¡DESPERTÓ!

2559 Words
AITANA —Este tipo de cosas no se guardan de la familia, Aitana. Es en estos momentos donde debemos estar para ti. Lamento mucho que todo esto te esté pasando —dijo mi abuela con nostalgia, mientras me abrazaba. —Mi relación con él no me hacía sentir tan orgullosa. ¡Soy una estúpida! Mis dudas, temores e inseguridades son lo que me tienen así. Ahora él está en peligro de morir y yo me voy a morir de culpa por este dolor que me está carcomiendo por dentro. —El informe de las águilas ya llegó. Han logrado estabilizar a Ovidio en Rusia, estamos esperando que nos confirmen en qué momento lo llevaran de regreso a Italia. Máximo y su familia exigen que sea lo más pronto posible. —Quiero ir, yo quiero estar con él, necesito estar a su lado. Por favor, abuela, ayúdame. —dije yo quejándome un poco de un dolor en mi vientre. —Tu todavía no estás en condiciones de ir hasta donde él se encuentre. —No me interesa, abuela. Solo quiero estar con él. —ella miró a mi madre y luego a mi padre. Este último asintió y mi abuela suspiró. —De acuerdo, pero no te dejaré que vayas sola. —No irá sola, yo iré con ella, suegra. —dijo mi padre tomándome la mano—. Necesito conocer con qué tipo de personas tratará mi hija. —No hay necesidad de eso, papá. Puedo ir sola, estoy segura de que nada malo me pasará. —No aceptaré un no como respuesta. —Tal como lo había dicho, no puede opinar y mucho menos decir algo. Llegamos a donde esperaríamos noticias sobre su traslado y yo la verdad que no deseaba nada más que verlo, estar con él, sostener su mano y que me dijeran que todo iba a estar bien. —Aitana debes comer algo —sugirió mi padre. —No tengo hambre, papá. Mi estómago está completamente cerrado, esta ansiedad me tiene muy mal. —Si tanto lo amas, ¿Por qué dudas de estar con él? —preguntó aumentando la ansiedad en mi interior. —No quiero hablar sobre eso. —colocó un vaso de limonada a mi lado. —Pues tenemos que hablarlo, porque no me quedaré toda la vida aquí y necesito saber qué es lo que atormenta esa cabeza tuya. ¿Por qué cuando él está a tu lado estás feliz, pero cuando estás lejos de él tienes dudas? —Se sentó en la cama y tomó mi mano—. Lo que ha pasado es algo serio Aitana, lo que menos deseo es que salgas más lastimada de todo esto. —dice, su mirada y gestos me rompen de nuevo. —Lo amo, papá, de eso si estoy segura, es todo esto que en lo particular me tiene muy mal. Siempre todos ustedes esperan lo mejor de mí y mis abuelos solo se dedican a él bien. —Aitana, no elegimos a quién amar. Eso lo sabes muy bien, me sorprende muchísimo que de tantos libros que has hecho leer a tu madre con este tipo de situaciones, no hayas estado preparada para enfrentar la situación. —levanté una ceja—. Si, he leído algunos libros que han dejado a tu madre muy… Emocionada. Es mi obligación saber qué es lo que se lee en esos libros con portadas muy adorables, pero que por dentro solo tienen perversión. No voy a cambiar el tema, esto es serio, Aitana. Mi padre tiene razón, he leído desde el romance más cruel y despiadado, hasta el más adorable, pero ninguno te prepara para vivirlo en la realidad. —Jamás pensé enamorarme de alguien como Ovidio. Siempre me incliné más por enamorarme de alguien trabajador, honrado, que me amara por sobre todas las cosas. Que siempre me pusieran a mí por encima de todo. —nuevamente el dique en mi se rompió. —Aitana, acabas de perder un bebé, su hijo. Eso vuelve tu relación mucho más seria de lo que parecía. Que lo que pensemos nosotros no te impida ser feliz y mucho menos que sea un obstáculo para amar libremente a quien tú quieras. Escuchaste a tu abuela, has escuchado lo que pensamos nosotros. Si verdaderamente lo amas es porque estás dispuesta a todo por él. Si lo dudas o no estás segura de lo que sientes, es mejor que volvamos a casa, ya que es injusto para él y para ti vivir así. —Ya no tengo dudas de lo que siento papá. Quiero quedarme aquí con él, sin importar el tiempo que tengamos juntos. Me siento mal por dudar, por alejarme de él, por no decirle de… —no logré concluir las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Llevé mi mano hasta mi vientre. Cerré los ojos recordando ese día. —¿Quieres contarme que paso? Tu madre no me dijo nada. —Era un embarazo ectópico, papá. Mi cuerpo estaba peleando contra el crecimiento del bebé en mi cuerpo, por estar formándose en el lugar incorrecto. Tuve que aceptar hacerme un legrado, de lo contrario yo también