Capítulo 25. El comienzo del infierno.

2541 Words
Desde el momento en que Nicoletta le dio ese intenso manotazo, Mia comprendió al instante que no la tendría nada fácil. Israel que se encontraba hambriento, pero más agotado por el viaje, le ordenó a su mujer que se acostaran juntos para dormir un rato, ya después de una pequeña siesta comerían algo, por ahora solo quería descansar el cuerpo un par de horas. Sin nada que decir como una silenciosa esclava, Mia lo siguió al cuarto que de ahora en adelante sería también el suyo. La oscura, pero amplia recámara, era una habitación fría, sin focos y con lo básico: una cama desnuda sin sábanas, una cajonera blanca y bonita, y un viejo espejo usado que colgaba torcidamente de una de las cuatro paredes. Observando todo con desagrado, decidió Israel que con calma y tiempo compraría lo necesario para darle un mejor aspecto al cuarto; concluyó en un segundo justo en el momento en que se tumbaba sobre el viejo colchón sin cambiarse de ropa, y en cuestión de minutos quedó completamente dormido y comenzó a roncar como un desgastado motor de autobús. Mia que no había alcanzado siquiera a sentarse sobre la cama, observó a su marido con rabia. Sabía que sería muy difícil acostumbrarse a esta nueva realidad, con solo ver ese horrible cuarto podía intuir como sería de ahora en adelante su vida. No le molestaba la humildad del lugar, pues ella había crecido en la pobreza; le desagradaba la tristeza y soledad que se percibía en el ambiente. Había como una atmósfera de malas vibras en cada una de las habitaciones de esa casa. En cada rincón, en cada ladrillo, en todo el lugar emanaba mucho odio, y eso la acobardaba. Intentando mantenerse cuerda y fuerte, colocó a Aimi sobre el colchón para que descansara también. Como ella no tenía sueño decidió salir del cuarto que no le agradaba. Quería terminar de conocer a los demás miembros de la familia, además de inspeccionar a más detalle el lugar para ver si había alguna forma de huir en la primera oportunidad que tuviera, pues ahí de pie mirando a su captor, había tomado la decisión de que se largaría de allí cuanto antes. En cuanto salió de la habitación se encontró con una agradable niña que la saludó con un hola. La adolescente habló con un volumen de voz tan bajo, que Mia no escuchó lo que dijo, pero comprendió lo que había dicho por el movimiento de sus labios. - ¿Hola, me llamó Mia y tú? -Victoria, pero todos me dicen Vicky. - susurró la joven temerosa. - ¿Por qué susurras? - quiso saber Mia sin entender lo que ocurría, y antes de que pudiera responderle, Nicoletta como una sombra silenciosa apareció aún lado de ellas. - ¿Vi-cky, que haces aquí en vez de estar en la cocina, y con quien hablas?, deberías de estar terminando de prepararle la comida al señor, ¿o es que no te diste cuenta de que llegó Israel?, lo más seguro es de que en cualquier momento pida que le sirvan de comer. -Sí señorita discúlpeme por favor, - suplicó la joven con voz temblorosa. - solo me detuve un instante para hablar con Mia, la esposa de su hermano. - al escuchar la palabra esposa, Mia pudo percibir como el rostro de la mujer se transformaba y arrugaba en uno repleto de aversión. -Lárgate de una buena vez y déjame hablar con esta. - rugió la mujer ocasionando que Vicky como un ratón asustadizo saliera corriendo lejos de ellas. Mia que lo último que quería era tener más problemas con las personas con las que viviría, al menos en lo que se escapaba, sabiendo que no era para nada del agrado de esa mujer, decidió ser amable para hacerle saber que venía en el mejor de los términos. - ¿Hola, Nicoletta verdad?, Israel ya me había contado un poco de ti y de tu papá. ¿Sabes? la verdad estoy un poco asustada porque todo esto es nuevo para mí, nunca había salido de mi pueblo antes y llegar a una ciudad tan enorme como esta es toda una nueva experiencia. Por eso, si tú estás de acuerdo claro, me gustaría mucho que nos conociéramos y que llegáramos a ser buenas amigas, así no nos sentiremos tan solas en un lugar como este, pues supongo que tú también extrañas tu pueblo. – sugirió Mia ingenuamente y entonces Nicoletta le sonrió con malicia. - ¿Cómo es que te llamas? - preguntó la ciega aun con la sonrisa maligna dibujada en su rostro. -Mia Flores, para servirte. -Ya, qué linda, ¿podrías acercarte a mí para poder tocarte?, como te abrás dado cuenta yo estoy ciega, y la única manera que tengo para conocer a las personas es tocándolas, así puedo darme una idea de cómo son físicamente-. Mia feliz de pensar que las cosas se podrían arreglar, inocentemente se acercó a la mujer. Nicolleta sin dejar de sonreír, en cuanto la sintió cerca de ella, primero con su mano izquierda la sujetó del brazo