Capítulo 18. Confesiones y recuerdos, Parte 2

2065 Words
Briella se sentía muy mal por no haberse mantenido callada, su hermana siempre la apoyaba en todo y estaba ahí para lo que necesitara y ella le pagaba traicionándola, contándole todo a Gisela. No obstante, era más grande el miedo que le tenía a su madre, pero también estaba llena de odio hacia ella. Despreciaba a esa mujer al límite en que había deseado su muerte en varias ocasiones. Cuando se enteraron de la enfermedad de Gisela la primera vez, era aún algo pequeña para entenderlo. Solo sabía que no estaba bien de salud, pero sin saber bien de que se trataba y con la corta edad que tenía siempre que podía le rogaba a Dios se la llevara. Ahora que el cáncer estaba de regreso, y eran conscientes de que era terminal, no podía esperar el momento del deceso. Ella estaba mas que segura que en cuanto Gisela muriera todos serían más felices. Su padre no tendría la presión de una arpía sobre sus hombros, presionándole a cada instante para que recuperara la fortuna. Incluso estando viudo podía llegar a casarse de nuevo. Había llegado a fantasear con la idea de una madrastra que con el tiempo se ganaría su cariño y la vería como la madre que nunca tuvo, una linda mujer que cuidaría a su papá y a todos ellos. Danielle ni ella tendrían ya que aguantar los malos tratos de ella, en cuanto Allen, estaba completamente segura que una vez muerta Gisela se marcharía lejos, y así vivirían en paz, ella, Esteban y Danielle. Sin duda para Briella era un sueño maravilloso que ansiaba llegara pronto, solo tenia que morirse Gisela y todos sus problemas se acabarían. - ¿Pero hasta cuando te vas a ir al infierno? - Preguntó en un susurro a la oscuridad. Tenia ya rato que había visto partir desde la ventana a Dany, sin que se lo dijera, estaba segura de que había ido a ver a Mia. En parte le daba tristeza ver que su hermana tuviera que salir a escondidas en la noche para ver a su amada, pero era consciente de que si lo hacía abiertamente solo podría traer problemas, pues Gisela estaba en perrada en arruinarle la vida. No entendía como podía existir tanta maldad en un ser humano. Y así de pie detrás de la celosía de su habitación, divisando el patio de la hacienda invadido por la oscuridad de la noche, lentamente comenzó a sumergirse en sus recuerdos, volviendo como solía hacer cada vez que se deprimía, nuevamente a aquella hermosa mansión que tenían en Ginebra. Era pleno invierno y acababa de caer una nevada, por lo que toda la hermosa ciudad estaba cubierta bajo un manto níveo, había quedado debajo de una precipitación de nieve promedio de 40 milímetros. Había sido una fuerte y larga nevada, lo que provocó que se paralizara la ciudad, con calles cortadas, autobuses bloqueados, atrasos generalizados en los transportes interurbanos y el cierre del aeropuerto. Por ello estaban atrapados en la mansión Gisela, Brie y Larry, un amigo de su madre el cual trabajó por muchos años como editor en una revista donde la ex modelo había posado. Con el tiempo fue despedido debido a su deterioro con la bebida, gusto que en aquel entonces compartía con su amiga. Su padre y sus hermanos que lo habían acompañado en unos de sus viajes llegarían cuando volvieran abrir el aeropuerto. Partieron dos días antes por la madrugada, razón por la que Briella no fue. Le costaba mucho levantarse tan temprano pues siempre había sido muy floja en eso. Acostumbrada a despertarse al medio día, le sería imposible el estar despierta a las 5 de la mañana para tomar un vuelo a los ángeles. Sin embargo, ahora se lamentaba el no haberse esforzado por madrugar, estaba pagando muy caro su holgazanería. Poco después de que su familia partió, su madre y Larry habían comenzado a beber, primero fueron una que otra copa, pero al pasar los días, cada vez bebían más. Se quedaban despiertos hasta el amanecer