podía morir. Me dolió en mi corazón tener que aceptar y firmar los documentos del hospital. Por eso me alejé de él, me sentía la peor mujer del mundo por tener que hacerlo, ahora siento que esto es como un castigo, por no hacerlo partícipe de lo sucedido con nuestro bebé. Estoy segura de que él no hubiera ido, y nada de esto estuviera pasando. ¿Por qué me pasan todas estas cosas, papá? —logré concluir entre sollozos. Él se acercó más y me abrazó. —No debes culparte por lo que no podemos controlar, todos tenemos nuestra vida escrita desde antes de nacer, hija. Soy fiel creyente de eso, tú me hiciste cambiar mi manera de pensar. Tu fuiste una guerrera desde que estabas en el vientre de tu madre. Te he sobreprotegido, no porque no crea que eres capaz de salir al mundo por tu cuenta, sino porque tú, tu hermano y tu madre son lo más preciado que tengo y no quiero perderlos. Sin embargo, me doy cuenta de que no te he dejado en claro que está bien seguir a tu corazón, que está bien equivocarse, que está bien ir en contra de todos por defender tu felicidad. —tomó mi rostro entre sus manos y me miró a los ojos con una leve sonrisa en el rostro—. Eso no quita que siempre seremos tu familia, y que, aunque te equivoques mil veces, tu familia nunca se irá de tu lado. Estaba por responder cuando alguien tocó la puerta. Mi padre se puso de pie y fue hasta la puerta. —Ya están viajando hacia acá. Estamos esperando confirmación sobre a qué hospital lo llevaran o a donde será atendido. —dijo Lucio. —Gracias, Lucio. Mantennos informados, por favor —dije yo desde la cama. El asintió y se retiró. —Sera mejor que descanses un poco, tomate un poco de jugo. Te ayudará a recuperar un poco de energía. —asentí antes de que él saliera de la habitación del todo. Me tomé el jugo y me recosté sobre la cama, sin saber lo cansada que estaba me quedé dormida. No fue hasta que el resplandor de un nuevo me hizo despertar de un sueño tan hermoso. Ovidio y yo caminábamos por la playa viendo jugar con la arena a una pequeña de ojos azules, tan brillantes como zafiros. Espero que ese sea un deja vu y que pueda lograr tener esa oportunidad de ser madre con el hombre que amo. Me puse de pie para ir al baño a darme una ducha, no quería ver mi rostro en el espejo, sabía que mi rostro estaría rojo y mis ojos inflamados de tanto llorar. Al terminar busqué algo rápidamente en mi maleta. Deseaba ir en búsqueda de Lucio o mi padre. Necesitaba saber cómo y dónde estaba Ovidio. Al abrir la puerta me encontré con mi padre quien estaba por tocar. —Buenos días, hija, Ovidio ya está en Sicilia, se encuentra en el hospital. —Llévame con él. —pedí y él asintió. No sin antes obligarme a comer un poco de fruta. Solo así me dejó salir hasta el auto. Llegamos al hospital y ahí se encontraban Máximo y la madre de Ovidio. Ella me miró y me abrazó. Ese abrazo me tomó por sorpresa, pero a la misma vez me dolió, al pensar en que si ella me aceptaba era una de mis dudas y esto respondía esa. —Lo siento, si mi abrazo te abrumó. No sé porque tuve la necesidad de hacerlo. —dijo ella limpiándose una lágrima. —No se preocupe, mucho gusto, ¿Cómo está Ovidio? —pregunté con rapidez. Ella suspiró. —Su herida es muy seria, pero estoy segura de que, mi león, se recuperará muy pronto. —dijo ella sujetando mi mano. —¿Puedo verlo? —Todavía no le han autorizado las visitas, tal vez más tarde. —respondió caminando hasta una silla detrás de nosotras. —Te agradezco el estar aquí, tu apoyo será incondicional para la recuperación de mi hijo. —asentí. —Amo mucho a su hijo, señora. —Dime, Tatiana. Lo sé, puedo verlo en tus ojos. —Una enfermera vino hasta nosotras y nos dijo que podíamos verlo. —Pasa tú, yo ya estuve con él. —asentí, vi a mi padre que estaba en una silla algo retirada y asintió. Seguí a la enfermera y me dio un traje desechable para poder entrar, también un cubrebocas. Antes de entrar hasta la habitación donde se encontraba me sentí mal. Mis piernas temblaban, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. —Calmase, señorita, él estará bien. Que siga con vida después de algo como eso ya es un milagro. ¿Es su esposa? —preguntó y asentí. Estaba robando un título que todavía no tenía, pero no me importaba. Ella abrió la puerta y de inmediato él fue lo primero en mi campo de visión. Caminé dentro de la habitación y fui a su lado. Mis ojos picaban al verlo en este estado. Su cabeza estaba cubierta y estaba hacia un lado donde pude ver