con delicadeza, después con su otra mano comenzó a recorrer su hombro lentamente, así prosiguió con el cuello hasta llegar a la nuca. Allí tras acariciar su negra cabellera, que percibió estaba peinada con una larga y gruesa trenza; hábilmente y sin dejar de sonreír enrolló la trenza de Mia en su mano, y una vez bien sujeta tiró de esta con furia violenta, haciendo que Mia llevara su cabeza hacia atrás. Mirando con horror el rostro de Nicoletta que reflejaba odio, La pobre chica lanzó un grito de dolor mientras intentaba liberarse inútilmente de las garras de su captora. Entre más luchaba por zafarse más la jaloneaba, pues Nicoletta sorprendentemente tenía mucha fuerza en ambas manos, por lo que era inútil pelear, y entre lágrimas y gimoteos le suplicó la liberara de ese tormento, pues la estaba lastimando muchísimo. -Y más daño te voy a hacer si vuelves a dirigirme la palabra. Escúchame muy bien ridícula, yo no voy a ser tu amiguita, ni sueñes con eso. Desde que decidiste casarte con Israel y poner un pie en mi casa, firmaste tu sentencia de muerte, así que prepárate para el infierno que te espera. Y soltándola la arrojó lejos de ella. Mia chocó con la pared, pero afortunadamente no se hizo daño. Amedrentada se quedó viendo aquella mujer perversa, no podía terminar de entender cómo era posible que alguien en su condición podía ser así de maligna. Candorosamente Mia daba por hecho que cualquier persona con alguna discapacidad era buena de corazón, pero con Nicoletta acababa de comprobar que no era así, y que la realidad de las cosas era más cruel de lo que ella suponía, pues la maldad no es exclusiva de las personas sanas, esta puede estar albergada en el alma de cualquier ser humano, sea como sea. -Y más te vale que te calles estúpida, porque si por tu culpa Israel se despierta, no solo él te dará una tunda por interrumpirle su sueño, sino que yo también me encargaré de que te castiguen. - ¡Yo no tengo por qué aguantar esto! - respondió desafiante Mia, cansada de tantas humillaciones. – Ni siquiera quiero estar aquí, así que por el bien de todos, mientras tu hermanito duerme, lo mejor será que me marche y los deje tranquilos, asunto arreglado. Ni tú vuelves a saber de mí ni yo de ti. -Pobre estúpida. - se mofó Nicoletta soltando una estruendosa carcajada. – Tú aquí no tienes derecho a opinar, si Israel te trajo, solo él decidirá cuando te largas. -Yo no soy propiedad de nadie, además es evidente que tú no me quieres aquí, así que lo mejor es que me vaya. -Pero por supuesto que no te quiero aquí, no sé en qué estaba pensando Israel cuando decidió casarse con una imbécil como tú, pero desde el momento en que firmaste el papelito y aceptaste ser su esposa, pasaste a ser de su propiedad, te guste o no ahora te friegas. -Todo fue un error y ahora lo sé. - respondió Mia con pesar derramando un par de lágrimas. - pero aún hay solución, es por eso que me voy, lo siento, ni tú ni él pueden retenerme a la fuerza. -Pero por supuesto que sí podemos obligarte a permanecer aquí. Si te equivocaste, peor para ti, ahora tendrás que asumir las consecuencias de tu error. Pero no te preocupes, pues él al igual que tú, también lamentará el haberse casado contigo. No tenía ningún derecho de ello, y eso te va a pesar muy caro a ti y a él. -No tengo porque perder mi tiempo hablando contigo, - le replicó Mia comprendiendo que era inútil intentar razonar con esa mujer. - Quédate con tu hermanito y hagan lo que quieran con sus vidas, yo me largo. – y diciendo esto, dio media vuelta y se dirigió rumbo a la salida. Sin imaginarlo, vio volar a unos escasos centímetros de su rostro el bastón de Nicoletta, que le lanzó con furia y que por poco le golpea en la cabeza. -Tú te vas cuando Israel lo quiera. - bramó esta colérica y comenzó a llamar a gritos a su hermano, mientras Mia corría desesperada a la salida. Emergió disparada, dejando la sala y el recibidor. En el patio, se aproximó al portón mientras suplicaba a todos los santos que no estuviera cerrado. Recordaba que al llegar Israel había abierto sin llave, por lo que eso le indicaba que podía estar abierto. No creía que nadie más hubiera cerrado. Para su suerte así fue, la puertecita del portón estaba sin cerrojo, así que Mia excitada por la adrenalina la abrió de golpe y salió disparada rumbo a la calle. En el preciso momento en que Israel se levantaba de la cama hecho una furia por haberle interrumpido el sueño, Mia corría ya por las calles de esa colonia de mala muerte. Fuera de la recámara se encontró a Nicoletta que con las manos extendidas caminaba rumbo al lugar donde había lanzado su bastón. - ¿Qué pasa? - preguntó este a gritos todo alterado. -La idiota de tú mujercita que se escapa. – le anunció