y dormían todo el día, ya por la tarde despiertos y tras comer algo comenzaban de nuevo con la bebida. Evangelina se encargaba de la pequeña y regordeta niña que a cada rato le pedía de comer. No podían salir a surtirse de suministros debido a que las calles seguían aun cubiertas de nieve, afortunadamente contaban con un generador, el cual los proveía de luz cuando esta era cortada por las inclemencias del tiempo, y también estaban muy bien suministrados, las despensas estaban a rebosar y las cavas de vino igual, por lo que había comida y alcohol para todo un arsenal. La ama de llaves veía con horror el comportamiento de la madre, sin embargo, jamás decía ni una sola palabra, pues era consciente que una sola queja o gesto en negativa hacia su comportamiento le costaría su puesto. Por ello se limitaba a servir sin opinar al respecto, cualquier desprecio y descontento se lo guardaba para ella, pero odiaba a esa mujer despreciable que no entendía como había sido capaz de engendrar hijos. Ella nunca pudo tener uno solo, y no alcanzaba a comprender lo injusta que podía ser la vida, brindándoles la capacidad de dar vida a monstruos como ese, cuando mujeres como ella, darían lo que fueran por lograr concebir un solo niño. Briella trataba de pasar el mayor tiempo posible en la cocina, le gustaba la compañía de Evangelina, el olor que desprendía la comida y la calidez de los hornos. La ama de llaves se dedicaba a contarle sobre su niñes y de todas las cosas que solía hacer en el campo, pues se había criado en una granja. La pequeña escuchaba sus anécdotas felices, mientras se devoraba algún pastelillo de crema y bebía un vaso de leche. Pero el gusto le duraba poco, pues en cuanto Gisela la encontraba en la cocina se la llevaba a rastras de ahí. -Te he dicho una y mil veces que nada tienes que hacer en la cocina con la servidumbre. - Alegaba la madre llevándosela de los cabellos hasta el recibidor, mientras Evangelina escuchaba impotente los gritos de la pequeña. En una de esas veces que se llevo a Bri al vestíbulo, Larry y ella estaban algo tomados, por lo que la niña le suplicó a su madre que la dejara ir a su habitación, pues no le gustaba la manera en como actuaban cuando estaban borrachos y menos el olor que estos desprendían. Pero Gisela que la observó detenidamente, tras divisarle el rostro manchado con chocolate, empezó a despotricar en contra de la niña. -Mírate nada mas con la cara toda manchada. En serio que eres una cerda en toda la extensión de la palabra. - Dijo la madre sujetándole el rostro con sus uñas, apretándole las regordetas mejillas y la papada con repulsión. -Deja a esa pobre creatura mujer, ¿que no la vez que está temblando de terror? - respondió Larry mientras trataba de llenar su copa de nuevo, pero le temblaba tanto la mano que derramó el liquido carmesí en la alfombra. -Salió el defensor de las gordas. Que suerte tienes hija, a Larry siempre le han gustado las mujeres rollizas, le encanta sentir la grasa, oler el nauseabundo hedor que emana una mujer obesa. QUE ASCO ME DAS LARRY. - Prefiero la carne a los huesos, ¿y qué? - Poniéndose de pie comenzó a bailar obscenamente delante de ambas. Gisela solo soltó una carcajada al ver a su amigo manoseándose al ritmo de la canción que sonaba en el reproductor. -Pues si tanto te gustan las gordas, aquí esta esta. - tomándola de uno de sus regordetes brazos lanzó a su hija a los pies del invitado. La niña cayó de rodillas lloriqueando suplicando la dejará irse a su habitación, pero Gisela implacable no cedió. -Cierra la boca, o yo misma te meteré esta botella hasta la garganta si no dejas de llorar de una buena vez, maldita gorda. - le amenazó la madre cansada y asqueada de ver la bola de grasa que tenía por hija. En ese instante Larry se acuclilló con ella, comenzando a tocarla de una forma indebida. -Shhh, tranquila chiquita no