sangre mojar la venda por detrás de la oreja. —La dejaré sola, si necesitan algo puede apretar este botón y una de nosotras vendrá. —asentí y ella se fue dejándome sola con él. —Mi león cavernícola, despierta. —mi voz se quebró ligeramente—. Despierta, mi amor, necesito hablar de muchas cosas contigo. —me quedé a su lado, cual no me iba a ir nunca más. Así fueron pasando los días, las semanas, los meses. Mi padre había regresado a casa y como si para mí no fuera suficiente. Mi familia nuevamente fue golpeada por una serie de tragedias. La peor de todas, el secuestro de Esmeralda y la pequeña Ivana. —¿Cuándo vas a despertar? No te imaginas el caos que hay aquí afuera, y tu sigues sin despertar. Estaba tan acostumbrada a que tú siempre eras el que platicaba de todo —dije derramando unas lágrimas, mientras estaba acostada a su lado, en la cama que compartía con él. La puerta se abrió dejando ver a la señora Tatiana. —Aitana, ven tienes que comer algo. —asentí, le di un beso sobre la mejilla a Ovidio, me levanté de la cama y antes de salir lo miré una última vez y suspiré. —Ya no llores, Aitana. —dijo ella limpiando mis lágrimas. Tatiana era muy maternal, entendía porque Ovidio era atento, preocupado y amoroso. —No puedo evitarlo, ya es mucho tiempo viéndolo así. Quiero que abra sus ojos y me sonría como lo hacía antes. —dije abrazándola. —Lo hará, ya lo veras. No decaigas, no pierdas la fe. Mi hermana estuvo en coma muchísimos años y mírala, está viviendo su vida con normalidad. —asentí. —Como dice mi abuela, la fe es lo último que debemos perder. —dije y ella asintió. Caminamos hasta el comedor, donde cenamos en silencio y después de un té para calmar los nervios me disculpé para ir de regreso con Ovidio. Yo me encargaba de cuidarlo, hasta de lavar su cuerpo. La última enfermera era una joven y no toleré que tocara a mi león. Por lo que el trabajo lo adopte yo, leía libros para él, lo llenaba de besos y sin éxito. Una nueva enfermera se había instalado en la casa, una señora de edad mayor, que vigilaba su medicación e informe médico. No me molestaba, sonreía cada vez que miraba el tatuaje en su costado y mi inicial en su pulgar. Él se había encargado de plasmar mi recuerdo para siempre en su piel. Me recosté de nuevo a su lado, pues quería estar en el momento en que despertará y justo cuando me estaba quedando dormida, sentí como algo se movía a mi lado. Me desperté de golpe y lo vi con sus ojos abiertos. Salí rápidamente de la habitación. —¡Despertó!, ¡despertó! —grité por el pasillo. La enfermera y Tatiana corrieron hasta la habitación. La enfermera lo ayudó a quitarle el tubo endotraqueal de su garganta. Él identificó a su madre, pero cuando tomé su mano mi corazón se partió en miles de pedazos al ver cierto desagrado en su rostro y quitar su mano de la mía. —¿Quién eres tú? —esa pequeña frase se repitió por varios minutos en mi cabeza. No fue hasta que sentí la mano de Tatiana sobre mi hombro. —Ven, Aitana, esperemos a que venga el doctor y lo revise. —no dije nada solo me dejé llevar hasta afuera de la habitación. —Este era uno de los mayores temores que tenía. —dije yo caminando de un lado para otro. Semanas atrás había tenido una pesadilla y esa era que Ovidio ya no me miraba con los mismos ojos llenos de amor que me miraba antes y yo no entendía la razón. —Esperemos a saber que dice el médico, tranquila. —dijo Tatiana tomando mi mano. El doctor llegó y esperamos afuera con Tatiana. Minutos después de que saliera de revisarlo, el doctor nos explicó que se podía tratar de una amnesia temporal o permanente. Nos explicó detalles sobre el daño real que había causado la bala en su cerebro y no podía creer que esto estuviera pasando. —¿Quiere decir que solo no me recuerda a mí? —pregunté al médico con un inmenso dolor en mi pecho. —Y todo lo que ha sido de su vida en los últimos años. —asentí y Tatiana me sonrió ligeramente. —Estoy segura de que es algo temporal, no te preocupes. —¿Qué tal si nunca me recuerda? —pregunté dejándome caer en el mueble. —Pues su amor deberá ser suficiente para sobrepasar esta prueba. Él pueda no recordarte, pero tu si y podrás contarle cómo, cuándo y dónde se conocieron. Enamora a mi hijo de nuevo. Es un buen momento para comenzar su relación desde cero. ------------ Copyright © 2023 Valery Archaga / Valarch Publishing Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2312176410827

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