despreocupada, inclinándose en el suelo para levantar su cayado. - Comprendiendo finalmente las cosas, Israel maldijo su suerte. Se había confiado mucho, el cansancio lo había dejado agotado por lo que se le había olvidado ordenarle a su hermana que cerraran toda la casa. Furioso, jurando que la haría arrepentirse por semejante desafío, salió disparado en búsqueda de su esposa. Mia recordando aquella gente que en apariencia le resultaron desagradables, se imaginó lo peor. Tal vez la interceptarían e intentarían robarle, o quizás le harían algo mucho peor. Pero para su sorpresa todo fue completamente diferente a lo que imagino. Ninguna de las personas que estaban fuera de sus casas le dedicó una sola mirada, continuaron en sus actividades como si nada. Por lo que más tranquila continúo corriendo varias calles abajo, intentando recordar por donde habían venido. Requería primero alejarse lo más que pudiera de esa casa infernal, ya después con más calma podría pedirle ayuda a algún oficial de policía para que la ayudara a llegar a una estación de autobuses, y así regresar a su hogar. Sin embargo, para su mala suerte mientras ya llevaba unas cuantas manzanas alejada de la casa de Israel, de repente se cruzó frente a ella un par de gatos que perseguían un ratón, entonces de golpe se detuvo y derrumbó cayendo en su enorme error. - ¡AIMI! - susurró en una exclamación de dolor, y llevándose las manos al rostro se soltó a llorar de rabia e impotencia. En su huida repentina se había olvidado de su perrita salchicha, y ni loca podía dejarla sola con aquellos dementes. Pese a que sabía que si regresaba ya no sería tan fácil el que escapara, se resignó a su destino, y comenzó a caminar lentamente de regreso. Sabía que no podía huir abandonando a Aimi, jamás se lo perdonaría. Por lo que resignada y decepcionada acepto volver de nueva cuenta a su prisión. Minutos después de caminar cabizbaja, se encontró con Israel quien corría desesperado buscándola como loco. En cuanto la vio, le dedicó una mirada asesina, y rápidamente tomándola del brazo, temeroso de que esta escapara al verlo, la sujetó con fuerza y la llevó de regreso a rastras. Ninguno dijo nada durante el trayecto, no había nada que decir, bastaba sentir la fuerza con la que apretaba su brazo para saber lo que le esperaba. Una vez cruzaron al interior de la casa, donde Nicoletta les esperaba tranquila y muy serena bebiendo una taza de té de menta, Israel lanzó con furia al suelo a Mia, y quitándose el cinturón comenzó a golpearla violentamente. - ¿Con qué te querías ir y dejarme aquí solo como a un perro no? Pues yo te voy a enseñar quien es el que manda aquí y que de ahora en adelante tú harás solo lo que yo te diga. - rugió el hombre azotando a Mia con el cinturón. La pobre chica se retorcía del dolor en el suelo, mientras Nicoletta escuchaba placentera los gritos de esta. -Música para mis oídos. - dijo feliz, dándole otro sorbo a su tasa de té. Vicky que también escuchaba los gritos hasta la cocina, se tapó sus oídos, no soportaba escuchar los desgarradores alaridos de Mia, por lo que con lágrimas en los ojos comenzó a rezar para que ese animal la dejara de golpear. No obstante, había una rabia contenida en Israel que con cada golpe que le daba a su mujer sentía que se liberaba. Por lo que cada vez la golpeaba con más fuerza, al grado que Mia terminó desmayándose del puro dolor. Aun así, continúo azotándola sin piedad y sin poder detenerse. Por su parte Simoneo que también había escuchado los horribles gritos de la chica, comenzó a beber de su botella. Habían pasado días y no había tomado una sola gota de alcohol, esta vez estaba decidido a dejar esa vida atrás y comenzar con una nueva. Hasta que la maldita ciega llegó con un par de botellas y una sonrisa perversa en su rostro. Era su hija, pero eso no quitaba que no reconociera que fuera un monstruo. Con las botellas en su cuarto que clamaban por ser consumidas, había logrado resistir un día más. Pero ahora que escuchaba como su otro hijo que también era un monstruo golpeaba a la que era su mujer, no aguantó un segundo más y se empinó la botella de un solo golpe, acabando con su intranquilidad y recobrando la paz y serenidad que solo el alcohol le daban. La bebida le proporcionaba una salida a su realidad que tanto odiaba. Finalmente había caído de nueva cuenta en las garras de esta, volviendo a ser un esclavo más de sus perversos hijos. -Pobre niña, lo mejor será que se muera. - dijo este prosiguiendo a destapar la otra botella mientras se seguían escuchando los golpes del cinto. -Ellos son unos monstruos, porque yo también soy un monstruo. - sentenció ebrio brindando a la nada.
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