría abrir la boca a cambio de poder o de dinero. Podrá ser el único hombre de confianza de mi madre, pero ya se sentía algo incomodo tenerlo cerca. Sus insinuaciones sobre mi linaje eran cada vez más frecuentes y no me gustaba para nada. Sin embargo, en ese momento no podía pensar en otra cosa que no fuera ir y hacerle una visita a la mujer que me ha quitado el sueño los últimos días y a la dueña de mis erecciones. Después de la primera semana de insistencia quise ir a sacarla de mi mente, pero por más mujeres que vi, ninguna era ella. Esa mujer me había arruinado al punto de sentir repulsión por recibir el toque de otra mujer. Así que me tocó regresar a casa con mucha más frustración de la que llegaba y con un humor de perros. Me sentía un adolescente, podría hasta cierto punto entender a Máximo y su entusiasmo con Esmeralda. La diferencia es que Máximo era un hombre casado con una loca, dispuesta a hacer de todo para que él la mire una sola vez. No sabía por qué, pero le encontraba un ligero parecido con Aitana. Definitivamente podría ser mi mente jugando una mala pasada, pero era la verdad. —Llévame al aeropuerto —dije al entrar al auto y Luigi no replicó, sólo guardó silencio y acató mi orden. Me despedí de Luigi después de darle un par de instrucciones. Sali rumbo a Bella Vista, donde primero debía saber quién era el idiota al que tenía que matar, por fijar sus ojos en una mujer prohibida. No me importaba de quién se tratará, su muerte será lenta y dolorosa. —Señor, ya llegamos a la dirección —dijo el chofer que contraté para que me trajera hasta una tienda de ropa. Era su tienda y de inmediato apreté mis puños. Desde afuera del lugar se podían apreciar dos enormes afiches de publicidad con su cuerpo y rostro. No cabe duda de que sus ojos azules, su piel tan delicada y suave, su cabello, su sonrisa la hacían ver como una criatura sacada de un sueño. —De acuerdo, llévame a un buen hotel y luego volveremos a este lugar —el hombre asintió y me llevó a que instalará en uno de los mejores hoteles de la zona. Después de refrescarme y cambiar mi ropa. Entré al elevador para ir a la cacería de mi sirena. Definitivamente mi estómago apretado decía lo ansioso que me sentía ante la idea de volver a estar con ella. Tenía muchos planes para esta noche, el primero era deshacerme del tipo que anda detrás de ella. Segundo será volver a hacerla mía como aquella noche que no puedo sacarme de la cabeza. La noche ya había caído sobre la ciudad y no esperamos mucho tiempo para verla salir del lugar seguida de un hombre que, cerrada las cortinas y puertas del lugar, mientras ella caminaba al auto. La única persona que miré en ese lugar fue Lució su guardaespaldas. No lo dudé dos veces y bajé del auto. Caminé hasta ella evitando que cerrara la puerta del auto. Me bajé un poco para quedar a su altura. —Tal parece que no te quedó claro que eres solo mía —ella se sorprende al verme y luego entré en su auto sin pedirle permiso y haciendo que ella se corriera hasta la otra ventana. —Vaya eso fue rápido —comento su guardaespaldas cuando entró al auto. —Te presento a quien contestó mi teléfono esta mañana —dijo ella y el hombre solo movió sus dedos saludándome a través del retrovisor. —¿No has salido con nadie más desde que estuvimos juntos? —pregunté viéndolos a ambos, el hombre solo viró sus ojos y negó con una sonrisa de burla hacia mí. Idiota, me la cobraré, pero le agradezco, por ese arrebato de celos, me encontraba en ese momento con ella. —Si así fuera, es muy mi problema. Cuando una mujer no contesta las llamadas, es porque no está interesada en la otra persona —ese sí que fue un golpe directo, más a mi corazón que a mi ego. No pude evitar tomar esa cara molesta entre mis manos, acercarla a la mía para luego poder juntar nuestros labios. Si ella verdaderamente no estaba interesada en mí, no aceptaría el beso, de lo contrario significa que sí lo estaba. Como lo deseaba así fue, ella también correspondió el beso que poco a poco fue convirtiéndose en fuego. Mis manos la atrajeron encima de mi cuerpo y sus manos fueron a mi cabeza, donde jaló un poco mi cabello. Podía sentir que mis pantalones estorbaban, pero debía de guardar la calma. —¿Tu departamento o su habitación de hotel? —Preguntó el tipo frente a nosotros —Su departamento, su hotel —hablamos los dos al mismo tiempo. —Al menos que quieras encontrarte con mi madre y mi abuela —dijo con la respiración agitada ante lo que mis manos estaban haciendo en su cuerpo. —Mi hotel —dije le di el nombre y en ningún momento ella se alejó de mí o dejó de corresponderme las caricias. Tropezando entre todo y ganando varias miradas de curiosos entramos a la habitación donde comencé a despojar nuestros cuerpos de la ropa que los cubría. —Eres tan perfecta, tan delicada, tan mía —dije llevando uno de sus rosados pezones a mi boca. Mi mano se coló entre sus piernas y acaricié sus pliegues exteriores, haciéndola gemir y estremecerse en mis brazos. La lancé sobre la cama. —¿Me pregunto si en algún momento los leones cavernícolas evolucionaron? —dice ella y yo negué. —No, nunca evolucionan —tomé su cuello y besé sus labios con necesidad. Me separé para quitarme de encima la única prenda que tenía puesta. Sin darle oportunidad de nada la giré en la cama y le di una palmada en su nalga, dejando una marca roja sobre esta. Tenerla de esta manera me estaba haciendo perder el control, al punto que estaba por correrme. Con mi otra mano busqué un preservativo en el bolsillo de mi pantalón. No soportaba más las ganas de sentir su apretado y cálido interior, entré de golpe en su cuerpo haciéndola gritar. —¡Ahh! Eres un bruto —dijo mordiendo su labio inferior cuando volteo a verme, sus ojos reflejaban todo el fuego que recorre todo su cuerpo ante mi embestida. Me moví en su interior con embestidas profundas, lentas pero que le sacaban gemidos, gritos y hasta un par de maldiciones. Mientras sus gemidos se volvían más altos sabía que estaba por llegar, pero recordé las tres dolorosas semanas que me dejó en el limbo, sin saber nada de ella y ese era el momento perfecto para cobrarme su rechazo, aunque yo también sufriera en el proceso. —Esto es lo que ganas por haberme ignorado estas tres semanas, mi piccola sirena —le dije saliendo de su cuerpo y alejándome de ella. La miré y su cara reflejaba la frustración a la que estaba siendo sometida. Me di la vuelta, para terminar mi autocastigo en el baño, pero mi sorpresa ella tomó mi brazo con fuerza y rodó sus brazos por mi nuca. Por instinto la sostuve de su suave y maleable trasero, mientras ella enredaba sus bellas piernas alrededor de mi cintura. Me dejé caer con ella sobre la cama. Sin embargo, no me dio tiempo de nada cuando ella ya estaba bajando sobre mi dura y firme polla. Ella metió su mano entre nosotros para darse placer y comenzó a montarme como una experta. Sus ojos me habían hechizado por completo. La manera tan certera en cómo se movía sobre mí solo me hizo sentir y pensar varias cosas nada agradables. Sus pliegues apretaban mi polla con fuerza en señal que estaba próxima a conseguir su clímax. Segundos después sus espasmos y gemidos lo confirmaron. Intenté seguir moviéndome, pero ella se bajó rápidamente y corrió a la puerta del baño. —Y ese es tu castigo por querer negarle a una mujer su orgasmo. Si lo has utilizado anteriormente y te ha funcionado, que bien por ti, pero lamento decirte que conmigo..., topaste en muro. Pues, yo siempre obtengo lo que quiero, mi querido Ovi. - - - - - - - - - - - - - - - Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827
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