pasa nada, ven con el tío Larry… yo te cuido. – Dijo este emprendiendo a meterle mano debajo del vestido. Por su parte Gisela ignorando a su hija, comenzó a bailotear en medio del recinto como si nada estuviera pasando. Bri le lanzaba manotazos al hombre para que dejara de tocarla, pero este ni se inmutaba. Rápidamente tubo una erección, y acto seguido tomó una de las manitas de la pequeña y la colocó en su bulto, lo que provocó que se excitara a un más. En ese momento la botella de Gisela quedo vacía, por lo que abandonó la estancia en busca de una de las sirvientas para que le trajeran otra, dejando a la niña con el depravado. Larry inquieto deseoso de terminar con lo que había empezado, dejó su copa a un lado. Justamente en el momento en que empezaba a bajarse la bragueta, la niña liberada de sus garras se levantó inmediatamente, y salió despavorida corriendo lejos de ahí. No obstante, el degenerado no estaba dispuesto a quedarse así, por lo que tambaleándose torpemente comenzó a perseguir a la niña. Afortunadamente cuando ya estaba por alcanzarla, Evangelina apareció frente a ellos, rápidamente la niña se abrazó a ella, suplicándole la llevara a su cuarto pues tenia miedo del tío Larry. La ama de llaves vio con horror como este se subía torpemente la bragueta del pantalón deduciendo con horror lo que estaba intentando hacer. - ¿Que tanto me miras idiota?, yo no le estaba haciendo nada, solo quería jugar un rato con ella, eso es todo. – Evangelina no pudo evitar verlo con desprecio y abrazando fuertemente entre sus brazos a Bri se la llevó cargando a su habitación. -Y cuidadito si se te ocurre inventarme un chisme, porque hago que Gisela te corra y después yo te mando a matar. – amenazó el hombre, dirigiéndose de nuevo al salón justo en el momento en el que llegaba Gisela con otra botella para seguir con la tomadera. Quitándose de la ventana, ya una vez recostada sobre el respaldo de su cama, recordó cómo le suplicó a Evangelina se durmiera con ella, la mujer con lagrimas en los ojos se quedo sentada en una silla, asegurándole no se movería de ahí en toda la noche. Ninguna dijo nada, ambas le tenían terror a Gisela, por lo que era mejor no comentarlo nunca. Con el tiempo se enteró por su madre que Larry murió en un accidente automovilístico, pues al infeliz le gustaba la velocidad además de las niñas pequeñas. Quedo hecho pedazos cuando un camión chocó contra el suyo, matándolo al instante. En cuanto a Evangelina, tras la perdida de su fortuna la tuvieron que despedir, y desde entonces no la había vuelto a ver. Mujer Chilena, lo último que supo de ella es que regresó a su país con los suyos. En silencio le dio las gracias por todo y rogó fuera feliz. Cuando ya iban a dar las 4 de la mañana escuchó regresar a su hermana, la cual a pesar de que pasó frente al cuarto de Bri procurando hacer el menor ruido posible, era inevitable pues los chirridos de las tablas de la vieja casa rechinaban con sus pisadas. No obstante, a esa hora todos estaban dormidos, todos a excepción de Bri. En cualquier otro momento le hubiera hablado para decirle que estaba despierta y le contara sobre su salida. Pero en ese momento no estaba con ánimos de hablar con nadie. Así que observó como la sombra de su hermana avanzaba lentamente hasta llegar a su recamara, donde escuchó como abría y cerraba la puerta. Pese a que lo hizo con suavidad alcanzó a percibir el leve sonido que provocaba. Sentada de piernas cruzadas en su cama, mientras comía un par de chocolatines, no pudo evitar soltarse a llorar, odiaba su vida, odiaba su cuerpo, y sobre todo odiaba a Gisela. - ¡Ojalá te mueras y pronto para que pueda ser feliz al fin! Y así sentada fantaseando con ver muerta a su madre, recibió el amanecer. Llegando así un nuevo día para todos los habitantes de Ojo del Sol.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD